Teología e Historia, Volumen 7, Año 2012, pp. 207-222 ISSN 1667-3735
La inmigración escocesa llegada en el primer cuarto del siglo XIX a Buenos Aires, estuvo conformada en su mayoría, por familias de fe presbiteriana, y se constituyó en la primera experiencia de inmigración europea organizada que tuvo un relativo éxito durante algunos años.
En esta experiencia, que fue una verdadera “aventura” se pueden distinguir dos aspectos a analizar, por un lado el proyecto empresario, en el que advierte, ambiciones, especulación, engaños y vanidades. Y por otro lado el urgente deseo de escapar de las condiciones que la reciente industrialización impuso al campesinado de Escocia.
La colonia escocesa de Monte Grande o como se la denominó en forma oficial, de Santa Catalina, se originó como un emprendimiento nacido en el contexto de la tercer década del siglo XIX. La idea surgió en los años de “la feliz experiencia” cuando Rivadavia y el grupo dirigente que lo rodeaba, siguiendo sus principios liberales y utilitaristas, creyeron que lo mejor para el futuro de la provincia era trasplantar inmigrantes europeos en la campaña bonaerense para “modificar los hábitos” de la población autóctona. Estas ideas no eran nuevas en el Rio de la Plata, intelectuales influidos por el pensamiento fisiócrata (como Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes) varios años atrás habían manifestado su convicción de que había que desarrollar un sector de pequeños agricultores entregándoles tierras.[1]Pocos años más tarde Rivadavia comenzó a promoverlas, para ejemplificar podemos citar una carta a Pueyrredon fechada el 9/9/1818, Rivadavia sostenía que había que traer “labradores comerciantes y demás hombres útiles del norte.”[2]
Los intentos de fundar colonias tuvieron distintos protagonistas en los pocos años que duraron en la primera parte del siglo. En este caso abordaremos la historia de los hermanos Robertson, dos escoceses que vinieron a la región siendo aun adolescentes y se convirtieron en prósperos comerciantes en muy pocos años debido a las condiciones favorables que les aseguró la independencia de España. Los hermanos Parish Robertson intentaron aprovechar también el clima de euforia especulativa de la Bolsa de Londres, donde cotizaban empresas sudamericanas ligadas a la minería y a la colonización, invirtiendo en ambas actividades tratando de obtener cuantiosas ganancias en poco tiempo asumiendo grandes riesgos.
Comienzos del emprendimiento colonizador
El proyecto de colonización tenía una intencionalidad que, según Cecilia Grierson era “especulativa y comercial”[3]. En diciembre de 1823, los Robertson habían obtenido un poder amplio, otorgado por la provincia para gestionar y participar del negocio del empréstito junto a otras personalidades del entorno del gobierno. Esta tarea le permitió a John Parish Robertson volver a Londres, permanecer unos meses renovando su relación con influyentes personalidades del ambiente financiero y ser testigo del auge de los negocios sudamericanos en la Bolsa londinense. Esta prolongada permanencia (el contrato fue firmado el 1° de julio de 1824), y el sentimiento nostálgico hacia su lugar de origen, quizás hizo surgir en su imaginación un potencial negocio que también contemplara un interés personal.
En la publicación que realizaron cuando se fueron definitivamente del continente, “Cartas de Sudamérica”, se advierte el arraigo que experimentaba, particularmente John Parish Robertson del lugar donde pasó su niñez y parte de su adolescencia. En su relato se advierte la expectativa por el reencuentro con familia y amigos en su primer regreso (1817-1820) a Escocia por cuestiones personales y de negocios, luego de nueve años de ausencia[4]. Después de pasar por Bath, donde residía su pariente que lo protegía y financiaba, a quien se refería como “el caballero anciano de Bath”. Y por Londres para establecer contactos de negocios, se encaminó hacia la casa de sus padres, situada en la campaña, a corta distancia de Edimburgo[5]. Allí se dedicó a una curiosa actividad: repartir cartas de recomendación para hacendados de la montaña que vivían en la ciudad y para varios de sus arrendadores nobles de las tierras bajas. Iba de una casa a la otra dejando tarjeta y credenciales “que me recomendaba a la amistad de las familias”[6]. Se quedó tanto tiempo en Edimburgo “ajeno a los negocios” y muy dado a las relaciones sociales disfrutando de los bailes, compañía femenina, champaña, política y filosofía que el caballero de Bath le tuvo que recriminar por carta la falta de atención a los negocios y la urgencia de una gira por otras ciudades. Es sugestiva la frase final del relato de John cuando se marcha de Edimburgo:
“…Nuevos proyectos de especulaciones en América inflaman mi espíritu de ambición…”[7]
En esta ocasión ¿No habría nacido la idea del emprendimiento colonizador?
Además del caballero Parish que vivía en Bath de sus rentas, estaban detrás de los hermanos Robertson comerciantes de Liverpool y Glasgow y también industriales de Lancashire que fabricaban productos textiles siguiendo las indicaciones que les daban los Robertson y proveyéndoles valiosos cargamentos en consignación.[8]Con esta modalidad y con una gran dosis de audacia para recorrer provincias y regiones desafiando el peligro en muchos casos, lograron acumular una considerable fortuna. John volvió al Rio de la Plata en 1820. Pero muy pronto tendrían la posibilidad de hacer valer sus contactos con el mundo de las finanzas en Londres gracias a la influencia lograda con Rivadavia y sus allegados.
El empréstito con la banca Baring Brothers les reportó a los Parish Robertson la posibilidad de incrementar sus patrimonios, debido a las altas comisiones cobradas anticipadamente y a un complejo sistema donde se mezclaban aspectos financieros y la actividad comercial para la operatoria de los desembolsos de las Letras. Al mismo tiempo aumentó el entusiasmo por liderar la riesgosa empresa de colonización, quizás como un deseo de mostrarse involucrados en los destinos de la joven república[9]. Textualmente en la solicitud de apoyo al gobierno de Rivadavia, William subrayó su preocupación en este sentido:
“…no podemos mirar con indiferencia el interés público y la prosperidad general de un país en que hemos adquirido mucho de lo que poseemos y en el cual hemos recibido hospitalidad y hemos formado muchas amistades.”[10]
En este documento se advierte la necesidad de contar con el apoyo del gobierno para no exponerse a grandes pérdidas y de combinar el interés de la provincia con el propio, pero casi como una profecía auto cumplida reiteraban:
“…sin el apoyo del gobierno dos personas no podrían realizar un proyecto de esta magnitud, sin exponerse a arruinarse…”[11]
Esta afirmación demuestra la desconfianza con la que encaraban este negocio, no eran ingenuos, conocían la improvisación y la falta de compromiso en las decisiones del gobierno porque tenían trato desde hacía mucho tiempo con ellos, sin embargo, tomando precauciones habían decidido intentarlo. El proyecto tenía una alternativa de máxima rentabilidad que se iba a lograr transformando las características físicas del suelo y paisajísticas del lugar en una geografía similar a una verde campiña escocesa[12]. Para ello recurrió a la población de su lugar de origen: Edimburgo y sus alrededores para poblar la futura colonia trasplantando un grupo homogéneo culturalmente, la mayoría de ellos familias con una sólida fe calvinista presbiteriana que garantizaba por sus virtudes morales, de laboriosidad y capacidad en la actividad agrícola, el éxito en su explotación.
Un factor fundamental que consideraron con optimismo era la estabilidad y la continuidad de las políticas rivadavianas en Buenos Aires y en este aspecto no pudieron evaluar el riesgo que significaba la expansión de los negocios del poder terrateniente bonaerense, a la Banda Oriental, su enorme influencia y la potencial conflictividad, que llevaría al país a la guerra con el Brasil. Este acontecimiento condicionaba y ponía aún más en duda el apoyo político que era de fundamental importancia porque se requería de infraestructura que solamente desde el estado se podía proveer y que era clave para la revalorización de las tierras y el funcionamiento de la colonia, De todos modos, consideraron que estas inversiones vendrían después de haberse logrado buenos resultados, según interpretación de Graham Yooll[13] , así que había que seguir adelante.
La situación en Escocia
En el marco de la formación de un incipiente sistema financiero es posible diferenciar dos niveles diferentes en el proyecto de la colonia. Uno relacionado con el mundo de las finanzas internacionales que pretendía desarrollarse en Londres, y que era una ambiciosa apuesta inicial de los Robertson, que muy pronto se frustraría. Y otro mucho más humilde y concreto que se basaba en el funcionamiento de las granjas de los colonos, que no tenía mayor ambición que conseguir mejorar el nivel de vida que el que tenían en Edimburgo. Ambas facetas coexistían en una sola empresa pero al transcurrir pocos meses ya había evidencias, por la crisis financiera en Londres y por la guerra con el Brasil, que el objetivo de los Robertson, no podría cumplirse.
Los meses anteriores a la crisis de 1825 fueron muy difíciles para todo el Reino Unido, también para Escocia y particularmente para los sectores más bajos que trabajaban como asalariados en el campo o en las ciudades. Pero los años previos habían sido muy productivos. Según los censos poblacionales de 1801, 1811 y 1821 en Inglaterra, país de Gales y Escocia, la población aumentó de 10.900.000 a 12.300.000 y 14.600.000 de habitantes. En dos décadas, la tasa de crecimiento fue del 40%. La producción agrícola contrariamente a las predicciones de Malthus, fue acompañando la variación demográfica. Entre 1780 y 1820 esta producción aumentó el 50% y después de 1800 la tasa de aumento se duplicó. [14]
Insólitamente la guerra en Europa fue el factor que actuó como incentivo al aumentar el precio, por ejemplo del trigo, estimuló las inversiones y la difusión de nuevas técnicas de agricultura. Fue una edad dorada para los “land lords” y los agricultores de gran escala porque se aprovecharon grandes extensiones de tierras desocupadas mediante permisos individuales, desmonte y vallado que junto al bajo nivel salarial de la mano de obra empleada, aseguraban una gran rentabilidad. A esta clase social pertenecían los Robertson, esto explica el clima festivo que describió John en su estadía previa a 1820 y que ya fue referida antes. La contracara de esta prosperidad era el nivel de vida de los campesinos, apenas en un nivel de subsistencia.
Al mismo tiempo que ocurría este capitalismo agrícola, cuyo lujo se plasmaba en lujosas residencias campestres, se producía el proceso que daba origen a esta prosperidad, un veloz crecimiento urbano en las ciudades que se habían industrializado. Por ejemplo en Edimburgo su población entre los años 1801 y 1831 se duplicó. Pasó de 83.000 a 162.000 habitantes.
Pero los salarios de los trabajadores urbanos impuestos por los empresarios apenas eran suficientes para cubrir las mínimas necesidades. La incorporación del trabajo de la mujer y el niño acentuó la presión a la baja junto a la fuerte tasa de natalidad.
Este conjunto de factores favoreció un proceso de emigración cuando a principios de la década de 1820 se empezó a vislumbrar la posibilidad de una crisis que se apreciaría concretamente entre 1825 y1832.[15]
Negociaciones y preparativos
El 11 de marzo de 1824, Rivadavia firmó la aprobación del contrato redactado por los Robertson. En este documento se establecían los deberes de los organizadores y el estado provincial. Básicamente los Robertson se comprometían a introducir en el término de un año 200 familias europeas, cantidad equivalente a 600 personas. A cambio, el gobierno iba a ceder tierras en enfiteusis “en renta vitalicia”, siendo la parte ocupada por los colonos “a perpetuidad”. Estas tierras debían estar ubicadas al sur de la provincia y “a entera satisfacción de los empresarios”.[16]
En las cláusulas no se explicitaron varios detalles importantes: la distancia a la que debían estar de la ciudad de Buenos Aires, la importante dimensión de las tierras para servir a los propósitos del proyecto, ni su aptitud para la actividad agropecuaria. (Se suponía que deberían ser cercanas, a no más de 20 kilómetros, debido al carácter perecedero de algunos productos que iban a producir y la dificultad de los caminos). Pero estas condiciones hacían disminuir mucho la oferta de tierras, porque las pocas que había disponibles, aunque modestas en sus dimensiones, ya habían sido entregadas recientemente.[17]
Quizás por esto el gobierno no pudo o no quiso cumplir con esta condición. Ofreció tierras a más de 20 leguas de la ciudad en permanente exposición al peligro de los malones y lógicamente fueron rechazadas por los Robertson[18].
Otra hipótesis que podría explicar el incumplimiento en la entrega de tierras podría ser la gran resistencia que despertaba aceptar colonias de este tipo, en grandes sectores de la elite y también en la estructura de técnicos de la burocracia estatal, que consideraban un modelo más apropiado el establecimiento de poblaciones de labradores siguiendo la matriz borbónica: cuadrículas y estructura de viviendas alrededor de una plaza central con terrenos de cultivo. [19]
Debido a estas dificultades y estando en el proceso de preparación y reclutamiento del contingente en Edimburgo, los Robertson decidieron la adquisición de tierras particulares en los actuales partidos de Lomas de Zamora y Esteban Echeverría: 6.475 hectáreas en total. Dice Graham-Yooll:
“…Esta tierra había tenido muchos propietarios. Hay un documento fechado en 1740, que le da el nombre de chacra de monte grande, por un gran monte de durazneros.”[20]
La existencia de estos montes dieron origen a la toponimia pero finalmente el nombre oficial fue: Colonia de Santa Catalina, que era la estancia de los Robertson[21]
El conflicto que se habría generado a partir de la negativa a cumplir con la entrega de tierras les habría significado un gran disgusto a los empresarios escoceses, pero habrán aprovechado esta circunstancia para invertir como en esos años se hacía habitualmente. En efecto desde mediados de la década se nota un incremento en el valor de la tierra, como resultado de un aumento de la demanda. Poco antes de la devaluación del peso fuerte, muchos invirtieron masivamente en tierras para proteger su capital, es decir comprar tierras significaba un refugio de valor y también una inversión de carácter especulativo. Juan C. Garavaglia presenta un testimonio que describe esta situación:
“…el curso precipitado que tomaron los capitales en 1825 y 1826 a convertirse en bienes raíces y haciendas de campo, fue un efecto de la abundancia del medio circulante en billetes de Banco que, no estando en proporción con las monedas de oro (…) se convirtió en esas especies.” [22]
Estas “especies” fueron precisamente las que compraron los Robertson en 1825, y que según el inventario con que acompañaron el último intento de reclamo en 1828, según Grierson, sumaban 15.000,- libras que englobaban los dos conceptos: tierras y hacienda.[23] Es de destacar la modestia de las cifras si se comparan con los otros proyectos que habían surgido en ese tiempo.
Llegan los escoceses
Una vez reclutado el contingente de colonos, con las herramientas agrícolas necesarias, comenzaron los aprestos para el viaje en la embarcación propiedad de los Robertson. El 22 de mayo de 1825 la goleta Simmetry of scarborought partió desde el puerto de Leith con más de 229 colonos y luego de un viaje de varios meses pero sin inconvenientes significativos y una feliz experiencia de camaradería, llegaron al puerto de Buenos Aires donde desembarcaron el 11 de agosto de 1825.
Luego de algunas semanas, finalmente fueron trasladados en carretas a las tierras adquiridas por los Robertson. Estas tierras eran campos vírgenes que se habían dedicado al pastoreo de animales y cuya vegetación predominante eran los cardos, que tan familiares resultaban a los escoceses por su abundancia en su lugar de origen al punto de ser la flor nacional de Escocia.
Las primeras semanas fueron muy difíciles, algunos pudieron pernoctar en la casa de los Robertson pero la mayoría debía dormir a la intemperie con noches aún muy frías. Luego de semanas de trabajo intenso, a fin de año, ya estaban establecidos.
En el contingente había un experto e ingenioso jardinero que diseñó una herramienta para facilitar la extracción de raíz de los molestos cardos: Mr. Tweedie, quien también hizo una importante clasificación de algunas especies autóctonas, entre ellas un arbusto de madera dura, muy común en nuestra zona, que recibió el nombre: Calliandra Tweedie (vulgarmente “copete de cardenal” o “borla de obispo”). Al no haber divisiones entre las chacras, utilizaron los talas como cercos vivos y lentamente se fue transformando el paisaje en huertas, quintas, chacras y bosques.
Las sencillas construcciones para viviendas eran diseñadas por el arquitecto Adams, quien también vino en la Symmetry, se realizaban con ladrillos que ellos mismos producían. Meses después también construyeron un templo para los servicios religiosos y fue prioritario para los colonos contratar en Escocia alguien con preparación teológica para presidirlos. De esta gestión se ocupó personalmente Mr. Robertson quien consiguió traer al Reverendo W, Brown para cumplir el rol de pastor y maestro quien estableció una iglesia y una escuela en el transcurso de 1828.[24]
Muy pronto las distintas chacras comenzaron a producir: ladrillos para construcción, leña que extraían de los montes, maíz y trigo en menor medida, carne, leche, quesos y la reconocida manteca por su calidad e higiénica presentación en panes de una libra. Si bien tuvieron dificultades, comunes para esa escala de producción con la contratación de mano de obra, muchos inmigrantes que vinieron en otras empresas como la Beaumont, se incorporaron a la de Monte Grande.
Este éxito inicial se interrumpió a fines de 1828 según testifica Mac Cann [25]. Algunos colonos permanecieron algunos meses mas pero la violencia desatada por la guerra civil (los saqueos del ejército de Lavalle) y la persistente sequía terminaron por disolverla.[26]
Xenofobia y guerra: disolución de la colonia
Ya se hizo referencia a la resistencia que generaba la instalación de este tipo de organizaciones que trasplantaba grupos de inmigrantes con particulares condiciones. Estas iniciativas con aprobación del ejecutivo no encontraban vía libre entre los técnicos burócratas encargados de facilitar los trámites ni tampoco en la elite conservadora, entre los que se encontraba un personaje representativo, Tomas de Anchorena, con una ideología muy cercana a la xenofobia hacia los que llamaba “gringos”. En resumen se consideraba que la inmigración era costosa, innecesaria y hasta subversiva.[27]
Estas opiniones también encontraban eco en las clases populares. Se percibía como un privilegio que costaba comprender la excepción de prestar servicio en el ejército. Mientras las levas causaban conmoción entre las familias campesinas criollas por las consecuencias dramáticas para los hijos varones y jefes de familia. Frecuentemente llevaba a la ruina a la economía familiar, hasta el punto de destruirla en muchos casos y hacer peligrar la subsistencia. Las familias extranjeras permanecían ajenas a estas circunstancias. A estas situaciones que despertaban recelos habría que agregar la cuestión religiosa. En estos tiempos católicos y protestantes tenían puntos de vista irreconciliables y la descalificación producto de la intolerancia era cuestión cotidiana, como lo relata Grierson se los hostilizaba llamándolos “herejes”. Los colonos tampoco se integraban fácilmente y en esa sociedad cerrada era inaceptable el matrimonio mixto, por ejemplo.[28]
La llegada de los escoceses fue el 11/8/1825 y Brasil declaró la guerra pocos meses después el 10/12/1825. Desde los comienzos la historia de la colonia se desenvolvió junto al devenir de los acontecimientos de la guerra. Esta situación extraordinaria condicionó su progreso. Las dificultades financieras al tener que solventar los gastos militares hizo imposible mantener la convertibilidad de sus emisiones al Banco de Descuentos o Banco Provincia. En enero de 1826 se creó por ley el Banco Nacional, quien estaba facultado a emitir papel moneda. La emisión sin respaldo aumentó en forma alarmante desatando un proceso inflacionario.[29]. En medio de estas complicaciones era muy difícil mantener una actividad productiva, más aun considerando que dependía del mercado interno, porque los salarios estaban muy depreciados[30]. Por eso la queja que transcribe Grierson en este sentido, pero era un problema generalizado de toda una “clase media” de la sociedad bonaerense, así se comprueba en el siguiente testimonio.
“…las familias ubicadas algo más arriba de las clases trabajadoras están deplorablemente afligidas por el cambio de valor de la moneda.”[31]
Y no era para menos, los productos importados muchos de consumo popular, cuadruplicaban sus precios, mientras los salarios apenas se duplicaban, y en algunos casos como los empleos públicos quedaron inmovilizados por la crisis fiscal.[32]
Los Robertson también sufrieron un duro golpe con la guerra. El bloqueo al puerto significaba la paralización por largos meses de toda la actividad comercial. A las pérdidas con la especulación en Londres había que agregar esta inactividad y además eran acreedores de un gobierno que no podía responder a sus deudas, ya estaba en default con la Baring desde el vencimiento del segundo semestre de 1827. El panorama era realmente oscuro, se habían hecho cargo de todos los gastos e inversiones que demandó la colonia, con la única colaboración de unos pocos colonos y casi no había esperanza de recuperar lo gastado. Sin embargo William realizó un desesperado último intento en 1828, escribió una nota y adjuntó un inventario de todos los gastos hasta ese momento. En total reclamaba 60.000,- libras, incluía el traslado de los colonos, compra de tierras y hacienda, edificación de casas y cercamiento.[33]
Pero el poder ya no era el mismo, ya no estaban los interlocutores conocidos. Para peor el jaqueado gobierno de Dorrego, que no era el verdadero poder, estaba quedando cada vez más solo y desfinanciado. Desde abril ya no contaba con los recursos que le proveían los terratenientes aliados y no podía seguir sosteniendo la guerra. En medio de esta delicada situación política los Robertson no encontraban eco favorable a su solicitud. El clima de pesimismo se acentuó, y pronto caerían en la bancarrota junto a otros importadores y prestamistas y se retirarían del escenario de los negocios en Buenos Aires volviendo a Gran Bretaña a radicarse definitivamente.
La violencia que se desató a partir de la revolución de Lavalle es un factor que toman en cuenta las dos fuentes primarias consultadas: Grierson y Mac Cann. La región al sur de Buenos Aires fue escenario de ataques y represalia de ambos bandos. A fines de septiembre la Convención autorizó al gobernador a ratificar el tratado de paz con Brasil sobre la base de la independencia de la Banda Oriental. Desde entonces era un secreto a voces que la oficialidad venía sublevada contra el gobierno. Rosas lo sabía y le advirtió por escrito a Dorrego, pero éste no le creyó. Las razones eran varias: atraso en los pagos, la convicción de que Dorrego perdió una guerra ganada y la influencia de la logia de civiles unitarios vinculados a Lavalle que ya lo habían sentenciado a ser ejecutado. Hacia fines de noviembre se hablaba libremente de la sublevación en todas partes, así que no fue una sorpresa cuando se desencadenaron los hechos a principios de diciembre. Dorrego, desoyendo una vez más a Rosas decidió dar batalla el 9/12/1828 en Navarro, donde fue derrotado, perseguido y pocos días después apresado y fusilado.
Hay detalles muy sugestivos que se pueden observar en un documento que es un informe contable de la chacra de sus antepasados que presenta Grierson en el mismo año, 1828. Por ejemplo en los primeros meses hasta el mes de abril se le vendía una importante cantidad de carne a William Parish Robertson, luego dejó de comprar como si su chacra paralizara su actividad (lo mismo habíamos mencionado con las compras de ladrillos). El 1° de octubre y el 18 de noviembre se le pagaron montos sin especificar razones de $200,- cada vez, (en este año dejó de funcionar la empresa de los Robertson). Hubo una disminución de la actividad en la explotación de los Grierson en los últimos meses del año coincidiendo con la alarma generalizada por los rumores del levantamiento de Lavalle. En las ventas de carne, en el mes de octubre se faenó y vendió 8 veces el promedio mensual (febrero a septiembre) como si se liquidara el stock de ganado en condiciones de faenar. El 1° de diciembre se le pagó a “Mr. Anderson” $ 86,- por el servicio de “llevar afuera hacienda”, lo mismo pasa el 10 del mismo mes, $20,- a Mr. Clymont por el mismo concepto. (Quizás se estaban escondiendo terneros y vaquillonas). En los últimos dos meses casi no se vendió carne.
Con la actividad agrícola pasó algo parecido, casi toda la cosecha fue vendida en el mes de octubre y en una transacción aparece la descripción “maíz para Rosas”. Después de estas ventas la actividad se redujo a su capacidad mínima.[34]
Llama la atención la anticipación de los colonos a los graves acontecimientos que estaban por ocurrir, es evidente que contaban con información. El documento que Grierson presenta, ilustra como un ejemplo la afirmación de otra fuente primaria como Mac Cann, cuando señala que la colonia:
“…decayó a fines de 1828 y a comienzos del año siguiente el avance de la revolución de Lavalle terminó su disolución.[35]”
En efecto, después del fusilamiento de Dorrego, Lavalle en sus primeras decisiones de gobierno envío columnas militares al sur de Buenos Aires para imponerse por el terror. Estas columnas estaban al mando del prusiano Rauch, quien saqueó estancias de enemigos y dejó huellas de su barbarie. En Buenos Aires hubo ejecuciones, soldados y oficiales prisioneros puestos en la boca del cañón y despedazados, confiscaciones y opositores enviados a prisión.[36] Estos meses habrán sido una pesadilla para los colonos, porque estaban ubicados al paso de estas incursiones y del saqueo. La consecuencia es que casi todos los colonos y sus familias se refugiaron en la ciudad, abandonando sus chacras. El 22/12/1828 se celebró la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana Escocesa para tratar la problemática de la concentración de escoceses en la ciudad, planeándose la construcción de un templo. Esto demuestra que a fines de 1828 ya se había disuelto gran parte de lo que fue la colonia.[37]
Pero la disolución no significó el fracaso definitivo, algunos meses después de la revolución, cuando volvió la tranquilidad muchos de estos escoceses volvieron al campo otros se quedaron en la ciudad y finalmente casi todos se integraron a la dificultosa historia del país, contribuyendo en la difusión de las buenas nuevas y pudiendo superar la opresiva situación de la que escaparon en su Escocia natal.
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[2] En PEREZ AMUCHÁSTEGUI, J.A. Crónica histórica argentina. Buenos Aires: Compañía editora y distribuidora del Cono Sur S.A., 1973. P.8 vol. 3.
[3] GRIERSON, Cecilia.Colonia de Monte Grande. Primera y única colonia formada por escoceses en la Argentina. Buenos Aires: Peuser, 1925. P.11.
[4] ROBERTSON, J.P. y W.P. Cartas de Sudamérica. Traducción de J.L.Busaniche. Buenos Aires: Emecé editores, 2000. P. 329.
[5] Ib idem. P. 336.
[6] Ib idem. P.339.
[7] Ib idem. P.345.
[8] HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina. Buenos Aires. Siglo XXI. 1972. P.104.
[9] William PARISH ROBERTSON. Notas y contrato para la fundación de la Colonia de Monte Grande, en GRIERSON, Cecilia. Colonia de Monte Grande…Ob.cit.. P.30.
[10] Idem.
[11] Idem
[12] John P. Robertson sostenía que no había mejor jardinero que el escocés en el arte del diseño paisajístico. ROBERTSON, J y W. Cartas de Sudamérica. Op.cit. p.340, por eso pudo incluir en el contingente de la colonia a Mr John.Tweedie, ex capataz de los de los jardines botánicos reales de Edimburgo.
[13] GRAHAM YOOLL, Andrew. La colonia olvidada. Tres siglos de habla inglesa en la Argentina. 2° Edición .Traducción de César Aira. Buenos Aires: Emecé editores S. A., 2007. Pp.162.
[14] BERGERON, FURET y KOSSELLECK. La época de las revoluciones. 1780-1848.Mejico: siglo XXI, 1976. P.168-169.
[15] Ib idem. P.182.
[16] W. y J. P. Robertson. Notas y contrato para la fundación de Monte Grande. EnGRIERSON, Cecilia. Colonia de Monte Grande.Ob.cit. P.29.
[17] Como ejemplo véase el caso del reparto de chacras en las Lomas de Zamora, donde, el influyente Don Tomás Grigera Romero solicitando a su nombre y en representación de otros, logró la concesión de la propiedad de treinta fracciones de diez y seis hectáreas, el 30 de marzo de 1821. GRIGERA ROMERO, Tomás. Carta al gobernador Brigadier General Martín Rodríguez y su resolución En STOPPINI, Juan Luis. .Pasado y presente de Lomas de Zamora.2° edición. Buenos Aires: Agrupación de periodistas asociados, 1976. P. 15.
[18] GRIERSON, Cecilia. Colonia de Monte Grande.Ob.cit. P.36.
[19] ALIATA, Fernando y otros. Ob.cit. P.246.
[20] En la década de 1820 la fruta más abundante era el durazno debido a la abundancia de estos árboles muy apreciados por su utilización como leña. Esta era transportada en carretas tirada por bueyes desde las quintas. En un comentario aparecido en “el Argos” el 2/6/ 1821 se atribuye la proliferación de éstos árboles “…al bloqueo que los españoles pusieron a los puertos de Buenos Aires en los primeros años de la Revolución para los buques que se llamaban nacionales y las persecuciones que sufrían los leñateros en su faena por los brazos del delta del Parana…”. La consecuencia fue que en las inmediaciones de la ciudad se plantaron gran cantidad de durazneros que incrementaron sustancialmente el valor de la tierra. En PEREZ AMUCHÁSTEGUI, Crónica argentina,Ob.cit.p 296.
Otro testimonio que describe la importancia en la dieta de esta fruta en estas décadas se puede observar en el relato de HUDSON, Guillermo. Allá lejos y hace tiempo. La Plata:Terramar,2007. Pp.46 y 171.
[21] GRAHAM-YOOLL, Andrew, La colonia olvidada”.Ob.cit.p. 36
[22] GARAVAGLIA, Juan Carlos. Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires: Ediciones de la Flor SRL. 1999. Pp 299
[23] Grierson Ob.cit. pp.64
[24] MAC CANN, Williams. Viaje a caballo por las Provincias Argentinas. Traducción de José L. Busaniche. Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A., 2001. Pp.302.
[25] Idem
[26] VARELA, Florencio, artículo publicado en “El Comercio del Plata” de Montevideo el 21 y 22/6/1847 publicado como apéndice documental en MAC CANN, Williams. Viaje a caballo…Ob.cit. p.322.
[27] LINCH, John. Juan Manuel de Rosas.1829-1852. Traducido por Benigno H. Aranda. Buenos Aires: Hyspamerica. 1986. Pp.37.
[28] Ob. Cit. Pp.60
[29]Para ilustrar esta afirmación: cuando Viamonte fue nombrado gobernador, la circulación era de $15.289.046,- y la deuda con los bancos ascendía a $18.000.0000,-, en PANETTIERI, José. Devaluaciones de la moneda.(1822-1935). Bs.As: centro editor de América Latina, 1983. Pp. 10.
[30] Véase la descripción del contexto en : HALPERIN DONGHI, Tulio. Argentina de la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires: Paidós, 1985. Pp194.
[31] Posomby a Dudley. Public Record Office (F.O.) 15/10/1827. En LINCH, John. Juan Manuel de Rosas Ob.cit.p.41.
[32] HALPERIN DONGHI, Tulio. Argentina de la revolución a la independencia…Ob.cit.p.194.
[33] Ob. Cit. Pp.41.
[34] GRIERSON, Cecilia. Colonia de Monte Grande.Ob.cit.p.45.
[35] MAC CANN, Williams. Viaje a caballo…Ob.cit.p302.
[36] BUSANICHE, Jose L. Historia Argentina. 6° Ed. Buenos Aires: Ed Solar, 1982.pp.487 y 488.
[37] MONTI, Daniel P. presencia del protestantismo en el Rio de la Plata durante el siglo XIX. Buenos Aires: Editorial y Librería La Aurora S.R.L., 1969.pp.66.