Teología e Historia, Volumen 3 y 4, Año 2005, pp. 84-94 ISSN 1667-3735
Introducción
Antes de describir la biografía de Anselmo, como su importancia para la teología en general, en especial la cristiana, les invito a conocer un poco del panorama del siglo XII. Justo González dice “que este siglo trajo consigo una nueva era en la historia del pensamiento cristiano. El despertar teológico que había quedado interrumpido en medio del caos de la decadencia carolingia logra ahora producir sus frutos, no ya bajo la sombra de algún imperio, sino de una iglesia en vías de reformas que al mismo tiempo reclamaba autoridad por encima de los príncipes”.1 Las condiciones sociales que dan origen al auge de las ciudades hacen que “la teología se recluya en los claustros”, diría el filósofo Julián Marías y agrega, “desde entonces va a adquirir el carácter monacal que ha de gravitar largamente sobre el pensamiento medieval; la Orden benedictina se convierte en la principal depositaría del saber teológico y filosófico”.2 González añade que este saber teológico y filosófico pasa del monasterio a las escuelas catedralicias, anunciando así lo que serían las universidades del siglo XIII.
Al final del siglo XI mucre Urbano II, el consolidador de la reforma gregoriana, Jerusalén cae conquistada por la Primera Cruzada y en España muere el Cid. Uno de los acontecimientos que introduce el siglo es gótico primitivo, del amor romántico, del Reino Latino de Jerusalén, de los traductores que en Toledo vierten al latín la sabiduría que los árabes han conservado de Ricardo Corazón de León y de San Bernardo de Claraval. El siglo que produjo tales hombres y tales acontecimientos no podía sino producir grandes teólogos y debates doctrinales.3 De esos grandes teólogos y filósofos, encontramos a la figura más eminente: San Anselmo de Canterbury. Ahora me pregunto, ¿por qué es importante teológicamente San Anselmo para la historia del pensamiento cristiano? ¿Qué es lo novedoso de Anselmo en la teología? ¿Es posible demostrar la existencia de eso que llamamos Dios? ¿Por qué es importante filosóficamente San Anselmo para 1a filosofía?
En el transcurso de este articulo trataré en lo máximo de responder a estos asuntos medulares tanto para la teología como la filosofía medieval: el proyecto de Anselmo es demostrar la existencia de eso que llamamos “Dios”. Por eso, para muchos filósofos Anselmo es el primer gran filósofo medieval después de Escoto Eriugena. En rigor, el fundador de la Escolástica que en él adquiere ya su perfil definido. Pero, por otra parte Anselmo está inmerso en la tradición patrística, de ascendencia agustiniana y platónica.4 La idea es analizar estos temas a través de la lectura directa de los autores claves: San Anselmo de Canterbury en primer lugar, historiadores y filósofos, su resonancia en algunos filósofos y teólogos postmedievales de importancia, y ciertas interpretaciones y reformulaciones contemporáneas, tales como: Descartes, Gassendi, Leibniz, Kant, Hegel entre otros; que ya usted, mi querido lector, ha visto en un curso de introducción a la filosofía.
Su vida
Anselmo nació de noble familia en Aosta del Piamonte hacia el año 1033. De jovencito fue encomendado a un profesor muy riguroso, regañón y humillante, y el niño empezó a a volverse demasiado tímido y retraído. Entonces lo llevaron a los Padres Benedictinos y éstos por medio de la bondad y de la alegría lo transformaron en un estudiante entusiasta. Todos los ratos libres los dedicaba a estudiar y a escribir. Más tarde Anselmo diría:
“Mis progresos espirituales, después de Dios y de mi madre, los debo a haber tenido unos excelentes profesores en mi niñez, los Padres Benedictinos”.
A los 15 años intentó ingresar en un monasterio, pero el abad, sabiendo que el padre de Anselmo, Gandulfo, se oponía a ello, no quiso admitirle. Mientras el papá lo animaba a ser un triunfador en el mundo, la madre le mostraba el ciclo azul y le decía: allá arriba empieza el verdadero reino de Dios. El papá lo llevaba a fiestas y a torneos. Pero, aunque Anselmo participaba con mucho entusiasmo, después de cada fiesta mundana sentía su alma llena de tristeza y desilusión:
“‘El navio de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de la perdición. Entonces, Anselmo se fue inclinando más a ganarse el cielo que las glorias humanas”.5
Anselmo olvidó durante algún tiempo su vocación, descuidó la práctica religiosa y vivió una vida mundana de la que no dejó de arrepentirse más tarde hasta el último día de su vida. Anselmo no se entendía con su padre. Tan severo era éste, que Anselmo no tuvo más remedio que abandonar la casa paterna, después de la muerte de su madre, para proseguir sus estudios en Borgoña. Tres años más tarde, pasó a Bec, en Normandía, atraído por la fama del gran abad Lanfranco.6 A los 27 años, en 1060, Anselmo ingresó en el monasterio de Bec, donde se convirtió en discípulo y gran amigo de Lanfranco. Este fue nombrado abad de San Esteban de Caen, tres años más tarde y Anselmo pasó a ser el prior de Bec. Algunos monjes murmuraron contra la elección de Anselmo, quien era todavía muy joven; pero su paciencia y bondad acabaron por ganarle los ánimos de sus más acerbos críticos.
Y luego, en 1093, fue nombrado arzobispo de Canterbury, sucediendo también a Lanfranco, continuando su labor de restauración de los monasterios ingleses, arrasados por la invasión danesa. La mayor y mejor parte de sus obras es fruto de sus treinta años de enseñanza en Bec. Desplegó una actividad extraordinaria defendiendo el poder espiritual conforme a la normas de Gregorio VII. Esto le hizo enfrentarse con Guillermo el Rojo (1087 1100) y Enrique Beauclerc (1100-1109), teniendo que sufrir por dos veces en el destierro. Volvió a Inglaterra en 1106, donde murió en 21 de abril de 1109.7
Sus obras
Sus obras son bastante numerosas. Muchas de interés predominantemente teológico; numerosas cartas llenas de sustancias doctrinales; las que más importan tanto para la filosofía como la teología son el Dialogas grammatico8; Monologium9; Proslogion10; De fide Trinitatis et de incarnatione Verbi.11; De processione Spiritus Sancti contra graecos.12;; De veritate; Liber apologéticas contra Gaunilonem; De libero arbitrio; De casu diaboli; Cur Deas homo?;13 De concepta virginali et originali peccato14; De concordia praescientiae, et praedestinationis, et gratiae Dei cum libero arbitrio15; Meditaciones y oraciones, la mayor parte espúreas, y un epistolario de 445 cartas muy interesantes en el aspecto doctrinal e histórico.16
Sus dos obras más conocidas que ayudaron a integrar la razón y la fe: El Monologium,17 (“modo de meditar sobre las razones de la fe”, en el que daba las pruebas metafísicas de la existencia y la naturaleza de Dios) y el Proslogium18 (la fe que busca la inteligencia) o contemplación de los atributos de Dios. Igualmente compuso los tratados de la verdad, la libertad, el origen del mal y el arte de razonar, llegando así a ser uno de los autores más leídos en la Iglesia Católica. Durante siglos los maestros de teología han leído y citado las enseñanzas de este gran sabio. Fe y razón. Es que la obra teológica y filosófica de Anselmo está orientada, sobre rodo, hacia las demostraciones de la existencia de Dios. Esto es lo que tiene más relevancia en sus escritos teológicos y está más estrechamente asociado a su nombre. Anselmo parte de la fe; las demostraciones no se dirigen a sustentar la fe, sino que están soportadas por ella. Este pensador cree para entender, no a la inversa. La fe es la que tiende a saber; la fe busca la intelección y esta necesidad emerge del carácter interno de la fe. Anselmo distingue entre una fe viva que obra y una fe muerta, ociosa; la fe viva se funda en un amor que es quien le da vida. Este amor alejado hace que el hombre, alejado por el pecado, esté ansioso de volver y contemplar al verdadero Dios y esto es intelligere, entender. Es decir, sin fe no se puede llegar a entender el corazón de Dios.19
Su pensamiento
Con respecto a su aporte al pensamiento es el primer pensador original de la Edad Media. Posee una formidable agudeza dialéctica. Una vez planteado el problema y propuesta la primera noción, sigue implacablemente hasta las ultimas consecuencias. Pero no se trata de una dialéctica fría y puramente filosófica, sino caldeada por el fuego del amor y de la experiencia religiosa, siguiendo las huellas de san Agustín. Su actitud ante la filosofía es una conclusión de las controversias entre partidarios e impugnadores de la dialéctica. Indirectamente, aquellos debates habían vuelto a plantear el problema de las relaciones entre la razón (ratio) y la fe (actoritas). Anselmo adopta una posición armónica de equilibrio entre ambas, siguiendo la línea agustiniana. Contra los dialécticos exagerados afirma la supremacía y la absoluta suficiencia de la fe.
En un orden jerárquico, lo primero es la fe y después la razón. Lo primero es creer y después entender. La fe es el punto de partida y la fuente de nuestro conocimiento. No se entiende para creer, sino que después de creer hay que tratar de comprender. La fe suministra las verdades, y la razón ayuda a entenderlas, explicarlas y corroborarlas con argumentos de orden natural20. Se inclina por el lema la fe que busca la inteligencia “Fides quaerens intellectum”:21 “No pretendo entender para creer, sino que creo para entender.”22 Es de los primeros en intentar razonar sobre la propia fe con el recurso a la lógica de su tiempo. Es una actitud legítima y válida en teología, la cual toma su punto de partida de los datos revelados aceptados por la fe y los va examinando, desarrollando y desentrañando en deducciones y conclusiones con ayuda de un método dialéctico racional. O si se quiere, tendríamos un caso de filosofía cristiana. Su obra De grammatico se considera una de las primeras obras de semántica medieval.
Por otra parte, frente a los antidialécticos que repudiaban la ciencia humana, Anselmo —siguiendo las huellas y el ejemplo de los Padres de la Iglesia, y en especial de San Agustín— defiende su utilidad para la explicación y comprensión de las verdades aceptadas por la fe. Así pues, es presunción anteponer la razón a la fe. Pero es negligencia desdeñarla porque ya se posee la fe. El orden que debe seguirse es el siguiente, en que cada cosa ocupa jerárquicamente el lugar que le corresponde: primero creer y aceptar los misterios tal como los propone la fe; y después, trabajar por explicarlos con ayuda de la razón. El resultado de este procedimiento es el intellectus fidei, la ratio fidei, con lo cual la fe cristiana se hace racional. La inteligencia de la je es el grado más alto al que puede llegar el entendimiento humano antes de la visión beatífica.
Aparentemente, esta posición zanjaba la controversia entre dialécticos y antidialécticos. Pero quedaba abierta a un doble peligro. Primero, el de no distinguir suficientemente la razón de la fe ni delimitar bien los campos de la filosofía y la teología. No basta establecer un orden jerárquico: 1º, la fe, y 2º, la razón pues todo venía a quedar un poco mezclado en el ámbito del intelectos fidei. Y segundo, no se marcaba un tope al alcance de las especulaciones racionales en la inteligencia de los misterios de fe. Prácticamente, San Anselmo tiene una gran confianza en el poder de la razón. Busca razones necesarias para demostrar los misterios del cristianismo.
No obstante, sería exagerado considerarlo como un racionalista. Hay que tener en cuenta que Anselmo no dispone todavía de los recursos filosóficos que tendrán a su alcance los teólogos del siglo XIII Sus materiales se reducían poco más que a la dialéctica, y con ésta no pretende llegar a penetrar el misterio, lo cual equivaldría a suprimirlo, sino solamente llevar al incrédulo o a la simple razón sincera a aceptar su existencia y hacer ver su no contradicción. Por lo demás, declara expresamente que hay misterios inaccesibles a la razón, particularmente el misterio de la Trinidad.23 Vemos, pues, que a la religión de Anselmo le pertenece de un modo especial la teología; pero no el éxito de esta ultima. Según Anselmo, el cristiano “debe avanzar por medio de la fe hacia la inteligencia, no llegar por la inteligencia a la fe; porque la fe es la fuente del conocimiento, no se puede entender para creer, sino lo contrario se cree para luego tratar de comprender los misterios de Dios (…)” (Epístola XLI). Esta es claramente definida la situación de Anselmo, de la que brota roda su filosofía.
Teología y método
Después de haber compartido la vida y pensamiento de Anselmo, nos metemos en el corazón de su teología y método que han sido importantes para la teología Para Paul Tillich, Anselmo es un típico pensador teonómico. Tillich se refiere a teonómico en dos sentidos, que no aplasta la razón con la autoridad heterónoma que no deja vacía e improductiva sino que la llena de la sustancia divina tal como está dada a través de la revelación, la tradición y la autoridad. Estas son, según mi criterio, las bases de su teología dogmática. Además, Anselmo representa el lado positivo del pensamiento medieval. Es objetivo, según Tillich, en el sentido de que para él la tradición es el fundamento dado, pero no excluye un pensamiento y una búsqueda personal intensos.
En cambio, Abelardo es el laclo subjetivo del pensamiento medieval, pero este personaje quedaría pendiente para un próximo artículo. Tillich nos advierte que no debemos interpretar que si algo es objetivo, es por ello real y verdadero, mientras que si es subjetivo, es un producto de la voluntad. Aquí objetivo se refiere a la realidad de la substancia dada por la Biblia, la tradición y la autoridad. Subjetivo se refiere a algo que se incorpora a la vida personal y, en tanto tal, se lo experimenta y analiza.24 Para entender mejor su teología es preciso tener presente el método empleado por él. Ya los Padres se propusieron explicar con la razón lo que la fe nos presenta a un dócil ascenso. Algunas obras de san Agustín, en particular, son un ejemplo precioso de ese esfuerzo de la mente humana por penetrar en los misterios de la Revelación.
Y desde los Padres hasta Anselmo no han faltado genios que trataron de sistematizar la doctrina de la fe: entre ellos, tenemos los orientales, a san Juan Damasceno, y, entre los occidentales, a Escoto Eriúgena. Siguiendo sus huellas, Anselmo trata monográficamente algunos puntos, intentando iluminar con la razón el dato revelado. Habla a veces de radones necessariae, para significar que esas pruebas, si no son siempre convincentes, son al menos de gran conveniencia. Junto a su afán de penetración intelectual, Anselmo se mantiene siempre en la más pura ortodoxia. Su lema fue el de san Agustín: Credo ut intelligam. Es decir, la misma fe es el punto de partida y la guía de sus investigaciones racionales.
Ahora me pregunto: ¿cuál es el método teológico de Anselmo? Justo González dice que el método teológico de Anselmo consiste en plantearse un problema teológico y en resolverlo, no sobre la base de la autoridad de las Escrituras o de la Tradición, sino mediante el uso de la razón. El tipo de problema que Anselmo se plantea no es una mera cuestión especulativa, sino que es generalmente la posición equivocarla de algún incrédulo o hereje, que es preciso refutar. A partir entonces de las presuposiciones que ese incrédulo o hereje aceptaría, aunque transformándolas a medida que el argumento progresa, Anselmo prueba la doctrina ortodoxa.25 Este método parece a primera vista en extremo racionalista, y de hecho Anselmo se lanza a probar las doctrinas que la mayoría de los teólogos posteriores nunca intentaron, estudiar desde los presupuestos de la razón, los dogmas, tales como la Trinidad y la encarnación. Pero, Anselmo nos recuerda que el hecho de ser teólogo no quita que sigamos siendo creyentes, que el propósito de su método no es llegar a la fe mediante la razón, sino mostrar su error a los incrédulos y hacer más rica y profunda la fe del propio teólogo. Este doble propósito se encuentra expresado en su documento: ¿Por qué Dios se hizo hombre?26 Luego, el propósito de la teología anselmiana no es escudriñar los secretos de Dios, llevada por una curiosidad ociosa, sino que es llevar la fe a su propia comprensión. Como lo afirma Anselmo en la página 367 de su Proslogion:
No intento, Señor, penetrar tu profundidad, porque de ninguna manera puedo comparar con ella mi inteligencia; pero deseo comprender tu verdad, aunque sea imperfectamente, esa verdad que mi corazón cree y ama. Porque no busco comprender para creer, sino que creo para llegar a comprender. Creo, en efecto, porque si no creyere, no llegaría a comprender.27
Conclusión
San Anselmo fue sin duda el mayor teólogo de su tiempo y el padre de la escolástica. La Iglesia no había tenido un metafísica de su talla desde la época de San Agustín. Al misino tiempo su piedad permitía que Dios lo oriental a hacia la Verdad Suprema. Con corazón e inteligencia se acercó a los misterios cristianos: “Haz, te lo ruego, Señor, que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia”. Sus obras filosóficas, teológicas, como sus meditaciones sobre la Redención, provenían del vivo impulso del corazón y de la inteligencia.
San Anselmo fue un hombre de singular encanto. Su simpatía y sinceridad le ganaron el afecto de hombres de todas clases y nacionalidades. La caridad del santo se extendía aun a los más humildes de sus fieles. Él fue uno de los primeros que se opusieron a la esclavitud. En el Concilio Nacional de Westminister, que reunió en 1102 para resolver algunos asuntos eclesiásticos, el arzobispo obtuvo la aprobación de un decreto que prohibía vender a los esclavos como animales.
Después de haber examinado el papel de Anselmo y su legado, donde sienta las bases de la Escolástica, es decir, queda constituida la Escolástica como una disciplina, esto va permitir un repertorio de cuestiones dentro de las que se va a mover luego, y aparece el cuerpo de la doctrina que se podrá llamar el bien común de la Edad Media o la síntesis escolástica y que prepara las grandes obras de conjunto del siglo XII, en especial la Suma Teológica de Santo Tomás.
- Justo González, Historia del pensamiento cristiano, Miami, Caribe, 1993, T. 2, p. 167.
- Julián Marías, Historia de la filosofía, Madrid, Manuales de la Revista de Occidente, 1996, p. 138.
- González, op. cil, p. 167.
- Julián Marías, op. cit, p. 139.
- Butler, Vida de los Santos.
- González, Justo, Diccionario ilustrado de intérpretes de la fe. Veinte siglos de pensamiento cristiano, CLIE, Terrassa, 2004, pp. 3 5-3
- Cfr., Vita sancti Anselmo II 7, 72. En Obras Completas de San Anselmo, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1952, 1953, 2 Vols.
- Ibíd, pp. 442-483.
- Ibíd, pp. 188-347.
- Ibíd, pp. 358-409.
- Ibíd, pp. 684-735.
- Ibíd, pp. 82-167.
- Ibíd, pp. 742-891.
- Biblioteca de Autores Cristianos, cartas, pp. 4-77.
- Ibíd, pp. 206-285.
- Julián Marías, op. cit, p. 140.
- Monologio, 16, 17, ibíd, p. 231.
- Proslogio, 12, ibíd, p. 383.
- Ibíd, p. 140.
- “Non ut per rationem ad fidem accedant, sed ut forum quae credunt intellectu delectentur” (Cur Deus homo? 1, 1.
- Proslogion, 1.
- «Ñeque eníin quaero intelligere ut credam; sed credo ut intelligam. Nam hoc credo, quia, nisi credidero, non intelligam». (Ibíd.)
- Cfr., Monologion, 64.
- Paul, Tillich. Pensamiento cristiano y cultura en occidente. Desde los orígenes hasta la Reforma, Buenos Aires, La Aurora, 1976, T. I, p. 187.
- González, op. cit, pp. 168-171.
- “¿Cur Deus homo?”, op. cit.
- Proslogion, op. cir, p. 367.