Teología e Historia, Volumen 2, Año 2004, pp. 119-140 ISSN 1667-3735
Introducción
Nos encontramos en un mundo de opulencia sin precedentes, pero también de grandes carencias y privaciones: pobreza, opresión, falta de oportunidades económicas y sociales, mínimas posibilidades de acceso a la salud y la educación, para una gran parte de la humanidad. La actual situación por la que atraviesa la humanidad, y específicamente América latina, plantea varios interrogantes para la reflexión teológica en la actualidad.
Este artículo busca señalar la relevancia de la reflexión teológica sobre el desarrollo en América latina. El desarrollo fue una de las principales preocupaciones para los teólogos latinoamericanos durante gran parte de la década de los años sesenta. No obstante, el tema del desarrollo irá desapareciendo de la reflexión teológica en la medida que el tema de la liberación se vaya convirtiendo en el eje fundamental del quehacer teológico. La pérdida de la relevancia del desarrollo a finales de los años sesenta no se presentó únicamente para la teología sino también para los distintos sectores de la sociedad. Sin embargo, la situación por la que atraviesa América latina y la necesidad de un modelo alternativo frente a la hegemonía neoliberal que ha prevalecido en el continente desde principios de los años ochenta, son sólo algunos de los factores que han conllevado a que las discusiones sobre el desarrollo vuelvan a ocupar un papel relevante. Por esta razón, en este artículo se tomarán en cuenta especialmente algunos de los aportes de la reflexión teológica sobre el desarrollo durante los años sesenta que puedan ayudar a orientar, actualmente, sobre este tema. La primera parte del artículo estará brevemente dedicada a la situación socioeconómica de Latinoamérica. En la segunda parte se analizará la necesidad y la urgencia de un modelo alternativo y, finalmente, en la tercera parte se retomarán algunos elementos que puedan aportar y orientar significativamente la reflexión teológica al respecto.
La situación de América latina
De acuerdo con el informe preliminar sobre la situación económica de América latina de la CEPAL, la economía creció en un 1.5% en América latina, mientras que el PBI per cápita se mantuvo estancado en 1.5% por debajo del nivel de 1997. En el 2003 se encuentran 20 millones más de pobres que en 1997.1 La tasa de desempleo ha crecido dos puntos durante este período, llegando al 10.7%; se estima que 700.000 personas se sumarán en este año al contingente de desempleados urbanos que hoy alcanza la cifra de 16.7 millones. El deterioro de la cantidad de empleo va unido al deterioro de las condiciones de los obreros y de los empleados, y al aumento considerable de la economía informal. Para la CEPAL, de continuar esta trayectoria de escaso crecimiento económico y de mercado laboral, no es de extrañar que aumente la pobreza y la indigencia en América latina. La existencia de 227 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza —equivalentes al 44% de la población— revela la gravedad y complejidad del problema.
La situación económica y el aumento de la pobreza van unidos al deterioro de la salud y la nutrición de la población. Para la Organización Panamericana de la Salud, 218 millones de seres humanos carecen de protección en salud; 100 millones no cuenta con los servicios básicos de salud y 82 millones de niñas y niños no tienen acceso a los programas de inmunización. Estos datos forman parte de las 30.000 niñas y niños que mueren diariamente por causas relacionadas con la pobreza y de las 500.000 mujeres que mueren anualmente en el mundo al dar a luz en los países en desarrollo2. El panorama de America latina no es tan alentador si se tiene en cuenta el aumento considerable de enfermedades asociadas con la alimentación y la nutrición. Hay un descenso en el consumo de calorías per cápita promedio en América latina. Además, ha aumentado el número de personas que no tienen protección social y son millones las que se hallan sin servicios básicos de salud.
Con respecto a la educación en América latina hubo un aumento considerable del numero de estudiantes matriculados en primaria, secundaria y en la universidad. El analfabetismo de la población fue reducido de un 34% en 1960 a un 13% en 1995.3 Sin embarco, los logros no son tan alentadores si se tiene en cuenta el nivel de deserción y repetición escolar, el cual está en 5.2 años promedio por habitante. Eso significa que el latinoamericano promedio escasamente ha logrado la formación primaria. Por otro lado, los logros a nivel de cobertura son fuertemente contrastados con la calidad de la educación. Al respecto dice el economista argentino Bernardo Kliksberg:
“América latina ofrece indicadores que se están distanciando de los estándares del mundo desarrollado, y de grupos de países del mundo en desarrollo, como los del Sudeste Asiático. En las mediciones internacionales como la Third International Math & Science Study (TMSS), que compara los rendimientos educativos en ciencias y matemáticas de más de medio millón de niños de 13 años de edad, los pocos países latinoamericanos participantes ocuparon algunos de los últimos puestos entre los más de 40 que fueron medidos”.4
La situación socioeconómica, la pobreza, el deterioro de la salud, de la nutrición y de la educación, entre muchos otros factores, están en relación con los grandes niveles de desigualdad que se viven en el continente. Esta no sólo ha aumentado en los últimos años, sino que además se encuentra por encima de las registradas en cualquier otra parte del planeta. La brecha entre ricos y pobres es superior a la del Africa y mucho más comparada con los países desarrollados. Kliksberg señala cómo en América latina el 5% de la población es dueña del 25% del ingreso nacional y el 30% de los habitantes sólo tiene un 7.5% del ingreso nacional.5 Frente a diversas lecturas económicas en las cuales se consideraba que la desigualdad no influía mayormente o que en algunos casos era recomendable — al aumentar el ahorro y la inversión de los sectores con mayores recursos— es necesario reconocer Jos efectos negativos e inhumanos que esta situación genera en América latina. De acuerdo con las investigaciones de Nancy Birsall y Juan Luis Londoño, el aumento del 5 0% de la pobreza entre 198 3 y 1995 es consecuencia del incremento de la desigualdad.
Esta breve descripción sobre algunos de los aspectos socioeconómicos por los que atraviesa América latina ha planteado la necesidad de retomar las discusiones relacionadas con el desarrollo. Las Naciones Unidas en el año 2000 realizaron la Declaración del Milenio6, en donde reafirman la dignidad y el valor de la persona humana, el respeto por los derechos humanos y la igualdad de hombres y mujeres, y el compromiso de lograr el progreso social, determinado por mejores condiciones de vida, sin miseria ni temor. La Declaración del Milenio busca asegurar que las políticas y los planes nacionales de desarrollo luchen por la erradicación de la pobreza, además de establecer mecanismos institucionales para eliminar la persistente discriminación contra la mujer, promoviendo la equidad de género y el ejercicio de sus derechos.
No es la intención en este artículo señalar los alcances y limitaciones de los datos de la CEPAL, de OPS, o de los objetivos de la Declaración del Milenio, sino plantearse las implicaciones de la realidad del continente, con respecto al desarrollo, para la reflexión teológica en América latina. Hay que tener en cuenta que desde principios de la década de los años sesenta, los teólogos latinoamericanos han asumido un compromiso decisivo con las mayorías pobres del continente. Antes de analizar algunos de los planteamientos de la teología latinoamericana sobre el desarrollo, es conveniente preguntarse por las posibilidades de una propuesta alternativa al modelo neoliberal que ha hecho del crecimiento económico y de la expansión del mercado los ejes centrales de su propuesta de progreso para el continente.
La urgencia de un modelo alternativo
La situación por la que atraviesa América latina y los interrogantes planteados acerca de la hegemonía que ha tenido el neoliberalismo desde principios de los años ochenta, ha llevado a muchos sectores de la sociedad a preguntarse por la posibilidad de un modelo alternativo de desarrollo. Sobre esta necesidad han reflexionado, desde el campo de la economía, Bernardo Kliksberg José Luis Coraggio y, desde el campo de la teología, Giulio Giraldi y Ulrich Duchrow, entre otros.
Kliksberg considera importante superar el fatalismo, la resignación o la evasión al no encontrar una salida posible. Inspirado en la tradición profética, donde se plantea que “no habrá pobres entre vosotros”, Kliksberg afirma que los profetas en realidad no decían lo que iba a suceder, sino lo que debería suceder. Antes que un oráculo, las palabras de los profetas con respecto a los pobres eran una exigencia moral. Por esta razón, el que no haya pobres depende de cada sociedad, de cómo se organice y de cómo haga lo posible por evitarlo. Para él “la pobreza no es un producto de la naturaleza, sino lo contrario. El designio divino es que el ser humano tenga todas las oportunidades para realizarse. Las sociedades lo violan a través de la pobreza”.7 Por esta razón, para Kliksberg la posibilidad de salida de la pobreza y de la desigualdad por la que atraviesa el continente exige del fortalecimiento de la democracia en la medida que se posibiliten espacios de concertación nacional que cambien el rumbo de la situación.
Desde otro punto de vista, el economista José Luis Coraggio reacciona ante quienes señalan que existe una crisis del paradigma neoliberal. Para él, el modelo neoliberal está “vivito y coleando”, de allí la dificultad de pensar alternativas a este modelo dominante. La eficacia y el “éxito” de este modelo se deben sobre todo al poder que lo sustenta, al punto de imponerlo mediante amenazas, extorsiones, presiones y represalias económicas y políticas.8 Para él, es importante un pensamiento alternativo en política social. Por esta razón, considera lo siguiente:
“Anticipemos que las actuales políticas sociales, meras compensadoras de los efectos del proceso del mercado libre, deberán ser transformadas en políticas socioeconómicas, cuyo objeto sea facilitar y promover activamente —desde el Estado y la sociedad— otro desarrollo a partir de la, economía popular”.9
Uno de los teólogos que ha trabajado por más de treinta años en América latina es Giulio Girardi. Para él, la realidad del modelo neoliberal ha llevado al continente a una situación dramática. Por esta razón, es urgente una propuesta alternativa; sin embargo, esta no es factible en el momento actual. Dice Giraldi: “…pero este grito de alerta, que repercute hoy en todas partes del mundo, queda como ahogado por un sentimiento de impotencia que provoca al fatalismo y a la desesperación”.10 Pese a las dificultades de un nuevo modelo, Giraldi encuentra necesario el fortalecimiento del desarrollo local sostenible como una alternativa al mercado global.
Otro de los teólogos que han reflexionado acerca de una propuesta económica alternativa ha sido Ulrich Duchrow. Partiendo del texto bíblico encuentra cómo las comunidades no sólo rechazaban los mecanismos de los imperios totalitarios, sino que también tenían una visión alternativa para poner en práctica en la vida cotidiana.11 Las comunidades estaban seguras de que estos imperios iban a caer pronto de tal manera que no esperaban una intervención política, pues sería tener una visión a corto plazo, que le quitaría la fuerza a las posibilidades y a las alternativas.
Pese a las diferencias entre estos autores, es posible señalar algunos aspectos importantes para tener en consideración. Todos coinciden en la necesidad y urgencia de un modelo alternativo fronte al modelo económico dominante. Sin embargo, las posibilidades reales no son del todo compartidas por ellos. Dentro de sus propuestas se identifican algunos elementos claves:
- La importancia de la democracia como un mecanismo fundamental que le permita a la sociedad encontrar caminos de concertación contra la pobreza y la desigualdad.
- La necesidad de una economía social que facilite y promueva la transformación de las políticas sociales del Estado y de la sociedad.
- El papel que juega el desarrollo local sostenible como alternativa al mercado global.
- La importancia de mantener la esperanza y la confianza en un mundo mejor.
Los antecedentes teológicos sobre el desarrollo
La situación por la que atraviesa América latina y la urgencia de un modelo alternativo son algunos de los factores que han conllevado a que el tema del desarrollo vuelva a ser relevante en América latina. Las preocupaciones por el desarrollo en la actualidad tienen una profunda implicación para la reflexión teológica. Por esta razón, es importante preguntarse por el significado del desarrollo para la reflexión teológica. Esta reflexión tiene una larga tradición en el continente que bien puede ubicarse desde principios de ios años sesenta. Aunque no se trata de retomar las discusiones sobre el desarrollo en estos años, sí es posible considerar algunos aspectos que, actualmente, pueden orientar y ayudar a replantear las relaciones entre el desarrollo y la reflexión teológica. La preocupación por el desarrollo ocupó gran parte de la discusión teológica protestante durante un buen lapso de la década de los años sesenta y principios de los setenta. Aunque en un primer momento la discusión estuvo presente en el Consejo Mundial de Iglesias, ésta se incorporó en la reflexión teológica del Movimiento de Iglesias y Sociedad en América latina (ISAL).
El desarrollo dentro del Consejo Mundial de Iglesias
El Consejo Mundial de Iglesias fue fundado en 1948, teniendo como objetivo la unidad de la iglesia12, sobre la base de una “sociedad responsable”13, cuyo criterio permitía a las iglesias determinar el tipo de compromiso con los procesos sociales, políticos y económicos en la sociedad. El interés inicial por el desarrollo en el Consejo Mundial de Iglesias se inicia con el estudio de áreas de “rápidos cambios sociales”14 entre los años 1954 y 1961. La concepción de desarrollo predominante en esta institución era de corte humanista y progresista, donde la modernización y la industrialización eran caminos para el desarrollo según el sendero marcado por los países desarrollados. En el documento preparatorio para la II Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Evanston (1954) se planteó lo siguiente:
“En la vida de estos países se está desarrollando, y debe tener lugar, una enorme revolución social y económica En particular debe haber uioeision.es industriales como medios de levantar el nivel de vida de los pueblos, debe haber reformas agrarias y deben derribarse las barreras a lo oportunidad económica y social”.15
El énfasis en la tecnología para el desarrollo también fue expresado por el Consejo Mundial de Iglesias cuando afirma:
“En la situación de rápida transformación social, la tecnología proporciona la esperanza fundamental para la liberación de la humanidad de la pobreza y la enfermedad. La organización económica y política desempeña un importante papel en la erradicación de la pobreza, pero las herramientas que emplea implican, los poderes de la tecnología. Sin sus poderes para producir y sanar, pocas perspectivas de escape tendrán los millones que en las tierras de rápidos cambios sociales viven en un mero nivel de subsistencia o por debajo de él”.16
Pese al papel que cumple la tecnología, el Consejo Mundial de Iglesias no deja de advertir los problemas que ésta puede ocasionar en términos del bienestar general y de la deshumanización. Por esta razón, insta a los cristianos a luchar para que la tecnología contribuya a la dignidad y a la libertad del ser humano.17 En el mismo sentido se refiere con respecto a la industrialización cuando afirma:
“Pero ahora, con el moderno desarrollo industrial y económico, están a su alcance los medios más elevados. Esto, desde luego, no garantiza la paz espiritual o la libertad, porque la calidad de vida humana no puede ser medida por la abundancia, de posesiones”. 18
Esta concepción del desarrollo va a ser fuertemente criticada después de 1961 con la participación de un mayor número de personas del Tercer Mundo en los distintos foros de discusión sobre el desarrollo. Quizás el momento decisivo se dará a partir de la Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad en Ginebra en 1966. Refiriéndose a este acontecimiento Julio de Santa Ana dice:
“En esta ocasión el espíritu revolucionario que crece en el Tercer Mundo en forma paulatina desafió abiertamente las posiciones reformistas que hasta entonces habían predominado en el Consejo Mundial de Iglesias, reaccionando contra un sistema de opresión cuya manifestación más evidente es el sistema del comercio internacional mundial que determina la pauperización creciente de los países sabdesarrollados, los portavoces del cambio radical señalaron que el desarrollo no significa modernización, a la vez que tampoco puede ser alcanzado mediante la. implementación de la tecnología moderna en las áreas donde el crecimiento económico no ha podido ser impulsado, dado que dicha tecnología tiende a sostener un sistema de dominación social que hasta (duna sólo ha llegado a aumentar las posibilidades para preservar el orden establecido”.19
De esta forma la Conferencia sobre Iglesia y Sociedad sirvió para replantear la concepción sobre el desarrollo. En esta perspectiva, este último no podía estar reducido ni a lo económico, ni a lo tecnológico, ni a la modernización. El desarrollo guarda una estrecha relación con las luchas revolucionarias, donde las naciones del Tercer Mundo juegan un rol protagónico. Esta aproximación de desarrollo coincide con la propuesta presentada por Arent Th. van Leeuwen, quien en la Cátedra Carnahan en la Facultad Evangélica de Teología de Buenos Aires, en 1966 decía: “Entre desarrollo y revolución existe una interdependencia esencial en la medida en que el desarrollo encierra las semillas de la revolución y que el significado de la revolución es que es en potencia el principio del desarrollo”.20
Un acontecimiento, previo a la IV Asamblea del Consejo Mundial en Uppsala (1968), es la Conferencia sobre Cooperación Mundial para el Desarrollo celebrada en Beirut en abril de 1968. Aquí nuevamente se retoma la concepción inicial del desarrollo en términos de modernización e industrialización. Julio de Santa Ana plantea al respecto: “Desgraciadamente, la voz revolucionaria de la Conferencia Mundial de Ginebra casi ni se oyó en Beirut, dando así el movimiento ecuménico un paso en retroceso que no puede ser sino lamentado”.21
La Conferencia Mundial sobre Iglesia y Sociedad en Ginebra en 1966 y la Conferencia SODEPAX en Beirut son dos acontecimientos significativos relacionados con la importancia del desarrollo para la iglesia. La divulgación de los documentos surgidos en estas dos conferencias fue generando el ambiente para la discusión en la IV Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias celebrado en 1968 en Uppsala, donde el desarrollo fue uno de ios temas principales. Sin embargo, las propuestas de la Conferencia sobre Iglesia y Sociedad en 1966 no fueron ratificadas por la Asamblea de Uppsala Aunque se conservó la importancia del desarrollo para el Tercer Mundo se perdió el carácter revolucionario del mismo.
Motivado por la importancia del desarrollo para la iglesia, el Consejo Mundial de Iglesias organiza en 1970 la “Comisión de Participación de las Iglesias en el Desarrollo”. Esta comisión estaba en la tarea de coordinar los diferentes esfuerzos y adoptar medidas que promoviesen el desarrollo. En 1975, C. I. Itty, director de la Comisión de Participación de las Iglesias del Consejo Mundial de Iglesias en ese momento, expresaba la importancia del desarrollo para la iglesia de la siguiente manera:
“El reto formulado a las iglesias, en el sentido de una participación eficaz en el proceso de desarrollo, es más urgente y crítico que nunca. La situación general de los pobres se agrava en todas partes. El número de los que viven en condiciones de abyecta pobreza azúmenla constantemente. Está en juego la supervivencia misma de millones de individuos. Las estructuras de la injusticia y el dominio cobran jornias más opresoras y arraigadas. Es evidente que los cristianos y todas las personas de buena, voluntad deben acentuar sus esfuerzos y dar pasos audaces en el futuro inmediato. ¿Qué pasos, qué medidas diferentes podrían intentar las iglesias?”.22
Itty deja planteadas varias preocupaciones con respecto al desarrollo por parte del Consejo Mundial de Iglesias; no desconoce la importancia del compromiso con el desarrollo, subraya la necesidad de una participación eficaz de los distintos sectores de la sociedad y el reconocimiento de las estructuras de injusticia y opresión en el proceso de desarrollo. Además de lo anterior, formula una pregunta abierta, que no será fácil responder: ¿cuáles son los pasos a seguir?
Los planteamientos sobre el desarrollo por parte del Consejo Mundial de Iglesias enfatizan varios aspectos interesantes para la reflexión teológica sobre el desarrollo en la actualidad. En estos se señala que:
La preocupación por el desarrollo juega un papel significativo para el Consejo Mundial de Iglesias desde la década del 50 al 70. Sin embargo, la concepción del desarrollo no es estática sino que responde a la diversidad de expresiones y de contextos en los que se encuentran las iglesias.
Pese a la cercanía con la teoría de la modernización, con respecto al papel de la modernización, de la industrialización y de la tecnología, éstas nunca fueron consideradas como el fin del desarrollo.
La presencia de representantes de las iglesias del Tercer Mundo exigió en algunos momentos una mayor aproximación a las concepciones latinoamericanas del desarrollo, lo que significó la incorporación de los conceptos de revolución y liberación al lenguaje del desarrollo.
La necesidad de una propuesta de desarrollo que considerara los límites del crecimiento económico y por tal razón la importancia de tener en cuenta la sustentabilidad de las propuestas.
Hay una inquietud no solamente por una respuesta rápida sino también eficaz. De allí el énfasis en la necesidad de la planeación y del empleo de estrategias más adecuadas.
El interés fundamental del Consejo Mundial de Iglesias es por la dignidad, la libertad y la justicia. El desarrollo no podía estar reducido a lo económico; era prioritario incorporar las dimensiones políticas, sociales, culturales v éticas.
El desarrollo como preocupación teológica de ISAL
Las preocupaciones del Consejo Mundial de Iglesias por el desarrollo encuentran eco en los teólogos latinoamericanos. La situación de América latina y la pregunta por cuál debe ser el papel de la iglesia en este contexto llevó al surgimiento de tres movimientos ecuménicos a principios de la década del 60: El Movimiento Iglesia y Sociedad en América latina (ISAL) en 1961; La Comisión Evangélica Latinoamericana para la Educación Cristiana (CELADEC) en 1962; y el Movimiento Pro-Unidad Cristiana (UNELAM)23. Aunque estos tres movimientos ecuménicos tendrán un papel significativo en la vida de la iglesias protestantes, sólo será el ISAL el movimiento más representativo de la época en lo que se refiere a la relación de la iglesia y la sociedad. Forman parte de este movimiento algunos de los teólogos latinoamericanos más representativos, como Julio de Santa Ana, José Miguez Bonino y Rubem Alves y el teólogo norteamericano Richard Shaull, entre otros. Sin embargo, también participan intelectuales protestantes de otras disciplinas, como es el caso del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda.
El tema del desarrollo es una preocupación fundamental desde el inicio de las reuniones del ISAL (Iglesia y Sociedad en América latina). En la primera reunión efectuada en Huampaní, en Perú, del 23 al 27 de Julio de 1961, de los tres temas planteados uno de ellos es dedicado al tema del desarrollo en América latina. Desde el principio el tema del desarrollo se aborda desde un marco bíblico teológico acerca de la responsabilidad cristiana y sobre la acción profética de la iglesia. Para el ISAL:
“Hoy en día hay en América taima una demanda de rápidos cambios económicos. Los pueblos quieren participar en los beneficios de una tierra rica en recursos y en las ventajas de la. tecnología moderna y el desarrollo económico. Están despertando a, la realidad de que una vida abundante no tiene por qué ser privilegio de unos pocos y que el estado y la sociedad tienen los medios para lograr ese ideal para, todos. Están cautivados por una visión del hombre y la, sociedad, que ha sido llamada ‘la revolución de las esperanzas crecientes’”.24
Esta cita expresa por un lado la toma de conciencia frente a la realidad, la necesidad de participar en los procesos de transformación, la crítica al privilegio de algunos que niega la vida de la población, el papel del estado y la sociedad, y la confianza en un proceso de revolución. La acción de la iglesia por el desarrollo surge del discernimiento de que Cristo está obrando en la realidad económica y social, y de que la iglesia debe estar preocupada por los seres humanos, la solidaridad y la búsqueda del bienestar y felicidad de las personas.
La economía juega un papel muy importante para el desarrollo y la iglesia está en la tarea de interpretar los ciatos y las estadísticas. Sin embargo, la economía es sólo un instrumento para comprender e interpretar la realidad. Los datos estadísticos y económicos le permiten entender a la iglesia la existencia de dos males principales que hacen imperativo el cambio económico. Por un laclo, el bajo nivel de vida de la población expresado en Ja pobreza y desnutrición de millones de latinoamericanos. Por otro, la desigualdad en la distribución de la riqueza y los ingresos. Para el ISAL es importante el crecimiento económico siempre y cuando éste garantice los cambios estructurales que permitan una mejor distribución de la riqueza. El ISAL dice al respecto:
“No basta la aceleración del desarrollo económico. Ella debe ir acompañada, por nuevas estructuras sociales basadas en la, comprensión cristiana de la justicia en. la. distribución, de la riqueza y de los inglesas. Esto exige cambios radicales en las clásicas concepciones latinoamericanas del derecho de propiedad, especialmente en lo que hace a la propiedad, de la tierra”.25
Para el ISAL, estos problemas de la tierra exigen de una reforma agraria mediante la cual se mejóren las condiciones de vida de las personas, además de superar la desigualdad y la baja productividad. Pese a lo difícil y complejo de una reforma agraria, es importante tener en cuenta la urgencia y las demandas de la mayoría de la población. El ISAL considera que la negativa a la reforma agraria es generada por la ineficiencia del gobierno y por la mala disposición de las clases dominantes.26
El ISAL señala varios obstáculos para el desarrollo. Dentro de ellos menciona algunos de carácter económico como la falta de capitales, los bajos niveles de producción per cápita, las pocas posibilidades ele ahorro, el consumismo de las clases de altos ingresos y la falta de tecnología adecuada. Junto con estos, el ISAL señala varios factores de carácter político como la misma inestabilidad política que produce un desplazamiento de los capitales. A éstos se deben sumar los factores humanos como la falta de una mano de obra calificada, la falta de responsabilidad social y de una ética económica y administrativa. Además, el problema es aún mayor cuando se carece de una planificación adecuada del desarrollo. Así lo expresa el ISAL en la reunión de Huampaní:
“Todos estos obstáculos se hacen más agudos por la falta de una planificación económica adecuada, tendiente a la mejor utilización posible de los remisos naturales y el esfuerzo productivo, como también por la ineficiencia y la rivalidad de los diferentes sectores políticos del gobierno, que en muchos casos paraliza, hace inefectivas y demora y aun desvía en beneficio de unos pocos, medidas y reformas urgentes”.27
El concepto de desarrollo del ISAL está caracterizado por el reconocimiento de la importancia de la economía en la interpretación de la realidad latinoamericana pero con la salvedad de que éste no se convierta en un fin en sí mismo, sino que por el contrario sea un medio eficaz para el desarrollo. El fin del desarrollo es una sociedad más justa y responsable, donde predominen la libertad y la justicia como valores centrales. El desarrollo debe ser una preocupación de los diferentes sectores de la sociedad y el estado está en la obligación de la planeación y en el reconocimiento de la libertad y la justicia. Esta concepción toma distancia de los sistemas dominantes y busca un camino alternativo, donde no se desconozca la importancia de la ayuda extranjera, pero donde sí se rechace toda forma de dependencia, de control político y económico.
La segunda asamblea del ISAL en Tabo, Chile, en 1966 y la tercera asamblea en Piriápolis en 1967 señalan la transición entre el énfasis en el desarrollo de la primera asamblea y el proceso de liberación de la cuarta asamblea. En la reunión de Tabo se enfatizó el papel profético de la iglesia y el papel del cristiano en la revolución. Así lo expresa Julio de Santa Ana, uno de los participantes de la asamblea: “En el Tabo, si bien se reserva para la iglesia una función profética, desacralizadora de cualquier absoluto en la marcha del proceso revolucionario, se entiende también que el cristianismo está exigido en su acción por el contexto revolucionario”.28 En la Asamblea de Piriápolis los intereses del ISAL giran en torno a la participación política de la iglesia. Para Julio de Santa Ana “en Piriápolis ISAL se definió a sí misma como un ‘grupo intermedio’ de formación para la acción política en los grupos de vanguardia en la sociedad latinoamericana”.29
Es interesante observar cómo el desarrollo juega un papel importante para la iglesia en la primera reunión del ISAL en 1961; sin embargo, el énfasis en el desarrollo cambiará diez años después, en la cuarta asamblea del TSAL, celebrada en Ñaña, Perú, en 1971. A diferencia de la primera asamblea, marcada por el “Encuentro y Diálogo”, donde se reflexionó sobre la responsabilidad cristiana frente a los rápidos cambios socioculturales, la actuación profética del cristiano en la vida política latinoamericana y la preocupación cristiana por el progreso y el desarrollo económico, la cuarta asamblea considera como temas principales de la agenda los siguientes: el desarrollo del proceso de liberación y la participación cristiana, el rol del intelectual cristiano frente a la relación entre ideología y política, y las metodologías para la acción popular.30 La cuarta asamblea estuvo marcada por la “Acción y Movilización”. Este cambio de paradigma dentro del ISAL se produce por varios factores. En primer lugar, en los inicios de los años sesenta se respira un aire ele optimismo y confianza en la realización de los procesos de desarrollo y en las transformaciones que se están viviendo en .América latina. En segundo lugar, el fracaso, y por consiguiente frustración de las propuestas de desarrollo. En tercer lugar, la agudización de la crisis sociopolítica que afecta todos los aspectos de la vida. En este sentido se expresa la presentación de la Revista Cristianismo y Sociedad en 1970:
“La década del 60 en América latina puede ser caracterizada como un período agónico en el que las grandes esperanzas quedaron hechas añicos, otras fueron semidestruidas y una gran frustración fue lomando cuerpo, especialmente en el último lustro de la misma. El auge del militarismo, el fracaso de un tímido programa reformista como la Alianza para el Progreso, el distanciamiento de los países latinoamericanos frente a Cuba y las dificultades de la acción revolucionaria en su propósito de una pronta toma de poder, fueron algunos de los elementos que llevaron, no ya a una actitud pesimista de las fuerzas progresistas de América latina, pero sí en cambio a una posición más caula frente al desarrollo de un proceso histórico de nuestros países”.31
Este cambio de paradigma producido en ISAL se baila en consonancia con el deseo de reorientar las prácticas del Movimiento hacia las bases populares y lograr una mayor inserción política. Por ello, es comprensible la crítica en ISAL en torno al “desarrollismo”. Julio de Santa Ana considera que el “desarrollismo” se caracteriza por una visión tecnocrática del desarrollo, desconociendo la importancia de los factores políticos y populares.32 Esta concepción conlleva a la ausencia de las denuncias al sistema de dominación imperial. Para él, incluso ciertos sectores ele la Iglesia, entre ellos el CELAM, han sido influenciados por este tipo de propuestas.
A diferencia de la concepción de desarrollo del Consejo Mundial de Iglesias, más ligada a la modernización e industrialización, el ISAL abogó por un desarrollo más acorde con las realidades de transformación de la realidad de América latina. Antes que imitar el modelo de los países industrializados, se hace necesario partir del contexto en el que se encuentran los países del Tercer Mundo. La concepción y la preocupación del desarrollo del ISAL refleja el punto de vista de algunos de los teólogos más representativos del ámbito protestante y de algunas de las iglesias históricas en América latina. Dentro de los planteamientos del ISAL es posible identificar algunos aspectos significativos para la reflexión teológica sobre el desarrollo en la actualidad.
El desarrollo es una de las preocupaciones centrales de la teología en Améiica latina. Los teólogos del ISAL inciden en la concepción del desarrollo del Consejo Mundial de Iglesias planteando la necesidad de una mirada más acorde a la realidad de América latina. Pero este compromiso debe asumirse desde un marco teológico caracterizado por la responsabilidad de la iglesia frente a la sociedad y desde la opción profética de la iglesia. En cuanto a la responsabilidad de la iglesia, el ISAL parte del presupuesto de la acción de Dios en la historia y en la realidad latinoamericana; en cuanto a la opción profética, se denuncia el privilegio de la minoría y las estructuras que lo sostienen, y se anuncia la necesidad de una vida plena para la mayoría.
Se destaca la importancia de la economía como un instrumento facilitador para lograr una mejor comprensión de la realidad, pero considerando que el desarrollo no puede reducirse a la dimensión económica. Aboga por una concepción más amplia del desarrollo, donde junto con lo económico se tengan en cuenta las dimensiones políticas, éticas, culturales y tecnológicas.
La necesidad de las estrategias para el desarrollo. En este sentido, en la planificación del desarrollo debe incluirse tanto el proceso revolucionario como el papel del estado.
Se esperaba que el desarrollo tuviese como finalidad a las personas, garantizara la vida, la libertad y la justicia como objetivo último. Las propuestas del ISAL van asumiendo las transformaciones del discurso de las teorías del desarrollo latinoamericano, en donde el tema de la liberación ocupará la principal preocupación para la teología en América latina, como se analizará más adelante.
Conclusiones y desafíos
El desarrollo ha sido una de las principales preocupaciones para la reflexión teológica en América latina, especialmente durante la década del 60. Esta reflexión se dio dentro del ámbito de las discusiones de las distintas teorías del desarrollo. Inicialmente, las reflexiones teológicas incorporaron los aportes de la teoría reformista-estructuralista sobre el desarrollo. A finales de la década del sesenta, algunos de los teólogos latinoamericanos tomaron como referente fundamental a la teoría de la dependencia. Esta le aportó una nueva comprensión de las causas del desarrollo y subdesarrollo a la teología. Pero además significó la incorporación del lenguaje de la liberación en contraposición al lenguaje del desarrollo, ocasionando una ruptura entre desarrollo y liberación. El hecho de no haber clarificado suficientemente las diferencias entre el desarrollo promovido por las iglesias (como el desarrollo integral armónico, entre otras) y el desarrollismo no facilitó las relaciones entre la teología del desarrollo y la teología de la liberación. Posteriormente, el énfasis en el desarrollo prácticamente desaparecerá de la reflexión teológica en América latina, al ser reemplazado por el lenguaje de la liberación, el cual perdurará durante gran parte de la década de los años 70.
Sin embargo, el nuevo contexto latinoamericano, caracterizado por las persecuciones, desapariciones forzadas, las torturas, el exilio y la violación sistemática de los derechos humanos ocasionados por las dictaduras militares y la doctrina de seguridad nacional, entre otros factores, plantearon nuevos desafíos para la reflexión teológica desde los primeros años de la década del 70. De esta manera la preocupación inicial por la liberación perdió el énfasis que había adquirido. La implementación del modelo neoliberal a principios de los años 80 llevó a que ciertos sectores de la teología de la liberación fijaran su atención en torno a los problemas del mercado y de la exclusión social.
La realidad actual del continente latinoamericano exige de la recuperación de la problemática del desarrollo a partir de retomar el tema de la libertad en la reflexión teológica. Lo que significa plantearse la necesidad de un nuevo marco teórico y metodológico que permita no sólo recuperar la problemática del desarrollo, sino también superar las rupturas entre éste y la liberación. Sin embargo, es importante observar que la reflexión teológica ha asumido una actitud crítica frente a las propuestas de desarrollo que no han tenido en cuenta a todo y a todos los seres humanos. Estas críticas han estado fundamentadas en los presupuestos antropológicos de la teología cristiana, en especial en el reconocimiento y respeto a la dignidad y la libertad, así como en la necesidad de una sociedad justa y equitativa. Estos aspectos antropológicos son importantes no sólo como puerta de entrada en las discusiones sobre el desarrollo, sino también como criterio para evaluar las propuestas de desarrollo en la actualidad. A partir de los presupuestos antropológicos es posible establecer los principios de la dignidad, la integralidad, la vida comunitaria, el destino y la libertad del ser humano, como criterios que determinan el diálogo entre la reflexión teológica y el desarrollo en la actualidad.
1 CEPAL. Estudio Económico de América latina y el Caribe, 2003-2004. www.eclac.cl/cgi.bin/ getProd.asp?xml=/publicaciones/
2 OPS. La Salud en las Américas. wvw.paho.oig/spanisli/dd/pub/sEA_2002.htm.
3 Kliksberg, Bernardo. Hacia una Economía con Rostro Humano. Asunción, Instituto de Capacitación y Estudios, 2003, pp. 42-44.
4 Ibíd., p. 44.
5 Ibíd., p. 30.
6 La presidencia de la Argentina lanzó en octubre del 2003 los objetivos del Desarrollo del Milenio, donde el país se comprometía para el 2015 a erradicar la pobreza extrema y el hambre, alcanzar la educación básica universal, promover el trabajo decente y la igualdad de género, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH, la tuberculosis y el chagas, asegurar un medio ambiente sostenible. (Presidencia de la Nación Argentina. Objetivos de Desarrollo del Milenio. Argentina: La Oportunidad para su Reencuentro, octubre del 2003.)
7 Ibíd., p. 15.
8 Coraggio, José Luis, “¿Es posible Pensar Alternativas a la Política Social Neoliberal?”, Nueva Sociedad, N° 164, 1999, p. 99.
10 Giraldi, Giulio, Desarrollo Local Sostenible: Poder Local Alternativo y Refundación de la Esperanza. En Pixley, Jorge (coord.) Por un Mund Otro: Alternativas al Mercado Global, Quito, CLAI, 2003, p. 115.
11 Duchrow, Ulrich, Alternativas al Capitalismo Global, Quito, Abya-Yala, 1998, p. 257.
12 Aunque el Consejo Mundial de Iglesias queda establecido en 1948, es en las conferencias mundiales de Edimburgo y Oxford en 1937 donde se había presentado la propuesta de la creación de un cuerpo de amplitud mundial, que diera concreción a la totalidad de las tendencias de las iglesias. Se espera que el Consejo Mundial de Iglesias combine los movimientos de “Fe y Constitución”y “Vida y Acción”. (BRASH, Alan, El Consejo Mundial de Iglesias, Ginebra, Consejo Mundial de Iglesias, 1979, p. 11.)
13 Aquí es importante resaltar el texto de Grenholm, Carl-Henric, Cristian Social Ethics in a Revolutionary Age, 1973. El texto retoma la importancia que el Consejo Mundial de Iglesias le dio a la ‘‘Teología de la Sociedad Responsable” a partir de la Asamblea de Amsterdam en 1948.
14 Consejo Mundial de Iglesias, Dilemas y Oportunidades: La Acción Cristiana en los Rápidos Cambios Sociales, Ginebra, CMI, 1959.
15 La Iglesia en el Mundo, Subtemas de la II Asamblea General del Concilio Mundial de Iglesias, Evanston, Buenos Aires, Imprenta Metodista, 1954, p. 27.
16 Op. cit., p. 16.
17 Ibíd., p. 17.
18 Ibíd., p. 63.
19 Santa Ana, Julio De, “Los Cristianos, las Iglesias y el Desarrollo” en Cristianismo y Sociedad, N° 21, año VII, 1969, p. 57.
20 Leeuween, van Arent Th., Desarrollo y Devolución, Buenos Aires, La Aurora, 1967, p. 130.
21 Op. cit. p. 58.
22 Dickinson, Richard, Tiempos de Liberación. Buenos Aires, Tierra Nueva, 1976, p. 13.
23 La importancia de este movimiento es señalada por varios historiadores de la Iglesia en América latina como: Silva Gotay, Samuel, El Pensamiento Cristiano y Revolucionario en América latina y el Caribe, Salamanca, Sígueme, 1981; Dussel, Enrique, Historia General de la Iglesia en América latina, Salamanca, Sígueme, 1983, entre otros.
24 ISAL, Encuentro y Diálogo, Montevideo, Iglesia y Sociedad en América latina, 1961, p. 51.
25 Ibíd., p. 52.
26 Ibíd., p. 54.
27 Ibíd.
28 Santa Ana, Julio, Protestantismo, Cultura y Sociedad, Buenos Aires, La Aurora, 1970, p. 168.
29 Ibíd.
30 ISAL, América latina: Movilización Popular y Fe Cristiana, Montevideo, ISAL, 1971, pp. 139-140.
31 Así se expresa el editor de la revista Cristianismo y Sociedad, N° 24-25, 1970, p. 3.
32 Op. cit., p. 06.