La represión del brote “modernista”
Teología e Historia, Volumen 3 y 4, Año 2005, pp. 101-132 ISSN 1667-3735
Resumen
Entre 1896 y 1924 se desató una fuerte controversia interna dentro del metodismo argentino entre la generación fundadora de la misión y una nueva generación de líderes que encarnaban a las temidas corrientes “modernistas” locales. La búsqueda de esencias y verdades absolutas había llevado a la generación metodista del 80 a posturas intransigentes en cuanto a “lo verdadero” en oposición a “lo falso”. En la década de los 90, un dique, hasta ese momento contenido, se rompió dentro de la misión provocando un nuevo frente de controversia, ahora en el seno mismo del metodismo.
Abstract
Between the years 1896 and 1924 a strong controversy broke up among the Methodists in the Rio de la Plata region. The founding generation of the mission crashed frontally with the new modern illustrated generation of pastors. The “feared modernism” were detected among methodist lines. This article depicts two stages of that battle, the first against the “High Critic” and the second against “evolutionism.” Two steps on the same process in which early argentine methodism showed its most conservative face.
Palabras claves: Metodismo – Modernismo – Alta crítica bíblica– Evolución – Conflicto ciencia y religión
Key Words: Methodism – Modernism – Biblical High Critic – Evolution – Science and Religion Clash
En la última mitad del siglo diecinueve terminó de armarse la cosmovisión occidental que explicaba el mundo “sin ayudas externas”, fue la proclamación de un escenario en el que todo era previsible por el cálculo y demostrable a través de la ciencia. Un sentir generalizado de que la meta humana estaba siendo alcanzada.
El positivismo impregnó todos las disciplinas, no solo buscó la eliminación del error y la armonía del cosmos a través del impulso de las ciencias exactas y naturales, sino también en las ciencias sociales y filosóficas, eliminando toda explicación metafísica o míticas del mundo. En 1859 Darwin publica La evolución de las especies que repercute no solo en el ámbito de las ciencias naturales relacionadas con la geología y la paleontología, sino la historia, la sociología, el estudio de la Biblia y la historia de la doctrina cristiana. Las teorías organicistas ganan cada vez más espacio para interpretar fenómenos de carácter social. El impacto de esta cosmovisión en la teología y las ciencias bíblicas fue determinante.
Albrecht Ritschl marcó el punto de inflexión en la teología sistemática. Rompió con las teologías racionalistas de la escolástica luterana y llevó la reflexión teológica al campo de la responsabilidad ética. Influenciado por la filosofía kantiana, particularmente por su concepto de la religión como un cuerpo de principios morales, Ritschl elabora su teología enfatizando el valor práctico y ético de la vida cristiana. Rescata al Jesús histórico como el centro de la revelación de Dios. Y a la comunidad cristiana como el cuerpo activo de Jesús que actualiza el amor de Dios. La práctica del amor cristiano llevaría a la organización moral de la humanidad, el Reino de Dios según Ritschl. La obra que mejor refleja su pensamiento es La doctrina cristiana de la justificación y la redención (Die Christliche Lehre von der Rechtfertigung und Versöhnung) aparecida entre 1870 y 1874 en Alemania e impacta en los seminarios del Este de los Estados Unidos en las últimas dos décadas del siglo diecinueve. Antes de esto tanto Henry Ward Beecher, congregacionalista de Brooklyn y Phillip Brooks, presbiteriano en Boston abrieron el camino de la teología liberal en los Estados Unidos, camino que fue al mismo tiempo el marco teológico dentro del cual se gestaría el evangelio social.
Por su parte en 1878 Julius Wellhausen publica su Historia de Israel obra fundamental que abrió para siempre una brecha entre los partidarios de la inerrancia bíblica y la inspiración verbal de los textos sagrados y los que como Wellhausen comenzaron a interpretar los textos bíblicos como una construcción histórica y cultural. En 1885 Adolph Von Harnack discípulo de Welhausen publica el primer volumen de lo que sería otra obra determinante en el desarrollo de la teología liberal, la Historia del desarrollo del Dogma, traducida al inglés entre 1894-1899. En su trabajo Harnack centra la construcción del dogma en el esquema del sistema doctrinario del siglo cuarto. La fe cristiana tuvo sus orígenes y desarrollo temprano en una relación muy estrecha y interconectada con la filosofía griega por lo cual muchas de las afirmaciones doctrinales no son esenciales para la fe cristiana sino simple ropaje cultural en que este se expresó. Esta idea sería posteriormente desarrollada en sus conferencias La esencia del cristianismo, en 1900.
Si bien el metodismo argentino formaba parte del bloque liberal que junto con la masonería y los políticos lucharon contra el “oscurantismo” clerical, esta alianza no era en absoluto monolítica, sino que presentaba zonas de convivencia ríspida. La frontera más conflictiva para esta alianza quedó establecida cuando el liberalismo romántico comenzó a mostrar, hacia fines de siglo, su nuevo rostro positivista cientificista.
Los metodistas podían compartir con los comtianos y spencerianos el tono eticista de sus cosmovisiones, y las campañas morales destinadas a cambiar los hábitos de las personas a través de las luchas anti-alcoholismo, anti-tabaquismo, esperantismo, etc, hecho que les permitió convivir en un espacio común con la sub-cultura librepensadora del Buenos Aires de fin de siglo. Es cierto además que ambos compartían una fe ingenua en la modificación masiva y radical de las conductas. Y que este cambio lo traería el Progreso, lineal e ilimitado.
Pero los metodistas nunca se sentirían aliados de los positivistas. Ambos postulaban credos similares de dioses diferentes.
La generación metodista del 80, expresaba en su ideología un “evangelicalismo conservador”, estructurado por una teología bíblica-kerygmática basada en una lectura literal de la Biblia.
Esta característica llevará a la mayoría de los líderes a una oposición entre la ciencia y la fe, y será también la brecha que se transformaría, ya entrado el nuevo siglo, en un neto corte generacional teológico e ideológico que se instalaría en diversos aspectos de la vida de la iglesia.
Mientras los positivistas podían afirmar el triunfo inexorable del dios progreso a través de su mesías: la ciencia, el metodismo invertía la formulación afirmando que el Progreso, sin dudas la salvación para la humanidad, era el resultado directo de la acción del evangelio en el carácter de los individuos:
“ El gran secreto de la prosperidad de los pueblos es llamado Evangelio. Muchos dicen que el progreso de este siglo se debe a los poderosos elementos de la moderna civilización tales como la imprenta, las escuelas, los bancos, los barcos a vapor, los ferrocarriles, el telégrafo. Están equivocados. Estos son los efectos, y no el origen del progreso de la humanidad. Es verdad que el Evangelio está presente en toda influencia progresista, civilizadora y benéfica, sin embargo estos no son el origen de esa influencia, sino las herramientas con que trabaja el gran agente generador de los pueblos…Donde el Evangelio no ha entrado, como en China y Japón, todo está inmóvil.[1]
El progreso es, ante todo, -afirmaba el metodismo- una producción de la voluntad de los individuos, por lo tanto se encuentra vinculado constitutivamente con el carácter y la personalidad, conceptos que emergen de una visión moral del nexo existente entre el cristiano y la sociedad. En este marco la ciencia será un instrumento apto para el progreso siempre y cuando la operen manos moralmente aptas, y solamente el evangelio puede otorgar ese tipo de moralidad.
Pero no fue con la física y la química aplicadas con las que el metodismo tuvo mayor problema, en definitiva estas eran las herramientas privilegiadas y necesarias para el progreso esperado. Estas ciencias, que no comprometían la esencia de las creencias evangélicas, eran para los metodistas respetuosas aliadas.
Sin embargo, la amenaza que percibieron de la ciencia emergente fue el progresivo solapamiento que se iba produciendo entre algunas hipótesis de las ciencias naturales y ciertas “verdades bíblicas”. En esto el metodismo decimonónico fue claramente apologético. Como lo fue también para con las nuevas ideas filosófico–sociales que no encontraban un lugar para Dios en sus postulados
La “armonización” entre fe y ciencia, fue una de las respuestas más osadas a las que el metodismo adhería, cuando esto era posible. El intento de “diálogo” entre la Biblia y la ciencia fue uno de los recursos utilizados por los evangélicos amenazados por el avance de los descubrimientos científicos. Al no diferenciar desde el punto de vista epistemológico los contenidos bíblicos de los científicos y pretendiendo hacerlos dialogar desde un mismo plano de comprensión, la única salida ante una segura colisión era el intento de armonizar ambas “verdades”. Hubo muchos intentos de “armonización”[2], la mayoría con características fuertemente anti-científicas, que disfrazaban estas tendencias con hipótesis forzadas, cercanas al ridículo. Hubo excepciones. Uno de los intentos más serios dentro de este campo, del cual el metodismo pretenderá alimentar a sus escandalizados miembros, es el presentado por John William Dawson[3], como paleontólogo reconocido y como presbiteriano activo, Dawson elaboró la teoría de la “evolución teísta”, una teoría que buscaba llenar los baches a los que la ciencia no podía dar solución. Dawson abre así la posibilidad de un tipo de evolución no darwinista en la que Dios crea los organismos originales de los cuales irán evolucionando algunas especies, otras serán creadas directamente. En esta síntesis llega afirmar que “el hombre es el miembro más reciente del reino animal”[4] su esfuerzo lo lleva a desestimar a los cristianos que se siguen moviendo por sendas paralelas sin buscar esos puntos de contacto: “son cristianos impresentables que descansan orgullosamente en la teología dogmática y tienen la mas despreciable estima de la geología”[5]
El metodismo también estaba en búsqueda de esos “puntos de contacto”, no tanto para entender los avances de la ciencia sino más bien para defender las afirmaciones bíblicas comprometidas por esos avances. Una síntesis del libro de Dawson es publicado en entregas mensuales durante el año 1896 en el Estandarte Evangélico en la sección llamada “Puntos de Contacto entre la Revelación y las Ciencias Naturales”[6] No obstante el planteo de Dawson no siempre era interpretado globalmente por los lectores argentinos, antes bien se recortaban y resaltaban los aspectos en los que algunos creían ver una estocada mortal contra sus oponentes.
Juan Francis Thomson, iniciador del la misión metodista en castellano en Buenos Aires en 1867, había estudiado en la Ohio Wesleyan University y poseía conocimientos de astronomía y ciencias naturales en general, sin embargo su acercamiento a la ciencia era a través de la Biblia y no a la inversa. Hacia fines de siglo diecinueve realizó una gira ofreciendo una conferencia titulada El testimonio de los átomos[7]en la que intentaba demostrar que la ciencia no hace otra cosa que revelar la existencia de Dios. Y con la misma virulencia que combatía al catolicismo lo hacía también contra todo lo que considerara una amenaza contra la verdadera religión.
Fue famosa su intervención durante unas conferencias ofrecidas por el sociólogo positivista italiano Enrico Ferri en el teatro Odeón en Buenos Aires. Thomson públicamente anunció que el mismo día daría una conferencia para refutar punto por punto las afirmaciones de Ferri, cosa que al menos intentó hacer en el templo de la segunda iglesia metodista contra “la filosofía materialista”.[8]
Más destacadas aún fueron sus choques contra las teorías antropológicas de Florentino Ameghino. Alentado por las fisuras que las teorías de Ameghino presentaba para la Academia europea en general, Thomson lo atacaba diciendo que “el señor Ameghino arguye de lo desconocido, de lo indemostrable para explicar lo positivo y existente. Lo que no conoce, pero que propone como verdad científica está en pugna con lo que todos conocemos” [9]
Pero Thomson no estaba interesado en el debate científico entre Ameghino y la Academia, sino en defender el espacio que la ciencia le estaba cooptando a la religión: “cuando me dicen que ha habido un reptil tan grande como un carnero, yo no pretendo contradecirles, pero cuando se lanzan contra las declaraciones explicitas de lo que acepto como una revelación divina, atacándola con meras teorías fundadas en lo que ellos mismos admiten ser cosas desconocidas e imposibles de demostración, yo resisto y me defiendo con los hechos conocidos y susceptibles de pruebas.”[10]
En el campo de las ciencias aplicadas al estudio de la Biblia el metodismo de finales de siglo tampoco mostró la mínima tolerancia. El mundo evangélico se vio profundamente conmovido con el advenimiento de lo que se llamó la “alta crítica” desde la academia alemana y los estudios de Julius Wellhausen (1844-1918) los que remarcaban la íntima relación existente entre la conformación de los escritos del Antiguo Testamento y la historia social y política del pueblo israelita. Esta corriente –decían- cuestiona la fe en la hechura divina de los escritos bíblicos, y por lo tanto niegan su exactitud e inerrancia.
“Thomson era eminentemente fundamentalista[11] –asevera su biógrafo—cuando él se dio cuenta que aparecían en las filas de la Iglesia quienes hallaban placer en cuestionar la revelación divina de la Biblia y que esta contiene un claro y definido mensaje de Dios, se sintió alarmado tanto como San Pablo cuando vio que falsas doctrinas se estaban predicando en las iglesias de Galacia… no cederá ni un palmo de terreno a los que considera peligrosos enemigos de la buena causa y su voz de trueno se deja oír desde el púlpito….los que recuerdan sus sermones frente al avance del modernismo o alta crítica, pueden todavía ver sus ojos chispeantes y sus labios encendidos..”[12]
Para comprender la irrupción de la “amenaza” modernista en la misión metodista del Río dela Plata, debemos reconocer dos momentos claves. El primero se da hacia finales de siglo diecinueve con el surgimiento de los postulados de la alta crítica en el ámbito local. El segundo momento, ya en un contexto distinto y movilizado por una nueva generación, los primeros años de la década del 20 serán testigos de la confrontación “evolucionismo-creacionismo” una nueva faceta del mismo proceso transicional.
“La Alta crítica bíblica”, primera señal de alarma
Hasta 1895 todo este movimiento en el mundo de las ideas y de la academia y su impacto en innumerables temas vinculados con la fe cristiana, habían sido prolijamente bloqueados por la dirigencia metodista local, ya para evitar fragmentaciones, ya porque se encontraban totalmente enfocados en la controversia contra el “íncubo romanista”.
En efecto, la marea modernista que desde hacia diez años agitaba los claustros europeos, no había logrado penetrar en la misión rioplantense. Sin embargo, un misionero que solo permaneció dos años y medio en Buenos Aires fue el que comenzó a debilitar el dique de contención.
Francis D. Tubbs llegó a Buenos Aires a fines de 1894 para ser rector del Instituto de Teología con sede en Mercedes, Provincia de Buenos Aires. Tubbs poseía una sólida preparación académica en el campo de las ciencias naturales con un grado obtenido en la Ohio Wesleyan University. Además se destacaba como exegeta bíblico. En Marzo de 1896 ofrece una conferencia para los estudiantes de teología radicados en Mercedes, BA. sobre los primeros once capítulos del Génesis, en la que subraya el carácter mítico de esos relatos.
Cuando Juan Thomson lo conoció en el Seminario Unido de México y lo invitó para venir a cubrir el puesto de director del Instituto, no se imaginaba que Tubbs era un ferviente defensor de la nueva hermenéutica crítica. Durante los primeros tiempos de su trabajo en Mercedes aún disfrutaba de ciertos espacios abiertos para él en el Estandarte, cosa que comenzaba a exasperar a sus detractores que lo denunciaban como “enemigo de la religión”.
Lejos de amedrentar los ánimos de Tubbs, desde su posición como director del Instituto comenzó a publicar una serie de folletos para los estudiantes que luego se editaron en 1896 como libro bajo el título Elementos de la Hermenéutica Bíblica. Desde la primera página Tubbs marca su tendencia: dedica el libro a sus alumnos del Instituto de Mercedes y el mexicano “y a toda persona que con ardor y en verdad ama la palabra divina-humana”.
El librito de Tubbs de unas 35 páginas marcó una clara línea de partida. Ahora ya nadie podría aducir ignorancia, el enemigo tan temido aparecía frontalmente mostrando todo su juego. Así lo expresaba Pablo Besson, en un artículo refiriéndose a Tubbs: “con esta publicación Ud. demuestra que su enseñanza no es oculta, esotérica, clerical o reservada.”
La publicación era en realidad una guía práctica de ayuda para la interpretación de la Biblia enmarcada claramente en la corriente de la crítica histórica, representada por Wellhausen aunque también presentaba rasgos embrionarios de lo que veinte años más tarde sería conocido como critica de las formas representada principalmente por Hermann Gunkel (1862-1932).
Como claro representante del positivismo, para Tubbs la ciencia de la interpretación de la Biblia está compuesta por leyes a través de las cuales es posible descubrir las circunstancias históricas exactas en que los textos fueron construidos.
Siguiendo a Wellhausen, Tubss planteaba que todo texto refleja el momento histórico en que este se produce, por lo que se hace necesario conocer las bases históricas para poder comprender sus significados, a esto Tubbs lo llamó: la ley de las circunstancias históricas: “El intérprete deberá saber todo cuanto pueda acerca de ¿Quién dijo?, ¿A quién dijo? , ¿Por qué dijo?, ¿Cuándo y Dónde?” Para ello la ciencia de la interpretación debe echar mano de todas las ciencias auxiliares que sean necesarias para lograr ese objetivo, tales como la gramática, la arqueología, la retórica, la filosofía y la historia del pueblo de Israel.
En este sentido el intérprete debía por todos los medios llegar a pensar como el redactor original lo había hecho — “colocarse uno mismo en las circunstancias exactas del autor de dicho escrito” — para poder comprender el significado de dicho texto. “La tarea del intérprete bíblico consiste en reproducir clara y fielmente el sentido de lo que los autores bíblicos trataron de expresar por medio de sus escritos….hacernos pensar otra vez los pensamientos de los antiguos escritores sagrados..”.
La inerrancia bíblica era cuestionada de raíz al reconocer que “esto no significa atarse mecánicamente a la letra…es necesario que se reconozca que los escritores dicen a veces más y a veces menos de los que se proponen decir..además ellos no eran ajenos a las más sencillas y hermosas formas del lenguaje humano, haciendo así uso de la mayor parte de las figuras retóricas.” “Se le debe conceder a cada autor la libertad para el cambio de punto de vista y la evolución de sus ideas….¡Cuánto no había progresado pablo cuando escribió a los Efesios sobre lo que fue cuando escribió a los Tesalonicenses!”
“La Biblia debe ser interpretada por las mismas reglas literarias y criticas que se emplean para interpretar otros libros….Porque si bien es cierto que la Biblia es sagrada, no debe olvidarse que es a la vez literatura humana … y … a no ser que primeramente uno conozca la Biblia gramaticalmente no puede interpretarla teológicamente”.
De esta manera se debe emplear lo que Tubbs llama el estudio retórico, para que el intérprete “conozca las figuras retóricas: el símil, la metáfora, la Alegoría, la Hipérbole, la Ironía, la personificación, la Metonimia, la Sinécdoque, la interrogación, La Interrupción, etc..” Y advierte sobre la inconveniencia de tomar textos pequeños desconectados de su contexto: “El deber del intérprete consiste en estudiar párrafos enteros, grupos de párrafos, libros enteros y aún más la Biblia en su totalidad….”
Su evolucionismo aplicado se manifiesta en lo que llama la Ley de desarrollo: a través de la cual Dios va graduando su revelación: “el desenvolvimiento gradual de la revelación de la verdad religiosa y moral-evolución hecha según la bien conocida ley de las necesidades y capacidades de los hombres para recibir la verdad”
En sus definiciones teológicas es donde presenta, para algunos, su faceta más “herética”, esto es cuando relativiza el concepto de verdad absoluta y universal de la Biblia:
“Dios se ha revelado en la naturaleza, en la historia, en los profetas y apóstoles, en su Hijo,–y sigue revelándose en la sociedad, la iglesia, etc Todas estas revelaciones son sagradas y ninguna de ellas debe ser exaltada a expensas o exclusión de las otras..El universo es uno y su verdad es una y de esta unidad la revelación bíblica no es sino solo una parte y el intérprete tiene que tratarla como una parte y no el todo de la verdad”
La misión metodista en el Río de la Plata nunca había escuchado este tipo de afirmaciones de boca de uno de sus propios miembros. Palabras tales como “inmanentista” y “panteísta” comenzaban a circular entre sus críticos.
En un artículo de abril del 96 Tubbs apuesta duro y redobla la apuesta. Frente a las críticas que acusaban a la ciencia de ser invención humana, que amenazaba a las verdades divinas, Tubbs afirma el carácter sobrehumano de la ciencia, dado que “la verdad científica participa de aquella eternidad que caracteriza al ser supremo, pues en realidad la verdad es de Dios. Si la ciencia es realmente ciencia, es una revelación divina. Y el que tiene temor de un conflicto entre la religión y la ciencia debe cuidarse de que su religión no sea una nueva superstición” y continúa desafiante: “y no vacilamos en calificar el desprecio de la ciencia como una falta religiosa , que en sí misma es un pecado. La ciencia es santa, es una revelación religiosa. No queremos decir con esto que es suficiente por sí sola, pero afirmamos que es indispensable”[13]
La dirigencia local estaba acostumbrada a la rápida respuesta frente al “ataque de los enemigos” y tenían el medio apropiado para hacerlo público. El Estandarte Evangélico fue la tribuna desde la cual comenzaría la batalla, nunca frontal contra Tubbs pero sí contra sus ideas: “Los enemigos temibles de la iglesia son sus ministros y miembros que en lugar de consagrarse al trabajo de salvar almas y predicar la verdad, se dedican al trabajo sucio de descubrir defectos en la religión, mientras llevan sus libreas y se declaran sus adictos”[14] El artículo solo lleva por firma una “T”, pero nos es difícil deducir que pertenece a Juan Thomson, director del Estandarte en ese período.
El artículo se cierra anunciando que a partir del próximo número y por varios meses la revista publicaría en dos entregas un sermón del obispo metodista de la Conferencia de Cleveland, C.H. Fowler, “contra los delirios y el orgullo de estos atacados”. Las entregas aparecen el 17 y el 25 de Junio bajo el título La “Alta Crítica” de la Biblia, donde Fowler intenta demostrar que de seguir investigando por los medios usados por la alta crítica, tarde o temprano llegarían a la conclusión de que lo que la Biblia dice es la verdad, solo “hay que darles tiempo”. Sin duda, el sermón de Fowler carecía del lenguaje belicoso y confrontativo que caracterizaba a los apologetas locales, sin embargo al igual que estos, desestimaba toda posibilidad de una interpretación de la Biblia que no fuera literal.
La crítica ahora presenta dos vertientes, la más moderada la refleja en el artículo ya citado Pablo Besson , bautista representante de las Sociedades Bíblicas en Sudamérica, quien lo felicita porque en su libro se anima a “ sacudir el yugo de la interpretación oficial de la iglesia, a emanciparse de la autoridad de los Padres, de los concilios, de la tradición, para asegurar la libertad de la interpretación individual de la Biblia por todo cristiano lector”[15] aunque se encarga rápidamente de decir que sobre algunos temas como “la hipótesis filosófica, la preocupación dogmática, o la tesis de la evolución aplicada a la interpretación de la Biblia” lo discutiría en otro artículo.
Es una posición diplomática la de Besson quien, aún sin concordar con Tubbs, rescata aquellos instrumentos hermenéuticos que le ayudaba a los evangélicos a cuestionar el uso tradicional de la Biblia que, de manera autoritaria desarrollaba el catolicismo. Pero los opositores metodistas carecían de esta sutileza en la crítica. Tubbs era un “enemigo interno” y no cabían matices para su rechazo. Tal era la confusión de los líderes metodistas frente al avance de la hermenéutica crítica que algunos llegaron a cuestionar a la Iglesia Católica por no ser más autoritaria y severa, avalando con su silencio las “nuevas prácticas modernistas”.[16]
Además de poco inteligentes como estrategia para dirimir las contradicciones principales que el metodismo enfrentaba en esos momentos, tales afirmaciones eran inexactas ya que la iglesia católica jamás admitió, sino que por el contrario, combatió frontalmente al modernismo, baste con ver la reacción del papa León XIII en 1893.[17]
Paradójicamente, este enfrentamiento terminaba ubicando a los metodistas, aunque estos nunca lo hubiesen admitido, del lado del catolicismo conservador. Pero, el celo por la defensa de la religión amenazada, no permitía discernir estas consecuencias. La oposición no transitaba, salvo contadísimas excepciones, un derrotero científico ni académico de confrontación de ideas, sino la defensa temerosa contra un presunto ataque a la esencia misma de la Biblia: “¿Deben los amantes de la Biblia temer los ataques que a ella pueden dirigirse? ¿Tienen por qué dudar de la integridad del libro ante la ciencia del siglo diecinueve que se dice y proclama la más adelantada? Déjese que ruja la tempestad, la Biblia permanecerá inalterable sin perder nada de su esencia”.[18]
El reclamo seguía siendo de mayor dureza en la oposición, así como el Estandarte se la exigía al catolicismo, algunos miembros de la iglesia se la pedían al Estandarte mismo. Tal era la exigencia de un folleto bien impreso y anónimo que circuló por las iglesias metodistas en Montevideo acusando al semanario de “permanecer mudo frente a esta amenaza”. En la respuesta a esta acusación pareció emerger un poco de cordura cuando el redactor decía que el enfrentamiento interno debilitaría el frente de lucha principal: “si [este diario ]ha permanecido mudo es porque no ha querido que los adversarios de la causa que defendemos, vituperaran el Evangelio de nuestro señor Jesucristo, e hicieran recaer sombras sobre nuestra doctrina…..viendo sacarse el cuero, como quien dice, unos con otros”[19]
Sin embargo las cosas no fueron así. En realidad el periódico no había permanecido tan mudo. El 5 de Noviembre de 1896 apareció por primera vez un artículo que atacaba directamente a Tubbs y a sus enfoques. El artículo era una traducción de un artículo publicado en Nueva York por el Conde Bernsthoff titulado El porvenir de la religión. El editorialista local utiliza las palabras de Bernsthoff para atacar a Tubbs cuando menciona a “los profesores de teología que despedazan la Biblia” y que “mientras el racionalismo primitivo y burdo ha sido derrotado y una teología creyente ha salido airosa del encuentro, ha aparecido una nueva escuela de incredulidad mas profunda y astuta que la primera, y por lo tanto más peligrosa”[20] afirmaba Thomson, su antiguo amigo.
Mientras tanto Tubbs proseguía con sus clases en el Instituto de Teología de Mercedes, hasta que el 6 de abril de 1897 su esposa Karlotta de veintinueve años fallece repentinamente. A partir de ese momento Francis Tubbs, con dos hijas menores, comienza a planificar su retorno a Ohio.
Se debe destacar un conceptuoso artículo en El Estandarte del 5 de agosto que lo despide en un tono conciliador: “en breve partirá quien por algunos años militó en distintas filas pero en el mismo ejército”. Y sus cualidades, que aquí eran peligrosas la distancia las transformaría seguramente en una “ruda batalla para ilustrar a las mentes arrancándolas del dominio de las tinieblas y trayéndolas a la luz de la verdad científica evangélica”. El articulista, Carlos Drees quien en rigor nunca renegó de las ideas de Tubbs –al menos públicamente–, refleja también en su adiós, la breve y conflictiva historia del paso de Tubbs por la misión: “las simpatías que se había conquistado son un testimonio elocuente de la bondad de su carácter cristiano, aunque como hombre de ciencia haya podido tener opiniones opuestas a las de los con quienes se tratara”[21]
Lo cierto es que la incipiente escuela crítica local quedó mal herida con la partida de Tubbs. Ese fue el momento oportuno para que sus detractores reafirmaran su muerte. Guillermo Tallon, uno de los directores de El Estandarte anuncia en las vísperas de la Conferencia Anual del año 1898 la traducción y publicación de una obra de fuerte contenido apologético de L.T.Towsend Evolution or Creation? para “equipar a la juventud de nuestra iglesia en su lucha contra el racionalismo incrédulo que la ataca de afuera y al semi-incrédulo que hasta hace poco, dentro de ella se esforzaba por minar sus bases”[22] El tiempo pretérito usado en las palabras de Tallon demuestran la esperanza de volver a tomar un camino tranquilo y seguro después de pasada la tormenta.
La Conferencia Anual de ese año iba a ser presidida por el obispo T. B. Warren quien poseía un grado en ciencias naturales de la misma universidad que Tubbs, pero con una visión mucho más tendiente a la “armonización” entre la Biblia y la Ciencial. Un mes antes de la Conferencia, el periódico metodista de Buenos Aires publica un artículo de Warren titulado La Biblia confirmada por la ciencia el cual pretende demostrar que finalmente la ciencia es un auxiliar idóneo para verificar la verdad eterna e inmutable contenida en la Biblia.
Una semana antes del comienzo de la Conferencia, una editorial de El Estandarte fija posición sobre cuál será la política oficial que la iglesia llevaría respecto del “antagonismo levantado entre las ideas evolucionistas y espiritualistas en el seno de la iglesia”.
La postura oficial no dejaba lugar a medias tintas ni a matices conciliadores: “los que niegan o dudan de las declaraciones del Libro deberán dejar las filas de los que sí creen en la revelación divina” y “los que crean más en el potencial del hombre que en la gracia de Dios, y que no manifiesten que el hombre es un ser caído, destituido de la gloria de Dios por su maldad ingénita y que nada bueno puede hacer sin la gracia de lo alto, estos deberán dejar la compañía de los que creen para no estorbarlos en su fe…”[23] Jamás el metodismo había estado tan cerca del calvinismo ortodoxo como en estas instancias.
En realidad nada extraordinario podía ser esperado en aquella Conferencia. Aunque se agitaba el peligro de los disensos y se exhortaba a la reflexión y a la cordura el campo ya no era fértil más que para repeticiones dogmáticas y doctrinales de lo aceptable. Al cierre de la Conferencia se celebró “el espíritu pacífico y sin disensos que reinó durante esa semana”. En letras más chicas, tal vez se encontraba la razón de ese “espíritu pacífico”. Una de las resoluciones aprobadas por la Conferencia en relación al tema controversial fue que:
“los pastores sostendrán inalterablemente las doctrinas enseñadas por nuestra iglesia acerca de la inspiración de la Biblia y del verdadero origen de las doctrinas evangélicas predicadas siempre por el metodismo”[24]
¿Qué hubiese sucedido en el mundo de las ideas académico-teológicas de la misión metodista en el Río de la Plata si Tubbs hubiese permanecido más tiempo en Mercedes?, nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que a partir de 1898 la polémica quedó estancada, esperando que otra mente libre e inquisidora de una nueva generación la vuelva a poner en la superficie.
Precursores del caso “Scopes”: el metodismo se siente amenazado por los primates
En Argentina, el modelo agroexportador se hallaba en pleno apogeo y las consecuencias de la concentración de las riquezas en pocas manos ya había empezado mostrar sus consecuencias, especialmente en la marginalidad presente en las ciudades. La ausencia de una pujante industrialización provocó que miles de inmigrantes expulsados del campo, no hallaran en la ciudad trabajo. Los que tenían trabajo, luchaba por mejoras en sus condiciones. Los partidos socialistas y los grupos anarquistas movilizaban a la masa trabajadora y promovían la huelga y los boicots como única herramienta disponible. Es la época en que termina de consumarse la metamorfosis del liberalismo progresista transformado ahora en conservadurismo oligárquico.
La puja por mercados lleva a Europa a la primera guerra mundial. El positivismo ortodoxo del materialismo radical va cediendo espacio a lo que en el ámbito local podría llamarse biologismo social, con las obras de José Ramos Mejía y Octavio Bunge y en parte José Ingenieros. De esta manera el evolucionismo como teoría científica sería reinterpretado desde todos las disciplinas naturales y sociales.
En el campo teológico en los estados Unidos adquiere madurez la teología liberal y como un subproducto de esta el evangelio social con un fuerte contenido de teología evolucionista. El Reino de Dios según Rauschenbusch, no se esperaba al final de los tiempos, sino que se hace real en el presente histórico a través de la evolución moral y la reestructuración de la sociedad sobre la base de la justicia y de la equidad, y está abierto a todos y todas quienes quieren aceptarlo.
Esta atmósfera evanescente de cambio, transformación, crisis y teorías globalizantes lleva a los grupos religiosos conservadores y refractarios a “lo moderno”, a robustecer sus temores. Su respuesta a la crisis y a la pérdida de influencia del revivalismo tradicional fue encerrarse aún más. Debían aferrase a lo único que podía garantizarles un cabo atado al pasado glorioso. La Biblia y su contenido inspirado letra por letra por Dios era el ancla que podía aferrarlos nostálgicamente a aquel estilo de vida, ya perdido para siempre, cuyo símbolo paradigmático era “aquella antigua religión que fue tan buena para mi madre y es tan buena para mí”[25]
Es así como va tomando forma el movimiento conservador entre los años 1910 y 1915, para finalmente obtener el nombre del libro que reunía sus principales postulados: The Fundamentals: a testimony of the truth . El movimiento levantaba la inerrancia de la Biblia y la escatología premilenarista dispensacionalista como estandartes de su identidad evangélica antimodernista. Curtis Lee Laws, quien en la Convención Bautista de Chicago de 1922, llamó por primera vez “Fundamentalista” al movimiento, lo define de esta manera:
“El Fundamentalismo es una protesta contra aquella interpretación racionalista del cristianismo, que trata de desacreditar lo sobrenatural del cristianismo. Arrojan escarnio sobre los milagros del Antiguo Testamento, descarta como cosa increíble el nacimiento virginal de nuestro Señor, se burla de la credulidad de los que aceptan los milagros del Nuevo Testamento, …..y arroja a un rincón la promesa de su segunda venida… El hecho sencillo es que, robando al cristianismo su elemento sobrenatural, están minando los mismos cimientos de nuestra santa religión”[26]
En el ámbito católico también se produce la misma tensión y la aparición de naturalistas católicos como George Mivart, Génesis de las especies (1872), y exegetas racionalistas como Alfred Loisy, El Evangelio y la Iglesia (1902) lleva al papa Pío X a responder con la condena al modernismo racionalista en 1907.
En el metodismo argentino una nueva generación de pastores amaneció con el siglo. Jóvenes hijos de inmigrantes pobres comenzaron a responder al llamado vocacional de ser pastores del pueblo de Dios en esta época explosiva. A diferencia que la generación anterior estos estaban abiertos a las nuevas ideas: “después de recibir mi diploma en el Seminario de Teología-contaba Gabino Rodríguez- se esperaba que entrase en la obra activa del ministerio, pero yo no me sentí lo suficientemente preparado para las exigencias que, sobre el ministerio del Evangelio restan en estos tiempos…”[27]
Rodríguez había nacido en Castilla y a los ocho años llegó a Montevideo. En 1909, a los veinticuatro años de edad entra al Seminario de Teología que pocos años antes se había mudado de Mercedes a la Primera Iglesia Metodista de la Av. Corrientes de la ciudad de Buenos Aires. Allí estudió hasta 1912. Es en ese momento cuando decide completar sus estudios en los Estados Unidos. Entre los años 1913 y 1917 realiza sus estudios en la Ohio Wesleyan University donde recibe el titulo de Bachiller en Artes Liberales y luego obtiene el bachillerato en Teología Sacra en el Boston University School of Theology con la tesis Las enseñanzas sociales de los profetas. Es ordenado presbítero en Boston en Noviembre de 1918.
Las dos ciudades de los Estados Unidos en las que vivió Rodríguez durante sus estudios han sido de alguna manera programáticas en su formación: Delaware, Ohio y más específicamente la Ohio Wesleyan University, era en esos tiempos uno de los centros de mayor efervescencia de las teorías evolucionistas. William Goodfellow, el superintendente de la misión metodista con el que esta consolidó su trabajo en el país, Juan Thomson, Juan Froggatt todos ellos habían logrado sus grados en Ciencias allí, pero la universidad en esa época y hasta 1890, aproximadamente presentaba tendencias más bien conservadoras, sin embargo hacia fines de siglo entraron a la universidad los aires de un positivismo moderado evolucionista menos dependiente de dogmas. Fue la época en que también estudió allí Francis Tubbs, y más tarde lo haría el exponente más importante del pensamiento liberal aplicado al personalismo evolucionista cristiano: Norman Vincent Peal, compañero de estudios en la Ohio Wesleyan de Gabino Rodríguez , que al igual que este, también completó sus estudios de Teología en la Boston University.
Por otro lado, Boston era por aquellos años una de las cunas del evangelio social, especialmente del acercamiento a lo social desde el personalismo de Borden Parker Bowne (1847-1910). El así llamado personalismo de Boston surgido del pensamiento de Bowne, fue la clave para la construcción teológica con fuerte énfasis en la libertad del individuo, el compromiso social y de la ejemplaridad de la persona de Jesús, como maestro y como actor histórico. Según esta corriente Jesús cumple la voluntad de Dios, reformando a la sociedad, mediante la influencia moral de su personalidad. Bowne enseñó en la Boston University durante casi treinta años y se retiró tres años antes de que llegara Rodríguez, no obstante la atmósfera universitaria estaba aún impregnada con su pensamiento.
Después de siete años de estudios en los Estados Unidos Gabino Rodríguez, retorna a Montevideo y comienza su tarea pastoral en La Aguada, Montevideo donde permanecerá por siete años.
La disputa “evolucionismo-creacionismo” que sacudía las iglesias y seminarios en los Estados Unidos se había instalado también en el Río de la Plata.
El renacimiento del conflicto se dio en el marco de una reunión de pastores de la Capital Federal que debía realizarse en Julio de 1923.
Debido a la controversia desatada en los Estados Unidos en torno a la teoría de la evolución, la Iglesia Metodista decide tratar el tema en reunión de pastores para aclarar la problemática y presuntamente pretender llegar a una posición en común. Para ello el Estandarte del 18 de Julio dedica dos largos artículos titulados La evolución y la creencia en Dios. El primero escrito por el pastor Roberto Elder y el segundo por el pastor Daniel Hall.
A pesar de utilizar terminología científica y pretender un lenguaje equilibrado, ambos artículos eran un claro intento de sentar precedentes sobre el asunto, generando sospechas y dudas sobre el evolucionismo para poder así llegar a la reunión de pastores con una opinión preformada sobre el tema. El artículo de Hall terminaba con una pregunta que en realidad revelaba una discusión sin destino: se preguntaba Hall: “Y si como se pretende el desarrollo del pensamiento y de la conciencia fue un proceso gradual, ¿qué hacer del relato bíblico, cuando Adán fue comisionado para poner nombre a los animales de la creación? ¿Pertenecerá el relato a la pretendida parte fabulosa y mitológica del Génesis?”
La antigua discusión aún estaba pendiente. Hasta que no se resolviera el problema central, que era la manera en que los textos bíblicos debían ser interpretados (la vieja aspiración de Tubbs), el tema de la evolución no tendría posibilidades de ser discutido en un plano aceptable.
Daniel Hall, uno de los articulistas, era a su vez el director del Estandarte, pero Gabino Rodríguez era uno de los redactores del semanario y como tal logró abrir una nueva sección de la revista llamada. “Tribuna Libre”, dedicada al tema en cuestión.
La nueva sección fue estrenada por él mismo el 9 de Agosto con un meduloso artículo en respuesta a los dos anteriores. Hall, por su parte, logró contrarrestar el artículo de Rodríguez con otro sobre las férreas decisiones de la Conferencia de Nueva Jersey sobre literatura “modernista” titulado “La lucha contra el error”, pegado al artículo de Rodríguez.
En su extenso y detallado artículo, Elder y Hall son catalogados por Rodríguez como “escritores sobrecogidos por los temores que luchan con las zozobras de peligros que ya no existen y atacan a males aparentes que han sido desmenuzados años ha…están todavía en la época cuando el darwinismo apareció y parece que aún no se han repuesto del pánico que este causó en las filas de los defensores de la religión” por lo que las opiniones de los articulistas son “reliquias de un pasado añejo” castigaba Rodríguez.
“El antagonismo entre la ciencia y la religión o sea entre la evolución y el cristianismo no existe–continua Rodríguez–, sino cuando personas que no están al tanto ni de las ideas teológicas modernas, ni de la ciencia aceptada insisten en desenterrar el muerto a fin de hacerle la autopsia y así promover nuevas discusiones…es el científico que no lo es y el teólogo que conoce poco de teología y nada de ciencia los que mantienen abierta la sima”.[28] Luego se dedica a refutar uno por uno los argumentos por cierto poco sólidos, construidos con retazos de citas de autores extranjeros, con los que Elder había armado su artículo. Rodríguez cuestiona a Elder por usar términos equívocos sin llegar a comprender exactamente su significado. Expone también la “falta de escrupolisidad literaria”, por citar autores fuera de contexto con el fin de tergiversar sus opiniones. Al final de su artículo Rodríguez anuncia que de Hall, el otro articulista y director de la revista, se encargaría en el siguiente número.
Y así lo hace en la “Tribuna Libre” del número del 16 de Agosto, aparece otro artículo de Rodríguez ahora enfocado sobre las opiniones vertidas por Daniel Hall a quien respeta más que a Elder por “ser más consecuente y no apartarse tanto de su tema” aunque resalta que es evidente que el artículo no es más que “simples anotaciones sueltas”.
Estas apreciaciones reiteradas de Rodríguez hacia sus adversarios pueden sonar despectivas, pero debemos comprenderlas en un contexto en el que muchos, con el afán de sumarse a las controversias pretendían convertirse en idóneos en cualquier tema que demandara su pluma apologética, sin lograrlo del todo, y eso se notaba, especialmente en contraposición con la seriedad y solidez con que Rodríguez construía sus argumentos.
El cuerpo del artículo –que transcribiremos sintéticamente–consta de siete puntos que Rodríguez desarrolla sistemáticamente[29]:
Aceptación general de la hipótesis evolucionista
“…Todas nuestras escuelas, academias , universidades e institutos docentes enseñan las ciencias teniendo como base esta doctrina de la evolución. Todo científico digno de ese nombre la proclama y creo que puede afirmarse son temor a incurrir en un error, que no hay un biólogo moderno que no crea en ella. ..Que el darwinismo no tenga aceptación en nuestros días es cierto, pero no olvide que todas las ciencias han evolucionado, de modo que todo libro de texto de más de diez años es ya viejo. No es de extrañar entonces que las explicaciones que Darwin diera de los fenómenos que él descubrió fuesen inadecuados en nuestros días; pero eso no invalida ni abroga los principios generales que él proclamó…”
La hipótesis evolucionista es la que mejor cuadra con los hechos
“…La embriología, la biología, la paleontología, la arqueología, la historia, la geología y muchas otras ciencias, todas concurren con su aporte de datos y evidencia incontrovertible en apoyo de la hipótesis evolucionista. Más aún concurren a ella como su aliado, pues es la que mejor explica los fenómenos por ella estudiadas. La evolución no solo explica un número mayor de hechos sino que lo hace en forma más satisfactoria que ninguna otra teoría hasta ahora presentada…”
Actitud de mente abierta
“…La diferencia entre el verdadero científico y algunos teólogos es que aquel tiene como lema de su vida “la verdad a cualquier costo” proclamándola donde quiera que se halle. En cambio el teólogo se “aferra”, no a la Palabra de Dios porque ésta enseña la evolución —como lo probaremos—sino a ciertas doctrinas; a un conjunto de ideas que adolecen de los defectos que adolecía la ciencia del siglo xix; de frescura y espontaneidad…¿No será acaso que nuestras interpretaciones de la Biblia son erróneas? ¿Por qué no estudiarla a la luz de la ciencia, máxime cuando ésta en nada puede afectar su autoridad ni desmerecer su contenido? ¡Por qué tener miedo a la introducción de la ciencia moderna a la religión?…”
Revelaciones complementarias
“…Hay dos revelaciones de Dios: a) La Naturaleza y b) La Biblia. Dios no puede negarse ni contradecirse a sí mismo; no puede hacer que su obra maestra –la naturaleza—donde él se revela de cuerpo entero, contradiga su Palabra. ¿Por qué hemos de temer que la ciencia descubra algo nuevo que contradiga lo que, al fin de cuentas, no es más que nuestra interpretación, más o menos adecuada de la Biblia?…”
La Biblia y la creación del hombre
“…La creencia en una revelación especial de parte de Dios, al hacer al hombre es bastante azarosa y está rodeada de tantas dificultades intelectuales que, para muchos es imposible creerla….cuando la ciencia me demuestra lo contrario, indicando que los organismos se han ido desarrollando de los más simples a los más complejos, de los menos organizados a los que están dotados de un delicadísimo sistema nervioso…no veo la necesidad de aferrarse a la letra de la Biblia, para creer en una creación milagrosa, puesto que no es necesario, ni sabio el literalismo. La letra mata, es el espíritu del libro lo que debemos encarnar…”
El hombre es producto de la evolución
“…Todas las ciencias concurren a demostrar que el hombre es el producto de un desarrollo lento, gradual y progresista.
- El desarrollo material y la historia: ….el hombre en su estado primitivo vagaba por los bosques y los yermos sin mayor diferenciación de los demás mamíferos, que vivía en cuevas alimentándose de raíces, frutos silvestres y caza….
- El desarrollo intelectual: las ciencias nos dan cuenta de la forma en que comenzó a desarrollarse el lenguaje, los signos de escritura, la formación de gramáticas, etc….
- Desde que el hombre primitivo pensó ver algo en el árbol o en el río, que se movía, en el tueno que le aterraba, hasta aquel en que Moisés ‘habló cara a cara con Yavé’ hay un gran período de evolución…desde que Moisés habló con Dios hasta que cristo, el verbo divino, nos enseñó lo que había ‘aprendido del padre’ hay todo un mundo de progreso en el reino moral y espiritual…”
La hipótesis evolucionista como auxiliar de la religión
“Si Dios hizo al hombre por un ‘fiat’, está acabado y no hay progreso; pero si se admite la evolución y dentro de ella a Dios con un plan de progreso y de desarrollo gradual y sistemático, entonces no hay límite a nuestro progreso moral y espiritual, hasta que lleguemos a ‘ser perfectos como nuestro Padre es perfecto’…la evolución no destruye la idea de designio sino nuestras nociones imperfectas y antropomórficas de la manera en que Dios obra…”
Con la publicación de este artículo comienza en realidad la oposición más encarnizada. Las secciones “Tribuna Libre” comienzan a ser saturadas con quejas de miembros de las iglesias que se mostraban ofendidos porque este tipo de discusiones se realizaran en ese medio, “porque no lo comprendemos y, en nuestra sencillez, por la escasez de nuestros conocimientos, creemos pernicioso el permitir que haya maestros en nuestros centros culturales cristianos que hagan ejercicios peligrosos sobre este tema”[30]
En parte lo que argumenta el autor de esa nota era cierto, las bases metodistas y aún muchos de sus pastores no estaban en condiciones para debatir en un nivel académico, confrontando ideas y no insultos e indirectas. La ausencia de grandes centros de estudio y de debate, impidió que la misión se transformara en una prolífera zona productora de ideas. Por el contrario, exceptuando a los misioneros y un puñado de pastores nativos que, como Rodríguez se esforzaron por profundizar sus conocimientos en centros de estudios en los Estados Unidos, la mayoría realizaba sus estudios de teología a través de lecturas guiadas coordinadas por algún pastor. La literatura local más vanguardista como lo fue la Hermenéutica Bíblica de Tubbs, hacía mucho tiempo ya que había pasado a formar parte del index.
En el cuerpo de laicos había gente preparada en distintos campos, aunque no demasiados universitarios. Pero el mayor problema era la dicotomía que, la enseñanza de un evangelicalismo individualista había provocado en su teología en cuanto a la relación entre lo público y lo privado. Mientras que la religión pertenecía al ámbito privado, el accionar en el mundo era parte de lo público. Lo privado debía ser inmutable porque era la base de la existencia, lo público podía cambiar. De allí que encontramos incomprensibles contradicciones en muchos cristianos de la época que, desplegando una actividad progresista y critica en el campo social y político, se tornaban conservadores y legalistas cuando se trataba del campo religioso.
Faltaba una relación vinculante entre los dos ámbitos, relación que la nueva generación de pastores estaba intentando construir: “creo que nuestra predicación ha adolecido por mucho tiempo de un individualismo estrecho y egoísta, –afirmaba Rodríguez–hemos estado enseñando al pueblo el egoísta evangelio de ‘hay que salvarse meramente para entrar al cielo’ y por eso no hemos enlistado las simpatías de las masas de los hombres pensadores; esa es una visión muy mezquina para un evangelio tan grande…”[31] La nueva generación del 20 comprendía la urgencia de este replanteo, la horizontalización que proponía el evangelio social — del cual Rodríguez fue uno de sus más lucidos exponentes— era ese imperativo de acercar lo público a lo privado a través de las nuevas ciencias que ayudaban a vincular críticamente la Biblia con la realidad. Esa tarea, en aquel contexto, significaba un alto riesgo.
Volviendo al artículo de Rodríguez, era la primera vez que un miembro de la Conferencia Anual sabiéndose además en minoría, explicitara de manera tan sólida y clara sus pensamientos renovadores. Era en realidad un aire refrescante. En un contexto de construcciones de verborragia esencialista, Rodríguez instala la novedad.
En el mismo número en que aparece el artículo de Rodríguez, se presenta una sugestiva composición de página. Una breve nota traducida titulada Combatiendo al Modernismo es ubicada en el centro de ambas páginas. En ella se citan las palabras de Curtis Lee Laws sobre la defensa necesaria de la religión frente a la amenaza modernista, instando a los “Fundamentalistas” a dar esa batalla. Como incrustado en medio de este artículo una curiosa carta del Obispo Oldham al Director de El Estandarte, Daniel Hall le anuncia a este que se irá de viaje y que espera a su regreso “encontrar todas las cosas marchando…impulsadas por un espíritu de concordia…y buena voluntad”. Y a los pastores les dice que “no se contenten con poca cosa…la tentación existe de satisfacerse con un pequeño progreso aquí y otro pequeño progreso allá….” [32]
La tribuna cerrada
Los deseos del Obispo sobre “espíritu de concordia y buena voluntad” fueron claramente interpretadas por el director del Estandarte como una invitación a la censura de las disensiones a través del silenciamiento de una de las partes.
Aduciendo un eventual estado de cataclismo dentro de la iglesia, argumentaba la necesidad de pacificar a través del silencio: “la extensión y gravedad del incendio que se estaba produciendo dado que en nuestro poder obran multitud de artículos, protestas de Juntas Oficiales de varias iglesias, exposiciones de criterios diversos, los que de publicarse romperían la unidad que estamos obligados a sostener y provocarían la explosión de pasiones que debemos evitar…porque la índole de nuestra publicación es de unión no de discordia…”. Todas estas palabras significaban en concreto el cierre de la columna Tribuna Libre con la siguiente resolución:
“La Comisión de imprenta en su reunión del 1 de septiembre juzgó conveniente dar por terminada la discusión abierta en “Tribuna Libre” en las columnas de El Estandarte acerca de la “evolución” creyendo que no conviene a la índole del periódico y dadas las muchas protestas llegadas tanto de iglesias como de individuos delegando en el director la misión de dar las aclaraciones más amplias del caso.”
Las explicaciones del Director, a pesar de llevar como sustento “la misión sacrosanta de amor evitando cuanto pueda contribuir a producir discordia entre los hermanos…” abrieron las puertas para que los que pedían sangre, la tuvieran. De manera poco disimulada, Hall invita a los que así lo deseen iniciar un juicio eclesiástico al autor de la nota: “los que aún creen su deber manifestar su protesta contra determinadas doctrinas y formas de expresión, conocen el camino que deben seguir y adónde dirigirse, con solo consultar el art. 254 de nuestra “Disciplina”. [33]
Para algunas mentes esquemáticas y legalistas esta sugerencia era música para sus oídos, comenzaba a pergeñarse la “solución final”.
Mientras tanto la maniobra de censura quedaba clara. El objetivo no era cerrar la discusión de manera equitativa, sino acallar a las voces peligrosas, las otras podían seguir hablando, desde otra tribunas, que seguían siendo libres solo para unos.
A partir del mismo momento de la resolución del cierre de la discusión, comenzaron a aparecer publicados todo tipo de artículos, muchas traducciones, que reflejaban el perfil restaurador de la batalla apologética por la verdadera religión con un lenguaje no de conciliación por cierto: “el modernismo debe llamarse por su verdadero nombre: Racionalismo religioso”, o “la ciencia es un ácido que disuelve todo excepto el oro, que es la verdadera religión”. Títulos como La Permanencia de la religión o La autoridad de la Biblia aludían al supuesto fracaso de los intentos modernistas de destruir la religión. Los más conciliadores eran aquellos que hablaban de la armonización de la ciencia con la religión como si se tratara de dos oponentes que debían guardar su lugar sin ocupar los espacios que le correspondía al otro.
En definitiva, el tema seguía presente pero ahora hablando en un tono monocorde. Con sus aristas cortantes limadas, el tema se había transformado en trofeo de batalla.
Se avecinaba la Conferencia Anual de 1924 y las noticias auguraban –exageradamente– una semana peligrosa para la unidad de la iglesia. A tal punto se elevaba la tensión que el joven Julio Sabanes como “nuevo y humilde probando a la Conferencia Anual” escribe una carta en la que después de disculparse por su juventud e impertinencia, se anima a pedir a los delegados “humildad y sencillez de niños en profundo espíritu de oración anhelando el bien de las almas abriendo de para en par las puertas de nuestro castillo interior para que entren en él las fuerzas espirituales que surgen potentes del trono del Altísimo” [34]
Las acusaciones
El 16 de Enero de 1924, primer día de sesiones de la Conferencia Anual llegan dos acusaciones a la mesa episcopal. Una del laico de la iglesia de Flores, Nicolás Casullo y la otra del Dr. Juan Pagano, laico de la Segunda Iglesia de Buenos Aires.
Casullo expresa que en nombre propio y de la iglesia a la que representaba le hace llegar al Obispo Oldham “la acusación formal contra el Rev. Gabino Rodríguez por la falta que ha incurrido determinada en el párrafo 254 de nuestra disciplina…. al publicar en El Estandarte del 15 de Agosto p.p. un artículo sobre “Evolución” en uno de cuyos párrafos dice: ‘La antropología, la historia y otras ciencias , nos enseñan que el hombre en su estado primitivo vagaba por los bosques y los yermos sin mayor diferenciación de los demás mamíferos….no usando otro lenguaje más que ciertos sonidos inarticulados…’ Y continúa Casullo: “ siendo las precedentes afirmaciones contrarias a las enseñanzas de la Biblia, se impone una satisfacción amplia por parte de dicho hermano.” Termina la carta agregando que la decisión fue tomada en la Conferencia Trimestral presidida por el Rev. Carlos Drees, superintendente del distrito.
Paralelamente, Nicolás Casullo hace llegar al Rev. Rodríguez una carta del mismo tenor poniéndolo en autos del proceso iniciado, y recordándole que habiéndose Rodríguez solidarizado con esas afirmaciones, “abiertamente contrarias a la verdad revelada en la Biblia”, había incurrido en la falta prevista en el célebre párrafo 254 de la Disciplina.
La otra acusación proveniente de Juan Pagano no se hallaba respaldada por su iglesia, sino que revestía un carácter netamente personal. Lo llamativo de la acusación de Pagano es que no solo cuestiona a Rodríguez, sino que presenta un extenso dossier con tres acusaciones y seis pedidos de interpelación por las más diversas causas a nueve pastores metodistas: contra el Rev. Carlos Drees porque se negó a publicar un artículo suyo mientras fue director del Estandarte en el año 1918; contra el Rev. Daniel Hall por haber conspirado contra la disciplina de la iglesia a través de la promoción de la “Sociedad Misionera Regional”[35], contra el Rev. Gabino Rodríguez por las mismas afirmaciones vertidas en el artículo mencionado por Casullo. Pedidos de interpelación al Rev. Jorge Howard, por haber dicho: “una persona educada, no necesita convertirse”; al Rev. Barroetaveña, por haber firmado el manifiesto de la “Sociedad Misionera”; al Rev.Alberto Tallon por el mismo tema; y a los Reverendos Juan Gattinoni, Basil Truscott y Esteban Fernández por votar el estatuto de la Sociedad Constructora de Templos, considerada por Pagano fuera de la Disciplina. [36]
Demás está decir que esta excéntrica acusación era absolutamente favorable para el Rev. Rodríguez. La saturación que producía semejante volumen de documentos, acusaciones y verborragia legalista ofrecida pródigamente por Pagano, no solo terminaba licuando su “falta”, sino que la seriedad misma del acusador quedaba profundamente cuestionada.
Así parece haberlo entendido también la Comisión Investigadora, ya que en el último día de sesiones de la Conferencia Anual y en una escueta resolución informa: “Es la opinión de esta Comisión que las alegaciones contenidas en este documento no son procesables y por lo tanto la Conferencia no debe tomarlas en cuenta.”[37]
Sin embargo la acusación de la Iglesia de Flores presentada por Nicolás Casullo, llegaría más lejos.
La Conferencia Electoral Laica de 1924
Cada tres años, al mismo tiempo que sesionaba la Conferencia Anual ministerial, se reunía y sesionaba la Conferencia Electoral Laica, uno de cuyos objetivos era la elección del delegado laico a la Conferencia Central que se reunía cada tres años en los Estados Unidos. Pero además de las elecciones aquel era un espacio de discusión y evaluación de la marcha de la iglesia.
El tema central de preocupación era sin duda las “doctrinas contrarias a la enseñanza bíblica “ que estaban circulando en el seno de una iglesia que se sentía amenazada. En la segunda sesión de la Conferencia Casullo explica los motivos de su acusación y lee los fundamentos que la motivaron. Al mismo tiempo elabora una minuta de comunicación a la Conferencia Anual para que esta se expida y la haga suya.
Después de una discusión que dividió a los delegados argentinos con los uruguayos quienes de manera unánime se oponían a cuestionar al pastor Rodríguez por “conocerlo muy bien y saber de sus sentimientos cristianos que no han dado lugar en ningún momento que se dude de su lealtad al metodismo y su fe en las Sagradas Escrituras..”[38], se realizó la votación.
La minuta de comunicación fue aprobada por veintiocho votos a favor y cinco en contra:
“Considerando el inminente peligro que para la estabilidad y cohesión de la Iglesia de Cristo entrañan las teorías tendenciosas que bajo el rubro de “Modernismo” vienen propalándose en nuestras filas evangélicas, con tesón digno de mejor causa, por parte, desgraciadamente de muchos de los ministros de la Palabra; sembrando en el corazón de millares de creyentes en todo el mundo la perplejidad y la duda acerca de determinados puntos doctrinales de las Sagradas Escrituras, …. y siendo obligado deber de todo fiel metodista oponerse al avance de semejantes demoledoras enseñanzas, la Conferencia Electoral Laica vería con sumo agrado que la Conferencia Anual, por un pronunciamiento de sus miembros, condenen y declaren al margen de la Disciplina toda teoría o enseñanza que esté en pugna con los Artículos de Fe de la Iglesia Metodista episcopal.”[39]
Los dirigentes laicos sabían que sería más sencillo para la Conferencia Anual sancionar las ideas antes que a un ministro en particular, por lo que especulaban que, ante un eventual rechazo de la Conferencia al pedido de juicio eclesiástico contra el Rev. Rodríguez, al menos quedaría garantizada la condena a sus ideas a través de la presión ejercida por esta minuta.
No estaban errados, aunque la Conferencia fue aún más lejos.
El “caso Scopes” invertido
Tal como algunos sospechaban el pedido de juicio eclesiástico al Rev. Gabino Rodríguez pronto se vio frustrado. En la segunda sesión de la Conferencia, el Superintendente Carlos Drees da lectura a la acusación de la Iglesia de Flores presentada por Casullo. La acusación fue sometida a votación para decidir si la Conferencia debía tomarla en consideración. Votaron por la negativa veintinueve delegados, a favor dos, y siete se abstuvieron. El Rev. Rodríguez quedaba sin cargos, la Conferencia no avaló la acusación pero ¿qué significaba esto en la práctica?
El caso del Rev. Gabino Rodríguez que estamos analizando, antecede en un año al renombrado “Caso Scopes”. Un joven maestro de escuela llamado John Thomas Scopes que en 1925 fue sometido a juicio por violar una ley del Estado de Tennessee. La grave ofensa que se imputaba a Scopes era enseñar la teoría de la evolución, de Darwin, a un grupo de estudiantes de escuela secundaria de Dayton. La defensa nunca negó que lo hubiera hecho. El punto era ¿Por qué era eso un delito? Scopes fue declarado culpable rápidamente y multado con la ridícula suma de cien dólares. Multa que además, la Corte Suprema finalmente tampoco avaló. Aunque el caso había terminado, en una aparente victoria para los fundamentalistas, el así llamado “Juicio de los Monos” fue una victoria pírrica. Scopes había sido hallado culpable pero de un delito que no implicó castigo alguno. Fue un castigo simbólico a la persona, pero sus ideas quedaron fortalecidas. El caso Rodríguez estaba apunto de mostrar la contracara de lo acontecido en Tennessee. La persona había sido absuelta pero sus ideas debían ser gravemente condenadas.
En la tercera sesión de la Conferencia Anual se realiza una moción “para que esta Conferencia no se haga solidaria con las manifestaciones formuladas por el Hno. Rodríguez”. Más adelante se retoma el asunto. El Rev. Enrique Balloch, que compartía las ideas de Rodríguez, intenta diluir el tema cambiando la moción original por otra que decía “Nosotros no nos hacemos responsables por ninguna de las declaraciones hechas en El Estandarte en pro ni en contra de la evolución, y declaramos que en el seno de esta Conferencia existe libertad de conciencia”. Más osada aún fue la postura del Rev. Juan Gattinoni que hizo moción para que “el asunto sea archivado”. Perdió esa moción. El tema debía resolverse.
En la quinta sesión se recibe a cinco delegados de la Conferencia Laica, quienes leen a la Conferencia la minuta que había sido aprobada dos días atrás por aquel cuerpo pidiendo la sanción de las ideas del Rev. Rodríguez. Al finalizar su lectura se nombra una comisión “ para que redacte una carta pastoral dirigida al pueblo metodista , sin entrar a discutir sobre “el fundamentalismo” o “el modernismo” de modo que ella pueda satisfacer a todos por igual”[40].
Esta pretendida equidad era obviamente retórica. El pedido expreso de la Conferencia Laica había sido que la Conferencia Anual debía “condenar y declarar al margen de la Disciplina toda teoría o enseñanza que esté en pugna con los Artículos de Fe de la Iglesia Metodista Episcopal”. Además, los cuatro miembros nombrados para la redacción de la carta pastoral eran activos opositores a las ideas profesadas por el pastor Rodríguez.
La “carta pastoral” que finalmente es aprobada y sugerida su publicación en El Estandarte, fue la primera muestra de grave intolerancia que, bajo los argumentos de cuidar pastoralmente al rebaño de escándalos que dañan su fe, no se hacía otra cosa más que condenar a la vacuidad conceptual al pueblo metodista por varias décadas más. La declaración dice:
“….En nuestro concepto del ministerio que investimos por vocación del Señor, reconocida y confirmada por el testimonio de la Iglesia Metodista Episcopal, abrigamos la profunda convicción de que ‘somos puestos para la defensa y confirmación del evangelio y que en esta causa todos vosotros sois compañeros nuestros’ (Filipenses 1,7) Nuestros votos, ratificados ante la iglesia en el momento de nuestra ordenación nos obligan bajo las sanciones más solemnes a rechazar y desterrar fiel y diligentemente toda doctrina errónea, extraña y contraria a la palabra de Dios. es nuestro firme propósito cumplir con toda fidelidad esta consigna… ….manteniendo siempre incólume los sagrados e inviolables fueros de la libertad del pensamiento (sic)…” La declaración finalmente dedica unas líneas para explicar la decisión de la Conferencia de no llevar a juicio el caso particular del Rev. Rodríguez: “..si no hemos creído del caso apelar a las extremas sanciones de la ley, ha sido porque nos acompaña la persuasión de que todos los miembros de este cuerpo mantienen hasta hoy su testimonio a las enseñanzas esenciales del Evangelio y de nuestra iglesia…” Si esto es así, cabe preguntarse entonces cuales fueron las doctrinas erróneas y extrañas de las que la iglesia debía defenderse.
El caso Scopes había demostrado que, a pesar de un ambiente saturado por el fundamentalismo, las tradiciones, el temor a lo nuevo y un pueblo entero pidiendo condena, el maestro darwinista fue condenado pero sus ideas quedaron libres. En cambio, en un ambiente de presunta libertad de pensamiento, el Rev. Rodríguez fue “exonerado” pero su iniciativa, su valentía, su mente abierta fueron cordialmente invitadas a ser domesticadas. Distintas estrategias para abortar procesos de cambio.
Francis Tubbs y Gabino Rodríguez fueron los emergentes y las vanguardias de las ideas resistidas. La dirigencia de la iglesia evitó convertirlos en mártires. Sus personas no fueron tocadas. Lo importante era en cambio estigmatizar sus ideas, para así bloquear cualquier otro intento de “heterodoxia”.
Que la Iglesia Metodista haya estado a un paso de convertirse en un movimiento fundamentalista en el sentido estricto del término es, como mínimo, una aseveración demasiado osada. Su conciencia social, su escatología postmilenarista y su historia teológica de equilibrio entre extremos, impedían que el metodismo pudiera concretar ese paso fatal. No todo literalismo conservador lleva necesariamente al fundamentalismo. Para ello es necesario la confluencia de diversos factores teológicos, sociales, políticos y culturales ausentes en este caso en el metodismo. Antes bien, el resorte que disparó esta reacción intransigente frente al brote modernista entre las propias filas metodistas debe entenderse en dos niveles: a)su teología apologética y b)su institucionalidad conservadora.
El diseño apologético de su discurso preparado para la lucha contra el catolicismo le brindaba el andamiaje teológico conceptual. Los núcleos esencialistas de la teología evangelical-reformadora demandaban verificación de verdades. Si bien era una teología que propiciaba la transformación de la cultura, ( y no su frontal rechazo como el primitivo fundamentalismo) los criterios de esa transformación debían provenir de las “verdades” del evangelio. El concepto de verdad, absolutizada dentro de parámetros propios de interpretación, es requisito indispensable en toda teología apologética, en este caso no solo para sostener y hacer legítimo el mensaje de demanda de reforma, sino también para detectar y desterrar doctrinas extrañas y erróneas que podrían cuestionar y erosionar todo el armado conceptual.
El diseño conservador de su institucionalidad, preparada para preservar y defender “verdades”, sale a la superficie en función de la defensa, no tanto de la verdad como concepto, sino de la verdad institucionalizada. Esta se torna así en garantía de autopreservación, para defenderse a sí misma ante el avance de nuevas generaciones cuestionadoras de sus prácticas, saberes y certezas.
[1] El Evangelista, Vol. 1, Num.1, (1 de Septiembre, 1877)2
[2] El Instituto Moody fue pionero en este tipo de búsqueda durante el estallido fundamentalista a principiios del siglo XX. Hoy son muchos los grupos cristianos fundamentalistas que creen encontrar un camino intermedio entre el creacionismo y la evolución a través del………..
[3] Dawson, escocés radicado en Canadá fue un paleontólogo reconocido en los ambientes científicos de su tiempo, pero al mismo tiempo no renegaba de su fe presbiteriana. Escribión un folleto titulado The Origin of the World According to Revelation and Science (1877)
[4]The Origin…, 234
[5] ibid.323
[6] El Estandarte Evangélico meses de Febrero, Marzo, Abril, Mayo, Julio, Septiembre, Octubre de 1896
[7] Ver en Barreto, 164
[8] Varetto, 276
[9] ibid, 281
[10] ibid. 280
[11] A pesar de que el uso que hace el autor del concepto “fundamentalista” es un anacronismo para la época de referencia– dado que técnicamente este comienza a usarse en 1922 a partir de que Curtis Lee Laws periodista y laico bautista lo empleara para referirse a aquellos que estaban listos para dar batalla por “Los Fundamentos” publicados entre 1910 y 1915 – no obstante el término refleja claramente el sentido al que el autor desea aludir.
[12] Juan Carlos Varetto, El Apóstol del Plata: Juan F. Thomson, (Buenos Aires: Imprenta Metodista, 1943), 228
[13] EEE 2 de Abril, (1896) 111
[14] EEE 11 de Junio (1896) 179
[15] EEE 25 de Junio (1896) 200
[16] John Froggatt en un largo artículo titulado “La Iglesia Católica Romana avala la Alta Crítica” es un exponente de esta actitud. (EEE 16 de Diciembre de 1897)p.4
[17] El 18 de noviembre de 1893, León XIII expuso con claridad meridiana, en la Providentissimus Deus, la doctrina católica sobre la Sagrada Escritura, definiendo particularmente la naturaleza de la inspiración divina y su efecto directo: la inerrancia absoluta, de hecho y de derecho, de la Sagrada Escritura.
[18] EEE 23 de Septiembre (1897), 1
[19] EEE 28 de Octubre (1897), 2
[20] EEE 5 de Noviembre de (1896), 337
[21] EEE 5 de agosto, (1897)1
[22] EEE 10 de Marzo , (1898)1
[23] EEE 31 de Marzo, (1898)1
[24] Daniel Monti, Ubicación del Metodismo en el Río de la Plata, (Buenos Aires: La Aurora, 1966) p. 136
[25] Antiguo Gospel Give me that Old Time religion usado como marcha de batalla en las luchas contra el modernismo.
[26] Aparecido en Christian , Londres, 13 de Julio de 1922, citado en (EEE 29 de Agosto de 1923), p 494
[27] Biografía Gabino Rodríguez Pérez (1885-1984), Archivo Histórico Iglesia Metodista Argentina
[28] EEE, 9 de Agosto (1923) 458
[29] La nota completa en su totalidad aparece en el Estandarte del 16 de Agosto de 1923, página 471.
[30] EEE, (1923) 501
[31] EEE, Carta Abierta al Rdo. Esteban Fernández, 25 de Abril (1923)208
[32] EEE 29 de Agosto (1923) 495
[33] “ Si un miembro de la Conferencia Anual es acusado de difundir, pública o privadamente Doctrinas que están en oposición a los Artículos de Religión o de otros aspectos de la Doctrina, deberá seguir los pasos que se detallan en #252” El art.252 es el que define las normativas para iniciar el juicio eclesiástico, comenzando con la formación de una Comisión investigadora formada por cinco miembros de la Conferencia para evaluar la pertinencia de las acusaciones y continuar con el procedimiento en caso que esta lo avale.
[34] EEE 9 de Enero (1924) 18-19
[35] El tema que involucra a Drees, Hall, Barroetaveña y Tallon es el del intento de nacionalización de la iglesia que estuvo promovido por estos pastores y el laico Nicolás Casullo, entre los años 1917 y 1919. Ver: Daniel A. Bruno, “Por una Iglesia con alma nacional”, en Revista Evangélica de Historia, (Volumen 1, 2003)109
[36] La nota acusatoria de Pagano se encuentra en el Archivo Histórico de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina.
[37] Archivo Histórico de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina
[38] Actas Conferencia Anual, 1924, p 103
[39] Archivo Histórico IEMA
[40] Actas, (1924) 34