Teología e Historia, Volumen 7, Año 2012, pp. 167-185 ISSN 1667-3735
El Metodismo en América Latina. Breve historia y evaluación[1]
I. Introducción
La llegada del metodismo a América Latina coincide con el arribo de otras corrientes del protestantismo[2]. Esto se produce al comienzo más por el natural intercambio de población que el comercio y las guerras provocaban que por una intención explícita misionera. Así, los primeros protestantes que tengamos noticias en América Latina –y entre ellos algunos metodistas- llegaron a Buenos Aires en 1806 con el intento de Inglaterra de tomar la ciudad de Buenos Aires, capital en aquellos tiempos del virreinato del Río de la Plata. Las fuerzas militares ocuparon la ciudad por unos meses y luego fueron expulsadas por las fuerzas locales, pero ya algunos oficiales ingleses habían contraído casamiento con hijas de familias argentinas y permanecieron en Argentina. A partir de ese primer grupo se conformó lo que treinta años más tarde será la primera Iglesia Metodista organizada de América Latina. Sin embargo habrá que esperar hasta el año 1836 para que se produzca un acto deliberado de formar una iglesia en estas tierras, cuando es enviado desde los EEUU el pastor Fountaine Pitts, quien visita Río de Janeiro (Brasil) y Buenos Aires, trayendo entre sus documentos una carta de recomendación firmada por el presidente de los EEUU. Al llegar a Buenos Aires recibe autorización del gobierno local para predicar y desarrollar su labor pastoral pero sólo a personas de su mismo idioma. Este detalle expresa por un lado el temor del catolicismo a las iglesias protestantes, pero por otro el sentimiento de que los protestantes eran extranjeros y debían ser tratados como tales. Su informe a la Conferencia Anual de Cincinnati de ese año la movió a decidir enviar dos misioneros a fin de afianzar la obra. Desde ese año de 1836 hasta los comienzos del siglo XXI mucho ha cambiado en el metodismo latinoamericano y mucho ha permanecido. Estas páginas buscarán dar cuenta de manera abreviada de ese desarrollo y de su significación para nuestros días señalando a la vez que aún está pendiente la tarea de escribir la historia del metodismo en América Latina a partir de las muchas historias nacionales que han surgido y de cierta acumulación de monografías. Quisiéramos que este ensayo contribuya a otros a asumir esa empresa.
II. Características del metodismo en América Latina
Interesa señalar tres elementos que caracterizan el metodismo en América Latina. En primer lugar que la corriente de metodismo en el continente va de la mano de la llegada de otras iglesias como Presbiterianas y Bautistas, aunque ésta última lo hacen varias décadas más tarde. Señalamos estas afinidades pues ubican al metodismo latinoamericano junto con las iglesias “misioneras”, las que se diferencian de las llamadas “iglesias de transplante” por su vocación desde el comienzo de influir y enraizarse en la cultura criolla[3]. El metodismo -salvo algunas excepciones- no llega acompañando una corriente de inmigración a la que busca atender en sus necesidades religiosas sino que lo hace como una nueva fuerza eclesial que pretende cambiar los fundamentos religiosos y éticos de las sociedades nacionales[4].
En segundo lugar es preciso tener en cuenta que América Latina no fue considerada terreno de misión por el protestantismo europeo en su forma clásica. Esto se hizo evidente en la Conferencia Mundial Misionera de Edimburgo en 1910 donde no solo no se aceptó incluir América Latina en su agenda sino que se negó reconocimiento a los misioneros que provenían de estas tierras. Para los europeos América Latina era considerada tierra ya cristiana y territorio católico romano. Esta actitud de las iglesias de Europa no fue bien vista por la delegación de los Estados Unidos quienes organizaron seis años más tarde en Panamá la que devino en la Primera Conferencia Misionera de alcance continental para América Latina. Se invitó a todos, pero la delegación europea fue esta vez pequeña, un poco por el hecho de que sus países estaban padeciendo los embates de la Primera Guerra Mundial y otro por las dudas ya mencionadas sobre la legitimidad de dirigir la misión hacia esta región. El hecho de que buena parte de los participantes fueran metodistas, presbiterianos y discípulos de Cristo le dio un matiz claramente misionero. A la vez se puede señalar que un dato eventual sería signo de algo más profundo que marcaría el contexto de la misión respecto a los evangélicos en general y metodistas en particular en estos países: la Conferencia se debió llevar a cabo en la Zona del Canal –recientemente inaugurado- debido a la hostilidad del obispo de la Iglesia Católica que se negó a que una conferencia protestante se llevará a cabo en el suelo panameño de su jurisdicción.
Esta condición de iglesias protestantes en países donde la Iglesia Católica era la inmensa mayoría –para comienzos del siglo XIX deberíamos decir que casi todos los habitantes eran católicos, y hacia fines de ese siglo solo había pequeñas comunidades protestantes- y que tenían a su vez que convencer a sus iglesias madres de que se justificaba su tarea misionera, colocó a los metodistas en la particular situación de tener que abrirse paso en una sociedad religiosa y culturalmente hostil y a la vez de tener que convencer a sus hermanos metodistas del norte que sus esfuerzos eran legítimos y tenían futuro.
El tercer elemento es señalar que el metodismo se instala en América Latina al calor de la llegada del liberalismo político y económico y de las instituciones sociales que lo representan. En la segunda mitad del siglo XIX en América Latina triunfa el liberalismo económico y las sociedades se abren en distinta medida según el caso a nuevos vientos culturales. Las viejas oligarquías vinculadas a economías provinciales se transforman en nuevos dueños de la tierra que buscan y logran colocar sus productos agrícolas en Europa y comienzan a recibir la influencia y la atracción de las libertades cívicas, el libre pensamiento y las posibilidades de disfrutar de los beneficios de los productos que las industrias les hacían llegar a cambio de sus materias primas. Esta apertura choca en el campo religioso con el catolicismo conservador cristalizado en 1870 en el Concilio Vaticano I, y si bien no se produce una ruptura entre gobiernos e Iglesia en todos los países, al menos en varios casos los líderes liberales llegan a entrar en conflicto con la Iglesia Católica y al asumir el poder favorecen una actitud abierta a que otras formas religiosas se expresen e instalen en estas tierras. Este vínculo con el liberalismo social, político y económico marcará al metodismo para bien y para mal. De todos modos el paso en América Latina de una sociedad tradicional a una moderna no se dio en forma lineal ni sin contradicciones, pero el metodismo –junto como señalamos con otras iglesias protestantes- fueron un elemento dinamizador de ese proceso[5].
III. El desarrollo de la obra metodista[6]
Es difícil resumir en pocas páginas una historia tan rica. En este recorrido nos limitaremos a señalar las fechas y datos centrales que caracterizan a las iglesias en los diferentes países, a veces agrupándolas cuando su historia lo permite. Es inevitable que caigamos en la aridez de dar nombres y fechas, reservándonos el íntimo consuelo que sin ellas es imposible organizar a posteriori una historia más analítica. Solo al pasar mencionaremos la creación de escuelas, hospitales y obras se servicio que han sido y son tan importantes para la misión metodista[7]. Al obviarlas casi en su totalidad somos concientes que dejamos de lado una parte de aquello que vertebró la obra y esperamos que el lector infiera a partir a veces de muy pocas alusiones la dimensión que tienen incluso en la actualidad. Reservamos para el final de este trabajo un intento de evaluación e integración.
Argentina y Uruguay
Ya mencionamos la recomendación del pastor Pitts respecto de iniciar la obra misionera en Argentina. En consecuencia hacia fines de 1836 Juan Dempster llegó a Buenos Aires como misionero, le fue concedido permiso por el gobierno con la condición de que “sólo se ocupara de los extranjeros y que sus actividades ministeriales fueran en idioma inglés”. Una mesa formada por tres metodistas locales –presidida por el predicador laico Guillermo Junior- tomó examen de doctrina a Dempster antes de aceptarlo. La obra se consolidó y creció, la primera Eecuela dominical metodista en América Latina se inició en 1837 y el primer bautismo de párvulos fue el de Guillermo Juan Dempster Júnior celebrado el 24 de septiembre de 1837. El sucesor de Dempster fue el pastor Guillermo Norris quien tuvo el honor de dedicar el primer templo metodista en América del Sur el 4 de enero 1843.
Dempster visita en 1838 Montevideo (capital de Uruguay) y se reúne con metodistas laicos que estaban allí al menos desde 1836, un grupo básicamente formado por comerciantes y empleados de empresas británicas. De esa visita surge el pedido de un misionero que se concreta cuando el pastor Guillermo Norris arriba en 1839. Su viaje en barco demoró 77 días y cuando llegó a Montevideo la ciudad estaba sitiada por fuerzas militares argentinas. Su trabajo logró consolidar el pequeño grupo, compró una casa en los alrededores y los domingos de tarde predicaba en barcos anclados en el puerto. Pero la situación política era muy problemática y las guerras internas hicieron temer por la vida de los misioneros de modo que la Sociedad Misionera los convoca en 1841 para que regresen EE.UU. La obra en Uruguay queda suspendida pero no así la de Buenos Aires pues Dempster decide quedarse por más tiempo.
La obra continuó en Argentina y en l860 el pastor Andrés Milne, agente de la Sociedad Bíblica Americana invita al pastor Juan F. Thompson de Buenos Aires a visitar Montevideo para dinamizar la obra. La personalidad y capacidad de Thompson convoca grandes grupos. Su predicación intenta romper el absolutismo que la Iglesia Católica Romana había establecido. Esto atrae a las generaciones de jóvenes intelectuales. En 1878 lo sustituye el pastor Thomas Wood quien se dedica a la organización de la Iglesia. Ese año se constituye la primera Iglesia Metodista en Montevideo, hoy Iglesia Metodista Central ubicada en pleno centro de la ciudad. Se debe a Wood la visión de que para mejor implementar la obra era preciso disponer de pastores criollos. Así toma la iniciativa de formar junto con la Iglesia Evangélica Valdense el primer instituto de formación de pastores. Con él nace la institución que dos años más tarde se trasladaría a Buenos Aires y continuaría con la formación del liderazgo pastoral con el nombre de Facultad Evangélica de Teología. Con sucesivos cambios de nombres pero en clara continuidad institucional aquella pequeña escuela fundada por Wood devino en el hoy Instituto Universitario ISEDET, consolidada como la institución de formación teológica más antigua de América Latina. En 1910 Argentina y Uruguay conforman la Conferencia Anual del Este de Sudamérica.
Brasil
A Río de Janeiro, Brasil, fueron en 1849 los pastores Justino Spaulding y Daniel P. Kidder y su esposa, falleciendo ella a los 22 años posiblemente victima de la viruela. El Rev. Kidder regresó a los EE.UU. llevando consigo su única criatura. Esto hizo que por aproximadamente veinte años cesara la obra metodista en Brasil. Luego el pastor Junius Newman retomó en 1867 la misión intentando fundar una iglesia evangélica sin denominación reuniendo metodistas, bautistas y presbiterianos, pero su intentó no prosperó debido a que las demás iglesias abrieron sus propios templos denominacionales. A continuación se abocó a consolidar la obra metodista hasta que en 1876 la Iglesia Metodista Episcopal del Sur envió su primer misionero, el pastor J.J. Ranson quien es reconocido como el organizador de la iglesia en Brasil.
El primer obispo que visitó la obra fue John C. Granbery en 1886. En septiembre organizó la Misión en Conferencia Anual con tres predicadores misioneros ordenados. Había siete congregaciones, seis predicadores locales, 211 miembros, 42 probandos, seis escuelas dominicales, una escuela para niñas con 70 inscriptas. Se ha dicho que esta fue la Conferencia Anual más pequeña que jamás se hubiera organizado en la historia del metodismo. Habían pasado 50 años de la visita del pastor Fountine E.Pitts y recién ahora con nuevos misioneros la obra se afianzó con la predicación en portugués –la lengua del país- e inglés. La obra desarrollada por la Iglesia Metodista Episcopal del Norte en la ciudad de Río Grande do Sul se unificó con la de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en 1900.
Paraguay
La presencia Metodista en Paraguay se remonta a 1879 siendo hasta 1916 la primera Iglesia Evangélica con varias congregaciones y dos colegios. En la Conferencia Misionera de Panamá de 1916 se decide que la misión metodista pasa a la Iglesia Discípulos de Cristo por razones económicas y estratégicas. Esta misión Discípulo de Cristo prosperó y es actualmente una iglesia consolidada. Pero en 1988 –y por iniciativa de misioneros provenientes del Brasil- se inicia una obra metodista la que se extiende rápidamente llegando a constituir unas 20 congregaciones en cinco departamentos del país. La particularidad de esta nueva iglesia metodista es que en ella se predica en cuatro lenguas de muy diverso origen: en guaraní y toba –dos lenguas nativas del país-, en coreano por las comunidades de inmigrantes de ese país asiático, y obviamente en castellano, la lengua occidental traída por los españoles.
Perú
La costa del Pacífico de América del sur tiene su primer misionero en 1859 cuando arriba el pastor James Swaney ministro metodista quien predica en inglés a los extranjeros residentes en Lima y en el puerto de El Callao. Al año siguiente organiza la congregación e inicia la historia del metodismo en Perú. A continuación llega el pastor Guillermo Taylor (1877) pero su ministerio se ve interrumpido por problemas económicos y la guerra del Pacífico entre Perú, Bolivia y Chile. Poco después visita Perú desde Argentina Francisco Penzotti -quien era colportor de la Sociedad Bíblica Americana- y retoma la tarea de evangelización, la que culmina en julio de 1888 realizando el primer culto formal. Poco tiempo pasa y el 10 de enero de 1889 Penzotti funda la Iglesia Metodista Episcopal de El Callao, la primera congregación evangélica en el país. Eran tiempos difíciles y Penzotti debió sufrir la cárcel por su trabajo de evangelización. En 1890 se lleva a cabo la Primera Conferencia Trimestral de la Iglesia Metodista en el Callao la que es presidida por el Charles W. Drees. En 1891 llega desde Montevideo y como misionero el pastor Thomas Wood quien –al igual que en Uruguay- desarrolla una amplia labor educativa. Un año más y se funda la Primera Iglesia Metodista en Lima, capital del Perú. En los años siguientes la obra pastoral y educativa crece en todo el país.
México
En México confluyen los esfuerzos misioneros de los metodistas del norte y del sur de los EEUU. Esto lleva a que por cincuenta años haya dos expresiones del metodismo que actúan de manera independiente. Felizmente hacia 1930 se dan pasos para unificar la obra y dar así un testimonio a todos los metodistas señalando que la misión debe llamarnos a superar las diferencias internas.
En el comienzo es la Iglesia Metodista Episcopal del Norte en EE.UU. que respalda la visita al país del Obispo Gilberto Haven en 1872. Esté viajó como pasajero en el primer recorrido del ferrocarril hecho desde Veracruz a la ciudad de México. Regresa a EE. UU en 1873 destacando en su informe que la oportunidad de trabajo era brillante. En consecuencia a poco de su informe llega a la ciudad de México el Guillermo Butler como misionero, quien compra el actual edificio de calle Gante 5. Dicho edificio perteneció a los franciscanos y se estima que la construcción se remonta al año 1500. Para comenzar su labor Butler se conectó con un buen número de personas que ya eran evangélicos entre los que también había ex–sacerdotes católicos. Con ellos inicia la obra de la Iglesia Metodista que en poco tiempo se extiende a las ciudades de Puebla, Pachuca, Orizaba, Querétaro, Guanajuato y Oaxaca. Uno de los problemas más serios que debió afrontar es el explícito rechazo y hostilidad de la Iglesia Católica quienes llegaron a agredir a pastores y laicos, sucediéndose varios casos en los que les costó la vida.
Por su parte la Iglesia Metodista Episcopal del Sur enviaba al Obispo Juan C. Keener quien llega a la ciudad de México en 1873. Mientras tanto en la frontera norte del país los pastores Alejandro H. Southerland y Guillermo M. Patterson iniciaban la obra de evangelización que se extendió a la zona central. La obra crece y se consolida en las ciudades de Toluca, el Oro, Guadalajara, San Luís Potosí, Monterrey, Saltillo, Nuevo Laredo, Torreón, Chihuaha, Juárez y Durango. En 1885 se organizó en la ciudad de México la Primera Conferencia Anual de la Iglesia Metodista Episcopal de Norte presidida por el Obispo Guillermo L. Harris, mientras que en el mismo año se organiza la Conferencia Anual de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur presidida por el Obispo Holand N. Mc.Tyre.
Es recién en el año 1923 que ambas ramas del metodismo toman seriamente la posibilidad de unirse en un solo cuerpo eclesial y en 1925 el Obispo Jorge A. Miller de la Iglesia Metodista Episcopal del Norte redactó un proyecto de unificación de ambas expresiones del metodismo. En el mismo colaboró muy vivamente el Obispo Guillermo B. Beauchamp de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur. Ambas ramas aprobaron en principio el proyecto y en 1930 confirman el proceso y toman los acuerdos para la reunificación. En la Disciplina que consensuaron se dice “Por la gracia de Dios se reunió en la ciudad de México el 16 de septiembre de 1930 en el Templo de la Santísima Trinidad la primera Conferencia General de la Iglesia Metodista de México, la cual legisló y reglamentó su primera Disciplina, formuló sus planes de trabajo, eligió y consagró a su primer Obispo el pastor Juan Nicanor Pascoe.”
Nace así la Iglesia Metodista de México, primera iglesia autónoma respecto a la iglesia madre de los EEUU. Es significativo hacer notar que esta autonomía significó la unidad plena de las dos ramas del metodismo en que se dividía el metodismo de los EEUU.
Chile
Se debe a William Taylor, un hombre de espíritu misionero que había desarrollado su ministerio en Australia e India, que se iniciara la obra metodista en Chile. Debido a las dificultades financieras de la Junta de Misiones decide iniciar la obra a partir de colegios que los comerciantes y empresario metodistas de Chile y Perú estaban dispuestos a crear y financiar para la educación de sus hijos. Así los maestros serían a la vez docentes y predicadores, y hacia 1877 para tal fin consiguió 17 misioneros. La obra tuvo muchas dificultades sin embargo se fundaron colegios en Tacna, Iquique, Antofagasta, Copiapó, Coquimbo, Santiago y Concepción, funcionando las escuelas como base para la evangelización y la formación de congregaciones. En 1888 llegó a Chile el Rev. Goddsel F. Arms con su esposa Ida Taggard. Consolidó la obra y desarrolló actividades de evangelización en el sur del país. En 1897 se organizó la Conferencia Anual.
Costa Rica y Panamá
El primer indicio de la presencia metodista data de 1881 con la visita del incansable pastor William Taylor. A partir de ese año se sabe de la visita regular cada año del colportor metodista Francisco Penzoti, quien trabajaba para la Sociedad Bíblica Americana. En 1920 es creada la Conferencia Misionera que abarcará Costa Rica y Panamá. Alajuela se constituye en el centro de la obra, y en 1921 la misionera Louis Fiske inicia un programa educativo de escuela diaria en la ciudad de San José, capital del país. Durante los años 1922 a 1927 se llevan a cabo importantes esfuerzos en evangelización y la obra crece en extensión.
Los primeros misioneros que llegaron a Panamá fueron el pastor John Elkins y su esposa enviados en 1906 por la Junta de Misiones Extranjeras de New York. Otros documentos afirman que fue el pastor Thomas Wood el primer misionero que llega a Panamá antes que aquellos en 1904, luego de que los Estados Unidos habían comprado los derechos a Francia para continuar la construcción del Canal de Panamá. Thomas Wood fue un misionero empleado por el gobierno norteamericano para servir entre sus compatriotas, sin embargo visitó todo el istmo de Panamá predicando y trabajando entre los panameños. El pastor Wood pensó que El Malecón sería un buen lugar para construir una iglesia y un colegio, por ello solicitó a la Junta de Misiones realizar los estudios de factibilidad. Sería así como en respuesta a esa solicitud la Junta de Misiones habría enviado al pastor Elkins quien llega a Panamá y entre sus gestiones habría obtenido la aprobación de la construcción del templo. En ese tiempo Clara Peña, de origen colombiana y perteneciente a la Iglesia Presbiteriana, acepta servir como maestra. Como en muchos otros casos en AL, en el mismo lugar se hacían los cultos, la escuela dominical y se desarrollaban programas de servicio. En las décadas siguientes la Iglesia Evangélica Metodista se extendió por el país y consolidó su misión pastoral y educativa.
Cuba
La Conferencia Anual de la Iglesia Metodista del Sur nombra en 1873 al pastor Carlos A. Fulwood al frente de Stone Church en Cayo Hueso. Junto con el colportor Francisco Díaz comienza la labor de evangelización entre la comunidad cubana que ya existía en esa localidad. En noviembre de 1873 es nombrado el pastor José E Vanduzer para la misión cubana en Cayo Hueso quien muere de fiebre amarilla en 1875.
En 1883 la Conferencia Anual de Florida reunió fondos para que Enrique Benito Someillán y Aurelio Silveira fueran a La Habana donde establecieron una capilla en un salón prestado y establece una pequeña comunidad metodista. En 1889 la Junta General de Misiones envía al pastor Ranson y en 1890 es nombrado el pastor Clemente Moya quien desarrolla un importante trabajo educativo. En 1898 el Obispo Warren A. Candler de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur y W. R. Lambuth visitan varias ciudades cubanas entre ella La Habana, Cien Fuegos, Sagua la Grande, Caibarién, Santa Clara, Manzanillo, Santiago de Cuba, Cárdenas y Matanzas. El Obispo invitó también a David W. Carter misionero en México para explorar las posibilidades de misión en la isla, destacándose en su informe el siguiente párrafo: “Si tuviéramos hombres consagrados poseyendo el español, podríamos sin demora formar congregaciones en todos los pueblos”. En respuesta a este llamado la Conferencia Anual de la Florida presidida por el Obispo Candler resolvió crear el Distrito Misionero de Cayo Hueso en la isla de Cuba y hacer nombramientos pastorales en La Habana, Matanzas, Cárdenas y Caibarién, Cienfuegos, Santiago de Cuba y Manzanillo nombrando al pastor Baker como Secretario de Misiones para Cuba.
Puerto Rico
En 1899 dos representantes de la Sociedad Misionera visitan la isla con el fin de ver las posibilidades de iniciar la obra misionera. Los visitantes el Obispo William Xavier Ninde y el pastor Leonard presentan un informe en base al cual en el año siguiente es enviado a Puerto Rico Charles W. Drees como misionero de la Iglesia Metodista Episcopal, luego de varios años de trabajo en Argentina. En cuatro años estableció la obra en la ciudad de San Juan, Guayama, Arecibo, Vieques, Ponce y otros lugares. Consiguió también el nombramiento de varios misioneros como John Volver, T.M. Hardwood, Samuel Culpeper, Manuel Andújzar, Aquiles H. Lambert y Meter Van Fleet. En 1903 organizó la publicación “El Defensor Cristiano”. Su preocupación por formar pastores locales lo llevó a capacitar y designar a tres pastores puertorriqueños: Juan Vázquez, Genaro Cotto y Enrique Cuervos.
En 1905 el Drees fue reemplazado por Benjamín. S. Haywood quien sirvió durante nueve años como Superintendente de la Iglesia. En su período se llegó a tener 32 congregaciones, siete misioneros, 25 pastores puertorriqueños, diez nuevos edificios, dos orfanatos y más de 25 capillas rurales. En 1913 se constituye como Conferencia Misionera de la Iglesia Metodista Episcopal. En 1941 pasa a ser Conferencia Anual Provisional y en 1968 es reconocida como Conferencia Anual de la Iglesia Metodista Unida. Llega a su condición de Iglesia autónoma afiliada en 1992 y en 1993 se constituye como la Iglesia Metodista de Puerto Rico.
Bolivia
En 1906 llegan a La Paz los esposos Harrigton, coincidiendo con la aprobación por el Parlamento de la ley de libertad de cultos. Poco tiempo después propone al gobierno la creación de un instituto educativo metodista y nace el Instituto Americano en La Paz el que se desarrolla especialmente entre las familias de clase alta de la ciudad. En 1912 los misioneros Metodistas John E. Washburn y su esposa fundaron el Instituto Americano de Cochabamba. Otros misioneros reconocidos fueron los esposos Hartzel quienes también sirvieron en Chile y Panamá. La obra educativa y pastoral en Bolivia se desarrolló luego tanto entre la población blanca como entre los pueblos indígenas del Altiplano Boliviano. Hacia fines del siglo XX es una iglesia de mayoría indígena.
República Dominicana
En la segunda década del siglo pasado los metodistas, presbiterianos y Hermanos Unidos decidieron aunar esfuerzos para iniciar la obra misionera en la isla. Por este camino en 1922 surge la Iglesia Evangélica Dominicana. En 1932 se unen los Metodistas Wesleyanos quienes ya trabajaban en el territorio y en 1960 lo hacen los Moravos quienes desde comienzo del siglo estaban presentes en el país. Juntos ejercieron la misión en cuatro áreas: religiosa, de la salud, social y educativa. La Iglesia Evangélica fue pionera al implementar planes de alfabetización de adultos y escuelas parroquiales, asimismo en sus programas recreativos y desarrollo humano. En los últimos años está modificando su organización para constituirse en la Iglesia Metodista del país.
Guatemala
Producto de la obra misionera de una iglesia metodista independiente de EE.UU. en Guatemala es reconocida por el gobierno en 1938. Desarrolla su misión combinando las tareas educativas y congregacionales. Con el tiempo va creciendo su pertenencia a las comunidades indígenas, especialmente la quiché. Hacia 1980 las congregaciones poseen una manifiesta identidad indígena y se constituye bajo el nombre de Iglesia Evangélica Nacional Metodista Primita de Guatemala, adoptando una estructura presidencial de gobierno.
Ecuador
Los inicios de la Iglesia se remontan al comienzo del siglo pasado con la fundación de dos colegios. Mas tarde se crea la Misión Indígena Andina, relacionada con la Iglesia Metodista de los EE.UU, y posteriormente la comunidad metodista se integra en la Iglesia Evangélica Unida junto a presbiterianos, Discípulos de Cristo y Hermanos. En 1988 la Asamblea General comienza el proceso para adoptar la identidad metodista que culmina en 2002 constituyéndose como Iglesia Evangélica Metodista Unida del Ecuador.
Colombia
En 1981 los Obispos Armando Rodríguez de Cuba y Joel Mora de la Conferencia Episcopal del Norte de México se contactan en Colombia con el pastor Gustavo Tibasosa Quiroga a fin de comenzar la obra metodista. La iniciativa fue de CIEMAL pero se vio obstaculizada por conflictos internos lo que llevó a un tiempo de inacción hasta 1987 cuando se retoman los contactos por intermedio del pastor Luís Castiblanco. En 1995 se realiza un ciclo de capacitación liderado por el Obispo Isaías Gutiérrez de Chile y se intensifica la misión en los campos social y de salud. La obra se extendió por el país con el apoyo de la Junta General de Ministerios Globales. En su organización adoptó la forma episcopal de gobierno siendo el Obispo Juan Alberto Cardona el primero en ocupar dicha función.
Las iglesias emergentes
Hacia fines del siglo XX y por una combinación de iniciativas locales y el impulso de CIEMAL se comienza la obra en cuatro países donde hasta entonces no había iglesias metodistas. Se las denomina “iglesias emergentes”, un nombre que perderán en la medida que se consoliden como comunidades.
Nicaragua y Venezuela
Por iniciativa de CIEMAL y el apoyo de la JBGM y el Concilio de Obispos de la Iglesia Metodista Unida se realizó en Managua –capital de Nicaragua- el Encuentro Episcopal por la Paz en el año 1989.
Esto permitió importantes contactos en el país y en 199l el profesor Rubén Pack, metodista argentino residente en Managua recibe la responsabilidad de conducir el proceso. La obra se consolida en Managua con algunas congregaciones y un buen trabajo social-educativo. Un documento preparado por el liderazgo nicaragüense dice “desde el comienzo nuestro caminar ha sido acompañado y apoyado por CIEMAL en primer lugar, quien comenzó formalmente la obra en Nicaragua y por la Junta de Ministerios Globales y la División de Mujeres” de los EEUU.
La presencia del metodismo en Venezuela data del comienzo de la década del noventa cuando el Obispo Paulo Lockmann del Brasil fue contactado por Francisco Mendoza quien lideraba un grupo de creyentes. Siguió una visita oficial en octubre de 1991 del Obispo y el Secretario General de CIEMAL pastor Clory Trindade de Oliveira y el prof. Mercio Meneguetti. Posteriormente se le encomendó al Obispo Isaías Gutiérrez el acompañamiento pastoral a la naciente Comunidad Cristiana Metodista la cual tiene el reconocimiento de CIEMAL como Iglesia Emergente. Trabaja en los barrios más pobres de los alrededores de Maracaibo, en la isla San Carlos y en la localidad de Carolita y Barinas en el interior del país.
El Salvador y Honduras
En El Salvador la obra comienza en la ciudad de Ahuachapan, localidad cercana a la frontera con Guatemala. El pastor Juan F. Mayorga toma contacto con la Junta General de Ministerios Globales y recibe a la vez apoyo desde CIEMAL. En 1994 se comienza la tarea pastoral y al año siguiente se lleva a cabo un taller de capacitación en Cuba al que asisten dos líderes de esta naciente iglesia. La obra se extendió luego a la capital del país.
Es en 1996 cuando por iniciativa de la JBGM se comienzan los preparativos para establecer la Iglesia Metodista en Honduras. Se designó al Obispo Armando Rodríguez y su esposa Alida E. Rodríguez como misioneros. En un informe que ellos presentan en marzo de 1999 “la marcha del trabajo religioso se sigue afirmando y desarrollando adecuadamente. En la Colonia Loas Alps es donde ha habido mayor crecimiento. La Iglesia Metodista de Puerto Rico colaboró con la obra aportando apoyo pastoral y financiero. CIEMAL estuvo presente con visitas de su presidente el Obispo Isaías Gutiérrez y los secretarios generales.
IV. Evaluación y proyección del metodismo en América Latina
a. La autonomía y la creación de CIEMAL
Una fecha que es crucial en la historia del metodismo en América Latina es el año 1969. En esa fecha se producen dos hechos vinculados entre sí y un tercero a tener en cuenta: el primero es la llamada autonomía de las iglesias metodistas de América Latina respecto de la Iglesia Metodista Unida y la segunda es la creación –en realidad un año después, en 1970- del Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina (CIEMAL). Ambos hechos van de la mano y deben entenderse como la culminación de un largo proceso. En él convergen diversas líneas de acción y se entretejen cuestiones teológicas, políticas y misioneras. El tercero es de otra índole y consiste en que para ese entonces se plasma entre los metodistas latinoamericanos la necesidad de ir hacia una teología política que dé respuestas a las necesidades y reclamos del continente. Esto va a expresarse en los distintos países en la adscripción a la naciente teología de la liberación, incluso aportando algunos de sus mejores exponentes.[8] De la mano con esta toma de conciencia va la participación de los metodistas latinoamericanos en el movimiento ecuménico, al que ofrecen un fuerte liderazgo.[9] Vamos a intentar una síntesis para luego proponer lo que podemos llamar una proyección al futuro del metodismo en estas tierras.
Con excepción de las iglesias de México y Brasil que eran autónomas desde 1930, las restantes iglesias metodistas de América Latina fueron declaradas autónomas en 1969. Esto comenzó como un proceso que por un lado era reclamado por las iglesias latinoamericanas en vista de su creciente madurez y búsqueda de afianzarse en la cultura de cada país, y por otro lado por la necesidad de esas iglesias de tomar distancia de lo que viniera de los EEUU, que para ese entonces sufría el desprestigio de Vietnam, la evidencia de dolorosas situaciones internas puestas de manifiesto en las luchas que habían sido lideradas por el Pastor Martin L. King, y el impacto de la revolución cubana (1959) en el ideario de los pueblos pobres de América Latina. A su vez, ya no podía sostenerse un metodismo ligado a los EE.UU. al punto de que sus obispos fueran designados desde ese país y que su liderazgo pastoral todavía en buena medida continuaba dependiendo de misioneros. En ese contexto fue que los metodistas latinoamericanos buscaban un modo de relación más flexible con su iglesia madre cuando por decisión unilateral de la Iglesia Metodista Unida (IMU) se estableció la autonomía de las iglesias latinoamericanas. Si bien fue una decisión apresurada y es probable que no todo el metodismo de AL tuviera suficientes recursos humanos y teológicos como para asumir la totalidad de la responsabilidades eclesiales, la realidad es que la autonomía catalizó un fuerte proceso de identificación de los metodistas con las luchas y esperanzas de cada país y del continente y se comenzó a caminar hacia formas litúrgicas, teológicas y pastorales más adecuadas a la realidad del continente. Esto se vio fuertemente impulsado por la creación de CIEMAL, el Consejo que agrupó a las iglesias metodistas y les dio coherencia continental a través de proyectos comunes y de su Consejo de Obispos. Por otra parte es interesante observar que a cuatro décadas de aquella autonomía casi forzada se ha iniciado de ambos lados (el metodismo latinoamericano representado por CIEMAL, y la IMU) una ronda de diálogo tendiente a evaluar y revisar el concepto de autonomía y a buscar restablecer una relación eclesial que vaya más allá de los aportes económicos que la iglesia del norte pudiera acercar a las del sur[10]. El metodismo latinoamericano del siglo XXI cuenta con teólogos de primera línea, una larga experiencia en cuestiones misioneras, de defensa de los derechos humanos, de luchas sociales y de evangelización, que bien puede contribuir a dinamizar algunos aspectos de la vida de la IMU y del metodismo en su conjunto. En este espacio de diálogo uno de los puntos centrales a evaluar es cómo se compatibiliza la conexionalidad metodista con el concepto de iglesia autónoma. Otro es qué significa ser metodista y pertenecer a esa Iglesia que es parte de la iglesia “universal” cuando a las iglesias de AL se las define por su identidad nacional (del Perú, de Uruguay, etc.) y se la declara autónomas del resto del cuerpo. En las Iglesias latinoamericanas hay un sentimiento de que la autonomía si bien dio frutos muy valiosos también dejó a las iglesias en cierta orfandad respecto al resto del cuerpo metodista, una carencia que solo muy parcialmente se corrige con la participación en el Concilio Mundial Metodista, una organización que tiene más el aspecto de un encuentro fraternal entre iglesias hermanas que la de un cuerpo único que celebra una fe dentro de una tradición común, cosa que se hace evidente ante su incapacidad de decisión respecto a cuestiones doctrinales o a elementos que hacen a la constitución de esa identidad común. Son preguntas básicamente eclesiológicas que urgen ser respondidas. En 2007 se reunieron en Panamá representantes de ambos cuerpos (CIEMAL y IMU) y acordaron continuar las conversaciones tendientes a fortalecer los lazos conexionales en aspectos programáticos y misioneros. Los próximos años probablemente muestren un mayor acercamiento y un nuevo modo de reconstituir la comunidad metodista internacional sobre lazos más firmes que los implicados en la expresión “iglesia autónoma”.
b. Nuevas formas litúrgicas y ecumenismo
Al cabo de casi dos siglos de metodismo en América Latina se puede decir que solo en los últimos cincuenta años se han producido cambios litúrgicos que expresan su carácter de iglesia criolla. En el área del canto la mayoría de las iglesias han ido incorporando paulatinamente junto a los clásicos himnos protestantes y metodistas, ritmos populares, letras afines a los problemas del continente, y con ellas, una búsqueda de superar el carácter marcadamente extranjero de la himnología traída por los misioneros durante el primer siglo y medio. Esta evolución se vio primero cristalizada en las sucesivas ediciones del Cancionero Abierto[11] que si bien es un producto ecuménico desde un comienzo fue ideado y compuesto por un grupo de personas con una importante presencia de metodistas. Estos cambios en el canto fueron acompañados por cambios en las liturgias, en busca de un lenguaje que interpretara los modos y estilos latinoamericanos. Así la liturgia “metodista” fue ganando en espontaneidad y accediendo a formas más sensibles al espíritu de los distintos pueblos donde la Iglesia desarrolla su misión. El Manual de Culto traducido del inglés cedió terreno frente al Festejamos juntos al Señor [12] elaborado por CIEMAL y distribuido en todo el continente. Lo mismo puede decirse de las formas de alabanza, que a partir de los clásicos cultos metodistas fueron desarrollando formas propias, adoptando elementos de otras tradiciones, y en el último tiempo de otras diversas expresiones evangélicas de AL. En el campo litúrgico podemos decir que en el metodismo de AL hay un ecumenismo transversal que se expresa en la adopción de formas litúrgicas, de modos de hacer misión, etc. que provienen de otras tradiciones eclesiales. Esto último se incorpora por efecto de la cultura evangélica en que está inmerso y sin que necesariamente haya un acto conciente de adoptar tal o cual forma litúrgica o eclesial. Este proceso lo evaluamos como a la vez una bendición y un llamado a estar alerta. Es bendición por que se ha crecido en capacidad de gestar un lenguaje propio del metodismo latinoamericano en consonancia con otras expresiones religiosas, y porque con el devenir de los años se ha terminado de erradicar esa impronta de iglesia extranjera, que nunca quiso tener pero que el propio ambiente religioso de AL le impuso. Pero la pregunta es cuál es el límite para las formas nuevas litúrgicas, hímnicas y pastorales después del cual comienza a desdibujarse la pertenencia a la grey metodista; es la pregunta ¿qué es lo que hace metodista a una comunidad de personas creyentes? No es fácil responderla en AL donde el metodismo ha adoptado según la región formas pentecostales combinadas con lo que podemos llamar el “evangelio social”, donde ha desarrollado un ministerio en la lucha por la defensa de los derechos humanos junto a una espiritualidad ecuménica en diálogo con otras expresiones de la fe, donde ha combinado canto popular con himnos wesleyanos, y donde la búsqueda de una actitud misionera propia la ha llevado a explorar nuevas formas de relacionarse con el pueblo mayormente católico romano. Es probable que la identidad del metodismo latinoamericano esté en la combinación de varios de estos elementos junto al reconocimiento de la herencia teológica y pastoral recibida de sus mayores. Pero lo que se ha hecho evidente en los últimos años es que el metodismo latinoamericano debe encontrar una base común doctrinal y misionera que exprese su identidad y pertenencia al metodista universal o estará en riesgo de perder algunos de los elementos básicos que lo conforman[13]. Cuando en 2006 la Asamblea General de la Iglesia Metodista del Brasil votó retirarse de toda organización ecuménica donde estuviera presente la Iglesia Católica, muchos metodistas latinoamericanos se preguntaron si la negativa a dialogar y colaborar con una Iglesia cristiana hermana no hacía perder una de las marcas del ser metodista. En el mismo sentido el retiro del metodismo cubano del Seminario Teológico de Matanzas donde por décadas se formaron sus pastores junto con Presbiterianos y Anglicanos también puede ser visto como un síntoma de pérdida de identidad metodista y de una búsqueda de reconstruirla por fuera de los parámetros que marcaron hasta comienzos de este siglo al metodismo en AL.
Al comenzar el siglo XXI el metodismo en AL ha sabido absorber la riqueza de la diversidad cultural de este continente, a la vez que tiene como desafío encontrar el lenguaje común que lo hermana y une con el resto de la comunidad metodista en el mundo. Esa búsqueda no es distinta de la que tuvieron los primeros cristianos que a partir de una fe construida sobre Escrituras semitas se vieron confrontados en pocas décadas con la cultura romana. Ellos encontraron las palabras para anunciar el evangelio a un mundo distinto preservando lo esencial de su mensaje. El metodismo en América Latina tiene por delante una tarea similar.
Bibliografía
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[1] Agradezco al Prof. Daniel Bruno por acercarme información y consejo en la confección de este trabajo.
[2] Este artículo en su primera edición salió con el título de “Methodism in Latin America” en William Abraham and James Kirby (eds.), The Oxford Handbook of Methodism Studies, Oxford University Press, Oxford, 2009, págs. 139-154. Agradezco al Prof. Daniel Bruno por acercarme información y consejo en la confección de este trabajo.
[3] La distinción entre iglesia “misionera” e iglesia “de transplante” alude a que las primeras se dirigían a la población local utilizando su idioma y buscando adoptar sus rasgos culturales, mientras que las segundas respondían a comunidades extranjeras que importaban de Europa su idioma y su iglesia y buscaban preservar sus rasgos propios estableciendo una mayor distancia de la cultura criolla; para una descripción de los modelos cf. D’Epinay: 1968.
[4] En cierta medida el vacío actual de una historia del metodismo en América Latina se puede llenar parcialmente siguiendo las historias del protestantismo general en el continente. Las diferencias teológicas con Presbiterianos y luego Bautistas no llegan a impedir que haya una mucho mayor cantidad de elementos conceptuales comunes que permiten unificar criterios y lograr una figura común en varios aspectos. La hostilidad del catolicismo forjó en ellas elementos comunes de “defensa” (litúrgicos, hímnicos, arquitectura de los templos, etc.) que en cierto sentido unificaron sus teologías y minimizaron sus diferencias. Cf. Bastián: 1990.
[5] Para un análisis y evaluación cf. Míguez Bonino, 1983: 21, passim.
[6] La recopilación de los datos se la debo al Obispo Aldo Etchegoyen, 2007, quien generosamente me facilitó su trabajo del que hemos tomado la mayoría de la información aquí presentada.
[7] Hay otras entidades que aunque ecuménicas estuvieron muy cerca de la Iglesia Metodista en todo su desarrollo y fueron en algunos casos pilares sobre los que también se desarrolló su misión. Nos referimos a las Sociedad Bíblica Argentina, a la YMCA, y a diversos movimientos estudiantiles universitarios. Un caso distinto pero de similar significación fue la adscripción de muchos líderes metodistas a la masonería. Su historia y relación exceden los límites de este trabajo, pero puede verse en este mismo número el trabajo Estaban entre nosotros y no lo sabíamos de Mirtha Coitinho Machiarena.
[8] Cf. Míguez Bonino, 1975; Arias, 1973.
[9] Es muy significativa la presencia de metodistas latinoamericanos en el mundo ecuménico a partir de 1960. Como un ejemplo destacado se puede considerar la trayectoria del Pastor uruguayo Emilio Castro quien culmina su carrera como Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias (1985-1992), y la del Obispo argentino Federico Pagura quien fuera fundador y primer presidente –junto con otros dos obispos- del Consejo Latinoamericano de Iglesias (1978-1995).
[10] Hay pocos trabajos que analicen las consecuencias de la autonomía sobre las iglesias metodistas de América Latina, para el caso argentino cf. Robinson, 2007.
[11] Este cancionero fue un hito en la himnología latinoamericana pues comenzó a recopilar canciones con ritmos populares y letras vinculadas a las nuevas corrientes teológicas del continente. Muchas de esas canciones se han transformado en clásicos del canto popular evangélico, han sido traducidas a varios idiomas y se han incorporado al canto de la Iglesia alrededor del mundo; cf. ISEDET, 1993.
[12] CIEMAL, 1989.
[13] La búsqueda de revisar nuestra herencia metodista y compararla con el pensamiento de John Wesley se vio fuertemente impulsada por la edición en castellano de las Obras de Wesley, bajo la dirección de Justo L. González.