Teología e Historia, Volumen 6, Año 2010, pp. __-__ ISSN 1667-3735
Deseo dedicar esta lectura teológica al profesor, maestro, amigo, pastor, Dr. José Míguez Bonino, quien nos abrió el camino de la reflexión teológica que piensa y deja pensar, por lo tanto reconocido mundialmente como uno de los Padres de la Teología Latinoamericana
Introducción
Ya hace 26 años que realizamos el Primer encuentro, que en aquella ocasión llamamos “Relectura de la tradición Metodista”, en San José de Costa Rica, gracias a la convocatoria realizada por el DEI y con el auspicio de Ministerios Globales de la Iglesia Metodista Unida y con la hospitalidad del obispo Samuel Calvo de la Iglesia Metodista de Costa Rica, la cual nos acogió en el Seminario Metodista de Alajuela. Hoy nos reunimos de nuevo en el IV Congreso de Teología Wesleyana, en el ambiente de Buenos Aires, con quienes le han dado seguimiento a este esfuerzo y creen en la reflexión teológica crítica y soñadora de Cielos nuevos y tierra nueva, de hombres y mujeres nuevas, de iglesias nuevas.
Convencido de este encomiable esfuerzo deseo contribuir a la reflexión y el debate con los siguientes pensamientos. Comenzamos con una rápida lectura de un sermón de Juan Wesley sobre el “entusiasmo”; luego pasaremos una fugaz mirada a algunos de los entusiasmos complicados de nuestros tiempos; para entonces preguntar por aquello que los produce o los entusiasma. Terminaremos con algunas preguntas o tareas pendientes. Las ideas aquí expuestas las presento como un simple esbozo para alimentar el diálogo de este IV Congreso de Teología Wesleyana.
Antes de entrar en materia, es bueno destacar la vigencia clarificadora del pensamiento del sacerdote Juan Wesley. Su vigencia obedece a que nuestro contexto está contaminado por entusiasmos fanáticos de origen fundamentalista. El cual fusiona mercado, guerra y religión en la globalización neoliberal. De esta manera, la persona humana se reduce a un compulsivo agente consumidor, quien sigue los deseos creados por el mismo mercado. De la misma manera se fundamentaliza el ambiente para hacer la guerra, la cual recibe la bendición religiosa. Esta fusión entre mercado, guerra y religión es posible, prescindiendo del ejercicio de pensar, desprecia la razón crítica y despoja a la persona de su capacidad de ser sujeto, de ser persona que reflexiona sus actos para conocer la verdad y ser libre. Por ello es que consideramos que este sermón de Juan Wesley tiene aún una vigencia sustancial para nuestros tiempos de “pensamiento único” y autoritarismo fanatizado.
“La naturaleza del entusiasmo”
“La naturaleza del entusiasmo”, es un sermón de Juan Wesley, predicado para enfrentar los problemas del fanatismo en su tiempo.[1] Dicho sermón fue predicado ya hace como dos siglos y medio y, con muy pocas modificaciones, podría predicarse de nuevo contra los “entusiasmos” de nuestro contexto actual.
Wesley usó como referencia bíblica el texto de la defensa de Pablo ante Festo, cuando este le interrumpió y le dijo “Está loco, Pablo,” (Hch. 26:24). Aunque Wesley no trabajo ese texto en el sermón, solo lo mencionó. Sino que de inmediato pasó a tratar el problema, que parece, tanto le preocupaba. Empezó haciendo una diferencia entre la “religión del corazón” y la religión “formal”, esta, para Wesley, era aquella apegada a la ortodoxia, una religión nominal que se ajusta a las reglas de juego y al rito común. La “religión del corazón” es aquella que se vive en el Espíritu y se puede salir de la formalidad para hablar de la justicia, la paz y el gozo. Así, en la perspectiva de Wesley, los profetas y los apóstoles bíblicos pudieron ser “entusiastas” (p.1)[2].
Pero Wesley no se detiene, en este sermón a hablar de los entusiastas inspirados por el Espíritu Santo, a quienes practicaban la “religión del corazón”. Seguramente no se concentró en ello porque no era un problema para el naciente movimiento que él lideraba. Pero, sí se concentró y con mucho vigor y vehemencia, a atacar lo que consideró un entusiasmo “negativo, una desgracia, o bien un error” (p.10). Este entusiasmo lo consideró como “un desorden mental” el cual impedía el ejercicio de la razón. Lo llamó una “demencia” (p.11). Lo concibió como una demencia religiosa, locura religiosa originada en el equívoco supuesto de que está bajo inspiración de Dios (p.12).
Son igualmente “entusiastas”, según Wesley, los fanáticos de la religión quienes creen poseer una gracia que en verdad no han recibido de Dios, porque son cristianos superficiales por cuanto no han tenido una transformación profunda (p.15). Luego dice que hay otros entusiastas que son “fanáticos” porque se atribuyen dones como el de sanidad sin realmente tenerlos (p.19). Además, añade que existen aquellos entusiastas convencidos que Dios les dicta lo que dicen (p.19). Algunos de estos entusiastas tienen “visiones y sueños” a los cuales les atribuyen un sentido extraordinario, pero que según Wesley, no es otra cosa que “imaginación febril” sin verdad (p.21). Le acreditan a estas imaginaciones personales la voluntad de Dios.
Pero para Wesley, la voluntad de Dios no se guía necesariamente por experiencias extraordinarias sino por todo lo que contribuye a la santificación personal (p.23). Una clave para saber la voluntad de Dios, podría ser aquello que es más conveniente para el crecimiento y cómo ser útil, guiado por lo razonable y bíblico (p.26). También son entusiastas fanáticos, en la percepción de Wesley, quienes teniendo “medios” a disposición no los toman sino que recurren a las extraordinarias intervenciones de Dios. Así por ejemplo, creen conocer la voluntad de Dios y conocer la Biblia, pero no la leen. También estos entusiastas son los que no se preparan para hablar porque dizque Dios habla por ellos (p.27).
Juan Wesley insiste que la demencia de tales entusiastas es nefasta porque estos crecen permanentemente en soberbia y en su propia opinión pero se la atribuyen al Espíritu Santo, afirmando que Dios habla por ellos, actúa por ellos cuando en realidad son imaginaciones, sueños, visiones y deseos propios. Se creen iluminados pero en realidad están especialmente poseídos por su propia ignorancia o mala intención. Esto causa nefastas consecuencias contra la humanidad, como si fuera “un monstruo de varias cabezas”(p.32). Veamos textualmente lo que dice Juan Wesley:
Junto con el orgullo irá surgiendo un espíritu sordo a los consejos y muy difícil de persuadir. De modo que cuando el entusiasta cae en la falta o el error hay poca esperanza de que cambie de actitud. De poco servirá (…) intentar razonar con alguien que cree estar bajo la guía de lo alto. Guiado directamente por la sabiduría de Dios. Cuanto más crece su orgullo, tanto más crecen su tozudez y su incapacidad para aceptar consejos. A medida que pasa el tiempo cada vez es más difícil razonar con él, se vuelve más indiferente a la persuasión y se apega más y más a sus propias opiniones y voluntad hasta que finalmente se convierte en alguien rígido e inamovible (p.31).
Pues bien, ¿Qué aplicaciones nos recomienda el predicador del siglo XVIII? Primero, dice, “aprende a pensar antes de hablar”. No hables si no conoces el significado, es decir, “cuídate de no hablar sobre aquello que no conoces” (p.33). Insiste en que nos debemos cuidar de juzgar o tildar a alguien de entusiasta, según lo que aquí se ha afirmado, guiándose por lo que dicen terceros de él. Juzgar sin evidencia no es justo ni misericordioso (p.34).
Pero también recomienda tener cuídado de no portarse como los “entusiastas” que andan persiguiendo a los demás. Tampoco se debe forzar a otros a pensar como tu. “Piensa y deja pensar”. Pero no obligues a nadie sobre cuestiones de religión, ni los fuerces a entrar por medios que no sean “la razón, la verdad y el amor” (p.36).
Muy bien, terminamos estos comentarios destacando algunos énfasis del pensamiento de Juan Wesley en este sermón, los cuales pueden aún estar vigentes para nosotros en este tiempo:
La religión “formal”, como en tiempos de Wesley, esta sigue siendo la experiencia de la mayoría entre creyentes en la actualidad, pero hoy se conoce más como cristianismo nominal. De estos muchos ni siquiera se congregan en una comunidad de fe.
El milagrerismo mágico y las intervenciones sobrenaturales sustituyen, de manera barata y negligente los “medios” que Dios mismo nos ha dado. El “entusiasmo” espontáneo va en franco desprecio de la razón. Sin razón se abre espacio para la ignorancia.
La “religión del corazón”, a la que Wesley se refiere también en otros sermones, se aprecia en la santidad social-personal, constatada en una ética coherente vivida más allá del culto. Esta no tanto como religión sino como experiencia de fe con el Dios revelado en la historia constituye un camino para la misión del pueblo de Dios.
Es posible que los “entusiastas” de la actualidad se sorprendan que Wesley, siendo él mismo un ferviente creyente de la “religión del Corazón”, arremetiera sin tapujos contra el fanatismo basado en la ignorancia, el oportunismo y en el espiritualismo de la pura emoción, sin reflexión y sin referencia histórica.
No nos podemos detener en las causas que motivaron a Wesley a enfatizar, en este sermón, el entusiasmo “demente”. Solo podemos decir que el pietismo había despertado un cierto “avivamiento” en su época y debido a ello surgieron muchos predicadores, incluyendo mujeres, algunas apoyadas por Wesley, pero él se refería a otros que eran itinerantes sin comunidad definida y se prestaban para todo tipo de doctrinas y entusiasmos.
Los entusiasmos religiosos del siglo XXI
En los siguientes términos quizá se condense hoy, en gran parte, lo que Wesley llamó en su tiempo “entusiastas”, los actuales son: fanatismo, uncionismo, fundamentalismo, fariseísmo, espiritualismo, avivamiento emotivo, carismatismo, guerrerismo espiritual, seudo-profetizas-profetas y apostolicismo, entre otros. Algunos de estos términos pueden haberse tomado de la Biblia, pero quienes los usan los sacan de su contexto y no les dan sustento exegético-hermenéutico. Las convierten en frases slogans de uso muy pasajero.
Aunque el mensaje de Juan Wesley parece fuerte, sin tapujos, vehemente, directo y aún vigente para algunos aspectos de la realidad del mundo evangélico actual, también es cierto, que ya no logra cubrir los nuevos y exagerados “entusiastas” que vienen confundiendo las iglesias y a la sociedad en general hoy.
Por razones de espacio no podemos en estas pocas líneas, ni pretendemos, hacer un análisis exhaustivo de esta realidad tan omnipresente en la vida actual de las iglesias evangélicas. Es verdad que también la iglesia Católica Romana tiene experiencias similares, pero nosotros solo haremos unas rápidas referencias, como una simple muestra, de algunas de estas manifestaciones en el mundo de las iglesias evangélicas. Lo cierto es que es un fenómeno que hoy cruza casi todas las iglesias, denominaciones y confesiones. Esas prácticas “entusiastas”, para seguir usando el término que usó Wesley, tienen divididas las iglesias, las han fanatizado, las aísla de la parroquia, es decir de la sociedad y las vuelve excluyentes y descalificadotas de las demás. Sin reparos son anti-ecuménicas.
Como sabemos, la espiritualidad evangélico-protestante latinoamericana y caribeña ha recibido diversas influencias en su transcurrir por la historia. Así por ejemplo después de la Reforma del S. XVI apareció el puritanismo, el pietismo, el movimiento de santidad, el liberalismo, el evangelicalismo, el fundamentalismo, el pentecostalismo, además de lo que ahora denominamos “mega prosperismo”, solo para mencionar algunas de estas corrientes que han penetrado casi todas nuestras iglesias. Sin embargo, estas no son homogéneas ni siquiera al interior de una misma denominación. Nosotros solo mencionaremos, como simple muestra, dos de estas expresiones, las cuales y siguiendo la perspectiva de Wesley, ni piensan ni dejan pensar.
a) La subcultura evangelical.
En toda la América Latina y el Caribe, se ha establecido con el correr de los tiempos, lo que ahora denominamos una “subcultura evangelical”. Se trata de un conservadurismo religioso que practica una conducta y una manera de ser “evangélico” y que se impone y domina el mundo cristiano no Católico Romano. Aunque también ha penetrado sectores Católicos y de las iglesias Protestantes. El “santo y seña” de esa subcultura es la “sana doctrina”, la cual, aún sin definición precisa, sirve como caballito de batalla para excluir, demonizar, enjuiciar y acosar a los demás cristianos y cristianas que practican otras espiritualidades, éticas y costumbres. La “sana doctrina” ha llegado a ser el “depósito de la fe” y el “magisterio” no escrito pero manejado subjetivamente a capricho de cierto liderazgo para ejercer autoritarismo, dogma y moral. La sana doctrina es lo establecido, es aquello que subyace en el sustrato religioso del ambiente dominante que comparten quienes constituyen la “autoridad espiritual”. Lo demás es anatema.
Esta subcultura evangelical ha sido seriamente influenciada por el fundamentalismo que apareció a finales del S.XIX y principios del XX procedente de Estados Unidos de América. El cual impuso el literalismo bíblico, la unicidad de sentido del texto bíblico, la individualización e interiorización de la fe, el apoliticismo cuando no se milita en los partidos del sistema dominante. Con la unicidad de sentido se pasa al. Pensamiento homogéneo o también llamado Pensamiento único.[3] En teología esto significa un modelo único en lo doctrinal, litúrgico, pastoral y bíblico. Para este pensamiento la Biblia ya viene interpretada y la obediencia incondicional al discurso oficial no requiere razones.
También es bueno destacar que el evangelicalismo tiene un marco moralista cerrado que se limita a un cierto lenguaje, una determinada conducta sexual y algunos vicios como el fumar y el tomar licor. Incluso comparten una manera de vestir. Pero ese moralismo no significa ninguna reprensión ética sobre el machismo, la injusticia en los negocios, el racismo, el etnicismo, la violencia familiar ni las injusticias sociales y económicas. Es una religión que no tiene responsabilidad socio-histórica, porque su finalidad son las “almas”, en cierto sentido es fatalista con la creación y con la historia.[4]
“Mega prosperismo”.
El “Mega prosperismo” es lo que también se conoce como “neo-pentecostalismo” de las “mega iglesias de la teología de la prosperidad”.[5] Pero creo que para hacer justicia al pentecostalismo, pues en realidad estos tienen otra ética, otras doctrinas, otras prácticas y otras referencias históricas, les llamo “mega prosperismo” en razón de que su énfasis es la prosperidad financiera. También las catalogo así debido a que su referente histórico tampoco es ni el liberalismo, ni el conservadurismo evangelical, sino el “marketing de la globalización neo-liberal. Es una versión religiosa del postmodernismo.[6] La finalidad es el máximo enriquecimiento en el menor tiempo posible. Por eso se concentran en la recolección de fondos sin tener que preocuparse por requisitos denominacionales, ni por responsabilidades morales o éticas. Estos creyentes postmodernos ni siquiera tienen la responsabilidad de participar en una comunidad de creyentes, mientras cumplan con las cuotas financieras. [7]
La transformación del creyente en esta tendencia, se produce cuando se hace un pacto financiero y su testimonio cristiano se medirá de ahí en adelante por las contribuciones económicas que haga regularmente. Pero su ética y su moral personal no son determinantes como testimonio cristiano. Así que, en Colombia por ejemplo, significa que un donante de las mega iglesias puede ser narcotraficante, paramilitar, usurero o estafador y aún así cumplir el pacto con el dios Mamón.
Esta tendencia también se caracteriza por los aires faranduleros extremadamente materialistas de sus cúpulas religiosas, pues a menudo les gusta exhibir con desmesurada presunción, como testimonio de su “éxito” financiero, las extravagancias de su estilo de vida. Así exhiben, no sin arrogancia, sus costosas vestiduras, sus escuadrones de guardaespaldas, sus aviones privados, sus mansiones desproporcionadas y su consumismo despilfarrador.
Sus ritos religiosos son más un espectáculo – catarsis que culto. El teólogo y pastor Bautista Máximo García, hace una corta radiografía de esas prácticas espectaculares:
Primero fue levantar las manos; luego lo que un amigo denomina “el parabrisas” (movimiento pendular de los brazos en alto); a continuación las palmas de forma desenfrenada y los aplausos a Dios; el desplazamiento de la predicación y el cambio de los himnos clásicos por los largos períodos de “alabanza” no tardarían en dar una configuración teológica diferente a los cultos; a eso sigue la danza y “las caídas”; el paso siguiente sería sustituir a los diáconos elegidos por la iglesia de forma democrática por “ancianos” designados directamente por los pastores; estos pastores escalaron poco después un peldaño en la jerarquía, haciéndose reconocer como “apóstoles”, cuya autoridad dictatorial sobre la congregación es absolutamente incuestionable; el gobierno congregacional comenzó a resultar incómodo y sus funciones han ido siendo asumidas por pequeñas elites que imponen su “carisma” sin opción a la menor discrepancia; lo último es el “bendiciones” insustancial y desubicado.[8]
También es una característica de los “mega prosperistas”, el nuevo círculo exclusivo de “apóstoles”. Es un auto-título, el cual no lo da ninguna institución ni eclesiástica ni académica. No es un ministerio sino un título, como una “condecoración” que se otorgan entre si quienes son del exclusivo círculo. Estos son “entusiastas” que se creen intocables y por ello condenan cualquier crítica contra ellos.[9]
No extendemos estos comentarios porque en la realidad del mundo religioso es muy fácil comprobar tales conductas. Sobre todo porque aparecen mucho en los medios masivos de comunicación como la radio y la televisión. Aunque de ninguna manera hemos osado cerrar el espectro fanático de la actualidad, en el cual tendríamos que incluir al menos el movimiento fundamentalista de la “guerra espiritual” enlazada con la guerra del Armagedom, de gran impacto en la era neoconservadora de Ronald Reagan y su “Mayoría Moral”, pero de nuevos bríos con la guerra de este siglo contra los musulmanes en IraK y Afganistán.[10]
Para terminar estas reflexiones, es conveniente, con ayuda de la sociología de la religión, hacer unas pasajeras menciones al fenómeno de los entusiastas fanáticos en relación a sus referencias históricas. Es decir, tratar de situarlos históricamente, como una expresión social pero religiosa. Nos referimos al ¿qué, el por qué y el para qué, tales manifestaciones logran situarse en los espacios sagrados de la sociedad? Como todo lo que reseñamos en este corto ensayo, nos limitaremos a continuación a repasar algunos mínimos al respecto.
Ampliación del espacio sagrado ante el vacío ideológico.
La predicción moderna de la superación de la religión por vías de la razón en los discursos del liberalismo, racionalismo y el marxismo, no solo no se cumplió, sino que al contrario, la religión ha ido ampliando y ocupando mayores espacios sociales con lo sagrado.[11] Tampoco el secularismo del siglo pasado, ni el extraordinario desarrollo de la ciencia y la tecnología, que en algún momento se presentaron como alternativas mesiánicas, han podido contrarrestar el enorme crecimiento del mercado de los bienes sagrados.
Sin embargo hay que hacer notar que no se trata del crecimiento de la religión formal, la que comporta meta relatos, grandes instituciones y largas tradiciones. Estas instituciones debido a sus formatos rígidos en los dogmas, liturgias y las organizaciones jerárquicas-clericalistas de los ministerios, no han logrado llenar el vacío producido por el fracaso del mesianismo de la razón moderna. Entonces, ante tal vacío hoy surgen constantemente nuevas ofertas religiosas con bienes de salvación (Weber) para paliar la angustia de una humanidad confusa, que ha perdido el sentido y las certezas que la modernidad había prometido suplir.[12]
Ya a mediados del siglo XX, la mayoría de la población que no había logrado, aunque lucho y trabajó intensamente para alcanzarlo, el bienestar, la paz, la justicia y la igualdad que el mesianismo de la modernidad había profetizado, crecía en frustración.. A contrario, el desastroso resultado de la Segunda Guerra Mundial, dejó una estela de muerte y destrucción y provocó las primeras alarmas en el sentido de que el sistema capitalista occidental que se presentaba como civilizador, cristiano y abanderado de las libertades y los derechos humanos, mostraba serias contradicciones e incoherencias.[13] Sin embargo, y muy a pesar de las primeras alarmas, la descomposición sistémica se siguió poniendo de manifiesto con la guerra de Viet-nant, así como con las incontables guerras posteriores al derrumbe del socialismo real, como la atroz guerra de los Balcanes y las de Irak, Afganistán y El Congo en este mismísimo siglo XXI. Además de la alarmante contaminación y la destrucción de la naturaleza, el aumento irremediable de la pobreza, la violencia de género, la persistente exclusión y discriminación racial, étnica, generacional, el “apocalíptico” calentamiento global, las hambrunas masivas, son algunas muestras evidentes de que la crisis es algo más que una crisis financiera, como la que estalló en septiembre del 2008.
Es decir, hay razones sólidas para creer que hay algo más que problemas financieros. Se trata de una crisis de valores, una crisis ética, una crisis política, una crisis, social, económica, religiosa, una crisis de espiritualidad. El alcance de esta crisis pasa también por la percepción y enfoque de la ciencia, hay una revuelta al interior de las ciencias mismas, el conocimiento está confrontado y esto plantea, por supuesto, una crisis epistemológica. Las dudas, las sospechas, la incertidumbre, el recelo y la perplejidad han puesto a tambalear los paradigmas de las inmutables certezas del conocimiento científico. [14]
Desde la misiología y la teología en general ya se ha planteado este asunto insistentemente. No estamos diciendo ninguna novedad al respecto.[15] La crisis de paradigma, de modelo de sociedad, de cosmovisión, de época se comenta por doquier. Se dice que existe un caos, una debacle, una crisis sin precedentes de la modernidad. El teólogo y economista Xavier Gorostiaga la había diagnosticado a finales de los noventa del siglo pasado, como una crisis de “civilización”, la civilización occidental, y luego habló de un cambio de época.[16]
En la actualidad, la crítica y la desconfianza afecta todas las instituciones, los partidos, las iglesias y las teologías que persisten en mantener el viejo esquema de racionalidad moderna aliñada con la globalización neoliberal. Se agotó el paradigma moderno, se gastó, se vino a pique y se desprestigió sin cumplir lo que había anunciado.
La crítica se enfoca ya no en una ideología, sino en las bases mismas de la modernidad, la cual pretendió constituirse en la respuesta definitiva para la humanidad. Pero que para prolongarse ha ido asumiendo las egoístas tentaciones de la globalización neoliberal. Con ello, la razón moderna se muestra irracional, el criterio sujeto-objeto se desmorona porque solo ha servido para explotar, dominar y apropiarse de la naturaleza y de los no “civilizados”. La idea del progreso infinito contrasta con la alarmante llamada que hacen los mismos científicos, en el sentido de que la naturaleza y sus recursos se agotan.[17] Se ha mostrado que la ciencia no es objetiva sino que ha estado al servicio de ideologías, de intereses, de la avaricia, del despilfarro. Con esa lógica la ciencia moderna se volvió utilitarista, al servicio del lucro irracional. De la misma manera, es catastrófica la individualización de todas las conductas humanas. Con el individualismo se negó al otro, a la otra, a la comunidad, al colectivo, a la diversidad, a la pluralidad.
Pues bien, en este contexto confuso, negligente, desencantado, oportunista, insensible, incierto, voraz, avaro, es decir en crisis generalizada, las manifestaciones religiosas con una fuerte carga de entusiasmo fanático se ofertan como los espacios sagrados y refugio inmediatista. Sin embargo, esta oferta religiosa no se encamina a la superación de los males de la modernidad, sino a sacralizarlos. De ahí que mantenga la metafísica del capital, según lo predica la globalización neoliberal.[18] La avaricia, el enriquecimiento automático, gracias a la “mano invisible” que paga todas las deudas y multiplica los bienes por vía milagrosa. Solo se requiere una pequeña inversión en los bienes sagrados y con ello se prescinde de la Gracia y el trabajo humano.
Volviendo a Wesley, con él se confirma que el fanatismo es una patología y se manifiesta con exaltación de convicciones consideradas absolutas, las cuales deben ser impuestas a los demás para que se salven. El fanatismo es ciego intolerante, rígido e incapaz de dialogar, su visión de la realidad es estrecha y sin responsabilidad ética con sus prójimos. El fanatismo sustituye la fe y se hace autoritario para producir seguridad. Estos entusiastas no contribuyen a la superación de la crisis de la modernidad, sino que son una manifestación de ella.
La crisis de la humanidad se sigue profundizando, las últimas muestras son el arcaico y degradante golpe de Estado en Honduras, bendecido por el Cardenal Mons. Oscar Andrés Rodríguez, la Confraternidad de Iglesias Evangélicas y por el Opus DEI.[19] También, es fiel reflejo de la crisis que tiene que recurrir al imperio de la guerra, la creación por parte de EUA de las siete bases militares en Colombia, aunque oficialmente dicen que es otra cosa, amancillando la soberanía nacional justamente para celebrar el bicentenario de la independencia y para traicionar las buenas relaciones con nuestros hermanos países vecinos. Además, están regresando las pandemias superadas en el siglo anterior mientras aparecen unas nuevas como la A H1N1. Esta realidad es justamente el caldo de cultivo para los fanatismos, ahora, posmodernos.
Tareas pendientes
No cabe duda que tenemos algunas tareas pendientes como teología crítica y soñadora de nueva humanidad. Necesitamos hacer un alto en el peregrinaje de nuestras iglesias. De nuestros escuelas teológicas. Con cierta urgencia tenemos que volver a plantearnos algunos asuntos que nos permitan renovar el horizonte que nos demarcó Wesley y, que hoy día constituye una tradición que trasciende las denominaciones wesleyanas. A continuación enumeraré algunas de estas tareas pendientes, sin orden de prioridad, alimentadas por la lectura realizada al sermón de Wesley, por la urgencia del desencanto que se percibe entre nuestros pueblos que no encuentran salida para la plena realización humana y por lo tanto no tiene otra alternativa que recurrir al fanatismo religioso.
1. Un asunto pendiente es el recurso de la razón, expresado con la frase “Piensa y deja pensar”. Evidentemente Juan Wesley apeló con mucho tino, a la naciente razón moderna como la luz que permitía ver de una manera distinta la realidad y la interpretación de esta en su época. La razón moderna pasaba por encima de la razón teo-eclesiástica que dominó gran parte de la Edad Media.
Sin embargo, nosotros estamos, desde ya hace algunas cuántas décadas, observando la decadencia de la racionalidad moderna. Hoy la razón moderna extremada por la globalización neoliberal, como lo hemos introducido arriba, enfrenta la más insistente e irrespetuosa crítica, como incapaz de cumplir las certezas anunciadas. Pero esto no nos debe hacer caer en el error de creer que podemos prescindir de la razón. La que está en crisis es la “imprescindible” razón cartesiana, la cual ha tenido que abrir paso a otras fuentes de conocimiento que ha dado lugar a que la epistemología pase por una novedosa ebullición y ya insinúe buenas noticias que nos hablan de una razón transversal, de inteligencias múltiples donde se prioriza la convivencia, la justicia y la solidaridad.[20]
2. También, me parece urgente, y este evento se nos adelanta, es continuar una relectura bíblico-teológica de la Gracia, debido a que con la globalización neoliberal y el “entusiasmo” mega prosperista, la Gracia es sustituida por el materialismo mágico y la “mano invisible”. Es urgente volver a re-leer el sentido de la Gracia para reenfocar nuestra misión, liturgia y ministerios.
3. Esto implica, como lo insiste Juan Stam, contrarrestar la ignorancia del literalismo biblicista con el recurso exegético, como uno de los medios (Wesley) que nos ha dado Dios. La exégesis como una herramienta es condición para el descubrimiento de las claves hermenéuticas comunitarias.
4. Significa pensar en una reflexión teológica no solo desde un lugar doctrinal, institucional o/y dogmático. Necesitamos una reflexión teológica que recoja lo mejor de nuestra tradición, capaz de contribuir al desarrollo de una experiencia de fe, de una piedad viva, comunitaria y en perspectiva del reino de Dios y su justicia. Una teología capaz de interpretar tanto las angustias como las esperanzas, aspiraciones y deseos que el pueblo enfrenta y construye en su imaginario cotidiano, debido a las carencias, la insatisfacción de las necesidades fundamentales y la miserable calidad de vida. Esta es una tarea que no admite posposiciones, porque si no lo hacemos con premura los fanatismos seguirán adelante, ocupando todos los espacios sagrados con un espiritualismo materialista o escapista.
5. Necesitamos repensar nuestra responsabilidad ética con nuestros prójimos y con la integridad de la creación. Esto implica no solo una ética religiosa sino económica, política, social y cultural en general. Esto es buscar la coherencia ad intra y ad extra de la comunidad de fe, es decir, también en la parroquia.
6. Tenemos que pensar de nuevo el encuentro y la participación con el otro, esto sucederá en la parroquia. Tenemos que salir del templo y del limitado espacio cultual. El encuentro con el otro en la parroquia nos obligará a pensar lo ecuménico, lo interreligioso y lo transcultural.
Esto significa pensar y conocer el contexto de la parroquia, lo cual requiere diálogo interdisciplinario. La teología sola ni la exégesis son suficientes para conocer y participar en el proyecto de Dios en la parroquia. Necesitamos todas las ciencias libres, críticas y abiertas a las esperanzas, eso si, tenemos que prescindir de los científicos sirvientes del lucro y el poder. Conocer el contexto significa penetrar la oscuridad de las tinieblas, desnudarlas, ponerlas al descubierto. Pero también significa discernir la voluntad de Dios, allí donde El se está manifestando. Significa conocer nuestras debilidades, flaquezas y limitaciones, pero también significa conocer las posibilidades, los dones, los carismas, las habilidades, los talentos y destrezas.
7. Piensa y deja pensar no nos pone ante un libertinaje individualista, especulativo, abstracto y sin compromiso, sino de cara con la comunidad de fe que marcha por la historia desarrollando ministerios urgentes y concretos.
8. La forma verbal del imperativo piensa, indica formación, cultivo, análisis, reflexión, investigación. Piensa es buscar conocimiento, inteligencia, educación, aprender. Pero, deja pensar, apela más al diálogo, a la escucha, oír al otro/otra. El pensar del prójimo nos informa, nos cuestiona, nos edifica, nos sensibiliza, nos apela.
Finalmente, Piensa y deja pensar, con una racionalidad más que simplemente moderna, nos debe abrir a la sensibilidad, a la tolerancia, a reconocer en la otridad, a los y las prójimos como sujeto y en quien estoy yo mismo. Nos sensibiliza a la solidaridad para con los y las “pequeñitas” del evangelio. Así con Wesley confirmamos la vía de la Razón, la verdad y el amor, entendido este como el que nos lleva al reinado de Dios y su justicia.
[1] Cf. González, Justo (Ed.) Obras de Wesley. Edición auspiciada por “Wesley Heritage Foundation. Tomo II, Sermones, II, Sermón No 37, “La naturaleza del Entusiasmo”. 2007.
[2] La numeración entre paréntesis precedido por p. Corresponden al número de párrafo del Sermón que estamos leyendo.
[3] Cf. Estefanía, Joaquin. Contra el pensamiento único. Madrid: Santillana, 1997.
[4] En el excelente trabajo de René Kruger titulado Dios o el Mamón, tiene unas páginas dedicadas a la pasividad sobre las relaciones socioeconómicas, las causas y efectos de la pobreza y la actitud de algunas iglesias. Buenos Aires: LUMEN/ISEDET, 2009. pp. 31-40.
[5] Para un estudio más detallado cf. Ocaña, Martín, Los banqueros de Dios”. Lima: PUMA, 2002.
[6] El postmodernismo tiene como una de sus características la relativización de los cuerpos doctrinales, de las confesiones, de las tradiciones. Los mega prosperistas no pertenecen a ninguna confesión, ni denominación.
[7] Recientemente uno de estos predicadores prosperistas presentaba como testimonio del “mejor miembro de su mega iglesia”, una persona que debido a sus altas responsabilidades empresariales no podía asistir al templo, pero cada primero de mes, infaliblemente mandaba las jugosas ofrendas a la iglesia.
[8] El artículo citado circuló en Internet, titulado “Aquellos polvos trajeron estos lodos” y escrito por el ex rector del Seminario Evangélico de la iglesia Española, en Madrid. Archivado en un file titulado “Las modas evangelicales” de la carpeta de IMC en Mis Documentos.
[9] Para un debate sobre los llamados “Apóstoles” cf. El Blog <www.Juanstam.com/dnn/Blogs>, sobre todo el artículo de Juan titulado “Un sermón que no necesita el pueblo de Dios” (Apóstol Raúl Vargas, predicado en el templo Oasis. Juan dice que no hay exégesis y que lo que el pueblo evangélico necesita es que no se deje domesticar. Este mismo predicador habría predicado en agosto del 2007 un sermón titulado “No toques al ungido de Dios”, el cual era dirigido contra las críticas hacía los “apóstoles”.
[10] Para más información sobre el movimiento guerrerista religiosos consúltese la página web: <www.revelation.org.za/countdown.htm>
[11] Cf. El estudio de La escuela Preparatoria de Texcoco, de la Universidad del Estado de México, titulado “Fanatismo en el nombre de Dios” el cual se puede consultar y bajar en la página web: http://apuntes.rincondelvago.com/fanatismo-religioso.html. El cual incluye el fanatismo islámico, judío y cristiano. 2008.
[12] Duque, J. “Crisis de paradigma y corporeidad de la misión”, inédito, de pronta aparición en PASOS, DEI, Costa Rica. El cual enfoca la crisis del paradigma de la modernidad y propone la corporeidad como proceso que supere el individualismo y el mesianismo de la modernidad.
[13] Cf. Dierckxsens, Wim. La crisis mundial del siglo XXI: oportunidad de transición al poscapitalismo. Bogotá/San José: Desde Abajo/DEI, 2008, 16ss.
[14] Kuhn, Thomas. The Structure of Scientific Revolutios. Chicago: University of Chicago Press, 1970.
[15] Kun, Hans. A Global Ethic for Global Political an Economics. New York : Oxford, 1998 ; Gebara, Ivone. Le mal au fémenin. Réflexions théologiques à partir du féminisme. Paris/Montreol: Harmattan, 1999..
[16] Gororstiaga, Xavier. “Ya comenzó el siglo XXI: El Norte contra el Sur”, en ENVÏO, Managua: CRIES, No 116, junio 1991, p. 39.
[17] Cf. El Blog <informa-tico.com> Donde premios Nobel hacen un llamado urgente sobre el problema del medio ambiente y especialmente sobre el agua. Junio, 2008.
[18] Cf. Hinkelammert, Franz. Crítica a la razón utópica. Especialmente el capítulo dos “El marco categorial del pensamiento neoliberal actual”. San José: DEI, 1984.
[19] Está circulando por el mundo entero una avalancha de protestas y rechazos generalizado contra el Golpe de Estado, el secuestro y el exilio impuesto al presidente constitucional, señor Zelaya, el cual lamentablemente los grupos religiosos conservadores bendicen, así lo señala el siguiente boletín llegado de Honduras:: “Carta abierta feministas en resistencia en Honduras” firmada por Eida Martínez Rocha, el 14/ 07/09. <htp:/www.ciem.ucr.ac.cr>.
[20] La pedagogía nos está iluminando por ese camino. Cf. Banev, E., Oxley, S.; Schreiner, P. (Editores), Holistic Education, Resource Book. Berlin/ New York: Waxmann, 2005. Assman, Hugo. Reencantar A Educaçăo. Petrópolis: Vozes, 1999.