Teología e Historia, Volumen 8, Año 2023, pp. 52-67 ISSN 1667-3735
Resumen
Este trabajo presenta una breve reseña de los “evangélicos” en la ciudad de Rosario. Pero ¿quiénes son los “evangélicos”? Esta pregunta nos obliga a dar un rodeo para poder entender a qué nos referimos cuando nos referimos al “mundo evangélico”, un término que resulta algo escurridizo, que puede ser parte de una interna del cristianismo en general, o una variante ya institucionalizada. Describimos algunos aspectos que los diferencia y otros que lo amalgaman. Agregamos como excurso una descripción de la Iglesia Evangélica Unida Argentina de la comunidad Qom, no como cierre sino como una apertura a nuevas preguntas en relación al encuentro, y al encuentro religioso, con otras formas culturales en nuestro país.
Introducción
Describir la realidad del “mundo evangélico”, es una tarea titánica, sino imposible, en la que por momentos empezamos a darnos cuenta, con cierto agobio, como lo hiciera Harold Boom (2009) en su estudio crítico de la religión, que sólo la religión puede estudiar la religión. Nos proponemos, en este artículo, realizar un esbozo que dé cuenta de este fenómeno en forma panorámica. Aunque sea a través de trazos gruesos, rastrearemos las primeras presencias en la ciudad de Rosario, la ubicación dentro del panorama cristiano general y algunas consideraciones sobre aspectos que permiten diferenciarlos y amalgamarlos dentro de una dinámica identitaria propia.
Rosario y los “evangélicos”
La ciudad de Rosario, como es bien sabido, no tiene fecha precisa de fundación, ni fundador histórico. Desde su origen más remoto, como paraje de las rutas de la época, fue poco a poco, convirtiéndose en una ciudad que formalizó su existencia, según los cánones de aquellos tiempos, mixturando las jurisdicciones políticas con las religiosas. Fue a partir de la creación de un “curato”, en los albores del siglo XVIII, que se construyó en el llamado Pago de los Arroyos, la capilla de la Virgen del Rosario que derivó en el nombre definitivo de la ciudad. Hoy podemos ver el reflejo de esta historia en la imagen de la Virgen del Rosario que se encuentra en el ingreso oeste de la ciudad, cuya inscripción la pondera como fundadora mítica de la actual ciudad de Rosario.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad recibió fuertes oleadas migratorias, que tuvieron como corolario, que la mitad de su población fuera de origen extranjero –principalmente europeos- durante el primer cuarto del siglo XX. Sin duda, este contexto hizo que Rosario asumiera en su seno, una amplia diversidad cultural, y una parte de esa diversidad, se vio reflejada en el surgimiento de un abanico de múltiples expresiones religiosas nuevas. A medida que fue avanzando este proceso se fueron consolidando algunas de estas tradiciones religiosas en una ciudad, que crecía a fuerza de trabajo y sueños de una vida próspera en un nuevo mundo, y que además, aspiraba a sumarse al progreso del orden internacional. La inmigración fue motivada principalmente por el trabajo especializado en distintos rubros, y los otros aspectos implicados como las lenguas, las costumbres familiares y comunitarias, y también las religiones, fueron arraigándose, mezclándose e interactuando con la nueva realidad, de manera no tan planificada ni ordenada, sino al ritmo de la vida cotidiana. Las nuevas identidades “gringas” fueron configurándose a medida que interactuaban con las tradiciones que este terruño acarreaba en su historia, más reciente o más lejana.
En este ambiente fueron gestándose las primeras iglesias “evangélicas” en la ciudad de Rosario con una impronta de cuño europeo en correlación con las características de las oleadas migratorias. El panorama religioso actual de lo que llamaremos genéricamente como “evangélicos” se completa con los planes misioneros de distintas iglesias con perspectivas mundiales que incluyeron a la Argentina entre sus objetivos, y por supuesto a Rosario como una de las metrópolis tempranas que tuvo el país. Por la huella identitaria que dejaron, resultaron muy importantes las novedades religiosas llegadas de los EEUU, que otorga el perfil que hoy ostentan en su amplia mayoría los grupos “evangélicos. En estos casos no ya como consecuencia de la inmigración de personas, sino a través de acciones institucionales de organizaciones “misioneras” que tenían como objetivo desarrollar y expandir iglesias que, en nuestro medio, claramente competían con el catolicismo romano. Podríamos decir que, la Argentina de manera general y Rosario en particular, en lo que al sector “evangélico” se refiere, recibió a partir del siglo XIX, en un primer momento, personas y grupos – como las “colonias” que interactuaron colectivamente en la conservación e innovación de sus formas de vida- que trajeron su propia religión, aunque la motivación principal de su arraigo fuera mejorar sus condiciones de vida. En el mismo sentido, podemos apreciar otro momento en el que el país recibió religiones traída por personas, es decir, fue objeto de planes institucionales cuyo propósito principal fue desarrollar nuevas organizaciones eclesiales, en especial con formato norteamericano.
Daniel Monti en Ubicación del Metodismo en el Río de la Plata (1976) señala el año 1864 como significativo para la consolidación del incipiente arribo protestante en Rosario, esbozado a través de un largo anecdotario sobre personalidades que tuvieron por algún motivo relevancia social, y los conflictos que este avance religioso encontró en la iglesia oficial. Hubo una serie de factores que explican una presencia en aumento, entre ellos:
“…La radicación de familias protestantes procedentes de las vecinas colonia; (…) y la iniciación de los trabajos (20/4/1863) del ferrocarril Rosario – Córdoba: ‘El Gran Central Argentino” como lo llamó originalmente su inspirador y promotor, William Wheelwright – como lo documenta Juan B. Alberdi [La vida y los trabajos industriales de William Wheelwright en la América del Sud, 1876] – que atrajo muchas familias inglesas.”
Monti, 1976, pp. 41-42
Ocurrieron en 1864 dos hechos que justifican este señalamiento: se inauguró el cementerio protestante que resolvía el grave problema de la prohibición de enterrar a los vecinos no-católicos romanos en los cementerios municipales; y la llegada a Rosario del Rev. Thomas Carter desde Estados Unidos de Norteamérica enviado por la Iglesia Metodista Episcopal[1] para asistir al nutrido grupo de profesionales y obreros especializados que trabajaban en la construcción del ferrocarril provenientes de Inglaterra, Estados Unidos y Escocia.
La construcción del primer templo de la Iglesia Metodista –y primer capilla protestante oficial en Rosario- fue inaugurada el 12 de noviembre de 1865, en Salta y Progreso (hoy Mitre). Obra en la que colaboró un asiduo concurrente como fue Wheelwright y en donde se realizaron cultos públicos en inglés y en castellano. En 1891 se construyó su sede definitiva, que se puede apreciar hoy en actividad, en la calle Salta 2219 (a metros de la intersección con el Bv. Oroño)[2]. En forma, simultánea, y como respuesta al mismo contexto, en el año 1968 se inaugura la Iglesia Anglicana, y en el año 1876 se inauguró el templo que funciona hoy en la intersección de las calles Paraguay y Urquiza de la ciudad de Rosario[3].
De allí en adelante, el crecimiento de los “evangélicos” en el número de fieles, grupos e iglesias, con más o con menos, nunca se detuvo, aunque si atravesó múltiples transformaciones que ramifica la historia en una infinidad de capilares que no oculta un tronco común como es una cierta hostilidad, con la religión oficial, en particular con la Iglesia Católica Romana, consignado genéticamente en su espíritu originario. Por una parte, significó el traslado de los conflictos históricos a otros contextos, y por otra, una sociedad casi en su totalidad cristiana, en la que arribaban grupos con ideas y prácticas cristianas distintas que entraban en competencia con las establecidas. Hoy los evangélicos tienen presencia en toda la ciudad, con distintas estrategias (casas de familia, templos, galpones, viejos cines, entre otros) con un gran crecimiento en los barrios.
La designación “evangélicos”
“Evangelistas”, “que están en la Palabra”, “evangélicos”, “protestantes”, “evangelio”, “de la iglesia de Fulano o Mengano”, “del Ministerio o Iglesia Tal o Cual”, “hermanos separados”, entre otros, son los nombres con que se identifica a este sector de cristianos no-católicos en su mayoría derivados directa o indirectamente de la Reforma Protestante del siglo XVI. Como sucede con el nombre de muchos grupos, sin duda en estrecha relación con el propio proceso identitario, tiene dos vertientes: por una parte, cómo el grupo se piensa a sí mismo y proyecta una imagen hacia fuera, y por otra, la manera en que otros, lo miran y en la interacción lo nombran, muchas veces señalando algún rasgo peyorativamente.
El adjetivo relativo “evangélico” con que las mismas iglesias se nombran tiene la intensión de resaltar un rasgo distintivo, que condensa su historia, su identidad y su propuesta, y que tiene sus raíces en el principio de sola scriptura de la Reforma: significa que el Evangelio –y en sentido más amplio la Biblia como Palabra de Dios- es el único fundamento doctrinario de la fe. Lo cierto es que la designación como “evangélicos” es la que brinda una referencia más estable, amplia y de aceptación generalizada de este sector religioso que aunque no tienen una organicidad e institucionalidad que los vincule formalmente como totalidad, sí brinda un marco identitario que atraviesa todo el espectro. Por tanto, esta es la designación que utilizaremos –ya sin comillas- para nombrarlos de manera general. Resulta notable, por otra parte, que iglesias que tienen su origen en línea directa con la Reforma Protestante no usen el calificativo de “protestante”-calificativo que esconde cierto rasgo peyorativo-y que éste haya quedado reducido al uso profesional y especializado. Pasada bastante “agua bajo el puente” desde que la “protesta” contra la Iglesia de Roma nominara a ese grupo históricamente como “protestante”, le siguió una búsqueda de reafirmar una identidad no tanto en negativo de “protesta contra”, sino más bien, que acentuara los rasgos propios a promover. Aquí en Rosario, podemos ejemplificar lo que decimos con dos iglesias en las que se hacen explícita sus respectivas adscripción a la tradición “evangélica”, sin que ello ocurra en desmedro de los valores “protestantes” que les dieron origen: una de ellas, conjuga la tradición luterana y calvinista, se denomina Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP), tradicional iglesia ubicada en San Lorenzo y Bv. Oroño conocida como iglesia alemana; y, la otra, de tradición luterana Iglesia Evangélica Luterana Argentina (IELA), en al zona Sur de Rosario.
Ubicación de los evangélicos dentro del cristianismo
Descartando cualquier pretensión taxonómica y asumiendo que desde distintos puntos de vista pueden generarse agrupamientos diferentes y legítimos, brindaremos a grosso modo un esquema sintético que permita ubicar a las iglesias evangélicas en el panorama religioso general.
No conviene que entremos en el juego de las definiciones teóricas de religión con las que, en distintos momentos históricos, el campo disciplinar abordó este fenómeno, para no correr el riesgo de derivarnos en otras problemáticas que no atañen directamente a nuestro tema específico, que es, apenas, ofrecer un panorama del mundo evangélico; porque como sucede con otros objetos, sociales o no, con frecuencia las definiciones influyen decisivamente en la existencia de los mismos objetos. Ocurrió recientemente con Plutón, que la comunidad científica de astronomía retocó la definición de planeta, y lo que hasta ahora era el planeta Plutón dejó de serlo. Tomaremos un atajo entonces, aceptando el cristianismo como una de las grandes religiones existentes en el mundo, que es una posición claramente reconocida por la mayoría de los ámbitos que se ocupan de lo religioso.
Dentro de la amplia totalidad del cristianismo en la geografía universal, con algunas fronteras internas y externas indefinidas o en litigio, visualizamos cuatro grandes grupos: Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa, Iglesias Evangélicas y Otros. Cada vez que se crea el departamento “Otros” se realiza con el objetivo de facilitar una mirada global a riesgo de que la reducción, el amontonamiento y la simplificación distorsionen excesivamente la realidad. Privilegiando, en este caso el aspecto cuantitativo, el apartado “Otros” engloba una diversidad de pequeños grupos e iglesias que por diversos motivos no se incluyen, claramente, dentro de los otros grupos. Consideramos a cada uno de estos cuatro grandes grupos como versiones y derivaciones legítimas que expresan una manera de entender y practicar la religión cristiana. En Argentina (en Rosario los resultados no se desvían de la media significativamente) de la población general el 76,5 por ciento es católico romano, y el resto del arco cristiano reúne el 11,2 por ciento aproximadamente.[4] En una sociedad que cuenta con tan alto porcentaje de cristianos, tiene mayor relevancia las variaciones y diferencias en su interior, que las incidencias de las religiones no cristianas.
Con los Mormones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los Testigos de Jehová con sus Salones del Reino sucede que el enfoque más amplio del encuadre evangélico no los incluye, y, a su vez, ellos mismos no se reconocen dentro de la diversidad que expresa éste sector. Las diferencias atraviesan la mayoría de los aspectos comparables con las iglesias evangélicas, y ambos grupos de origen norteamericano, representan “…la durísima empresa de ‘sacar los pies del plato’ del protestantismo.” (Irazabal, 2003, p. 126). Sociológicamente se distinguen claramente por la imagen pública que presentan, por su estrategia de contacto persona a persona, el tránsito por la ciudad en parejas o pequeños grupos, las características edilicias de sus templos y lugares de reunión, y la vestimenta característica, perfectamente identificable en la ciudad. En el panorama universal del cristianismo, desde nuestro punto de vista, comparte el grupo Otros, pero para la realidad religiosa de la ciudad de Rosario, sería conveniente por la presencia publica que ostentan, equiparable a otros grupos en número y desarrollo territorial, que conformen un apartado propio.
Dentro de la dinámica vertiginosa del abanico evangélico la tarea se complejiza aún más, si consideramos que una de las características fundamentales es la flexibilidad y movilidad institucional que permite fragmentaciones, alianzas e intercambios en distinto grado. De la misma manera que un espectrómetro sirve para medir distintas intensidades de luz con el propósito de ordenarlos en una secuencia, es que podemos pensar los rasgos que definen la consolidación y complejidad de una estructura organizativa y obtendríamos un orden que nos permitiría distinguir las variaciones entre las iglesias evangélicas. Involucrar aspectos teológicos (la propia cosmovisión) propios de cada grupo sería abordar el aspecto más conflictivo, en los cuales las fronteras entre cada uno llegan a petrificarse, llevando al extremo los niveles de intolerancia. Considerar, en cambio, aspectos estructurales de la organización y las relaciones institucionales, puede ayudarnos a ubicar en el espectrómetro distintas tonalidades que se extienden desde estructuras sumamente complejas y solidificadas, a una barrial con exclusivo carácter local.
A modo de ejemplo ilustramos algunas zonas distintivas. La Iglesia Anglicana, la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, la Iglesia Evangélica Luterana Argentina o el Ejército de Salvación, pertenecen a estructuras regionales, nacionales o supranacionales con un alto grado de consolidación territorial e institucional. Sus parroquias son interdependientes y están integradas de manera tal, que las afectan las decisiones tomadas en la organización central. Los roles de liderazgos están bien definidos y requieren formación específica. Tienen un funcionamiento democrático y representativo en la toma de decisiones y elección de autoridades, y un nivel muy extendido de relaciones nacionales e internacionales. En otra tonalidad distinguimos iglesias, que si bien poseen organizaciones de segundo grado que las contienen, el acento está puesto en la autonomía de cada grupo local y existe un nivel menor de interdependencia, como es el caso de las Iglesias Evangélicas Bautistas, las Iglesia de los Hermanos, la Iglesia de Dios o la Iglesia Evangélica Unida Argentina. En otra frecuencia encontramos iglesias que tienen fuerte presencia local, reconocidas por su impacto público y la organización de mega eventos, como son la Iglesia Santuario de Fe, la Iglesia Redil de Cristo o la Iglesia Evangélica Misionera Argentina. Los líderes actuales fueron sus fundadores, y en general provienen de otras denominaciones, y son quiénes concentran en su figura la autoridad y la dinámica institucional. Poseen una inserción barrial muy extendida a través del método de trabajo en “células” (grupo de personas que se reúnen en casas de familia). Se identifican con la denominación Pentecostal. Podemos distinguir todavía una gama formada por algunos grupos barriales de funcionamiento autónomo, con su propia dinámica, cuya existencia depende casi exclusivamente del pastor que lo lidera.
Los evangélicos cuentan además con una serie de asociaciones y federaciones en la que la amplia mayoría se encuentra contenido de alguna manera u otra: ACIERA (Asociación Concejo de Iglesias Evangélicas de la República Argentina); FECEP (Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal); y, FAIE (Federación Argentina de Iglesias Evangélicas). En más de una ocasión, estas tres mega organizaciones, se ocuparon en forma conjunta de gestar una imagen pública en representación del “mundo evangélico” en general.
Algunos aspectos compartidos
Así como hay un sin número de elementos que los diferencia, a veces de manera irreconciliable, hay otros que le dan al conjunto la posibilidad de una identificación con ese colectivo amplio que son los evangélicos. Una forma de ablandar las fronteras es el concepto de “denominaciones”, utilizado en el propio ámbito evangélico, para designar las diferentes iglesias existentes. Siguiendo a Chales Taylor (2004) el “denominacionalismo” significa al menos dos cosas, una, que las iglesias asumen su pertenencia a un todo más amplio desechando la pretensión de que la propia iglesia integre a todos los creyentes; y, por tanto, implica un segundo rasgo que es el de que cada iglesia es una opción igual que las otras.
Un aspecto central para comprender la dinámica evangélica es el acento puesto en la experiencia personal que acompaña la decisión conciente de cada individuo a aceptar y manifestar su pertenencia a la iglesia como un acto propio. Aspecto no tan abordado por la mayor parte de los estudios clásicos sobre lo religioso que se han ocupado con mayor énfasis de los aspectos sociales. El filósofo norteamericano William James (1842-1910) desde una posición psicologista y pragmática, en su obra Las variedades de la experiencia religiosa (1902)[5] se encargó de pensar el aspecto personal de la experiencia religiosa, tan importante para explicar la vida religiosa teniendo como contexto la sociedad norteamericana de mayoría protestante. Allí, distingue entre la experiencia religiosa viva, que es propia de cada individuo, y la vida religiosa influenciada socialmente, para definir la religión en el orden estrictamente de los sentimientos internos de los individuos. Son muchas las razones que nos alejan de la obra de James, y otras tantas las que dan cuenta de las implicancias sociales y políticas del fenómeno religioso, pero conviene no perder de vista el planteo general de James, porque como dice Geertz retomando su obra para pensar la religión en el mundo contemporáneo:
“Comunitaria, aunque personal. Una religión sin interioridad, desprovista de cierto sentido ‘anegado sentimentalmente’ de que la creencia importa e importa terriblemente, que la fe sustenta, cura, reconforta, resarce, enriquece, retribuye, explica, obliga, bendice, clarifica, reconcilia, regenera, redime o salva, apenas merece ser llamada religión.(…) Las personas no … se oponen a que se aprenda la teoría de la evolución en Texas y Kansas… simplemente con un propósito material, pragmático y exterior.”
Geertz, 2002, pp. 159-160
Algo similar podríamos decir en nuestro medio, sobre las movilizaciones de evangélicos, cuando se discutió la ley de divorcio, y en la actualidad su activa participación en el debate sobre la despenalización del aborto. Para los evangélicos, pertenecer a la iglesia requiere de una experiencia de fe personal que se expresa públicamente en un relato de “conversión”, no basta para ellos, con aprender los rituales y participar de actividades. Esto explica la práctica generalizada del bautismo en edad adulta como rito de ingreso a la membresía que garantiza una decisión individual y conciente.
Como núcleo teológico podemos listar algunos puntos convergentes de todas las “denominaciones”:
- Dios trino como fuente de toda verdad, en una relación personal y sin mediaciones con cada uno de los fieles.
- La Biblia como revelación permanente de Dios para la Humanidad y único fundamento doctrinal.
- Experiencia personal de encuentro con Jesús expresado en el testimonio de conversión.
- Salvación personal y vida eterna por “gracia”, a través de la fe en la el sacrificio expiatorio de la muerte y resurrección de Cristo.
- La prédica proselitista, pública y personal, para que otros lleguen a la salvación.
En general, hay un núcleo de actividades, que con más o con menos, de acuerdo a sus posibilidades, todos desarrollan manteniendo así movilizada a la comunidad: cultos públicos, grupos de mujeres, reuniones de jóvenes, escuelas bíblicas dominicales y reuniones de oración y estudios bíblicos en casa de familias.
La encuesta sobre creencias religiosas en al Argentina, citada supra, revela que del 9 por ciento que conforma la sección de evangélicos un 7,9 son pentecostales. Hay, por lo menos tres maneras de entender la palabra Pentecostal en nuestro medio: designa una iglesia particular, como la Iglesia Evangélica Pentecostal Argentina; una “denominación” que ofrece una identidad que reúne, aunque de manera informal, a un grupo de iglesias evangélicas; y, en tercer lugar, como una cualidad de las prácticas religiosas, que acentúa las experiencias de tipo extáticas. El pentecostalismo, tal como lo conocemos ahora, tuvo su origen en los Estados Unidos de Norteamérica a fines del siglo XIX, y su nombre, prácticas y simbología hacen referencia al evento de Pentecostés relatado en la Biblia. Desde el comienzo se consideró la glosolalia como prueba del bautismo del Espíritu Santo, y ponen un fuerte acento en la curación, la profecía y los milagros. Para Harold Bloom (2009) el pentecostalismo es el chamanismo urbano, comparte con los hechiceros estigmas como los trances, curaciones a través de exorcismos, manifestaciones de fuego y visiones, pero sobre todo, hace del éxtasis una rutina. Promediando el siglo XX hubo un fuerte impulso que se expandió por toda América apoyado en los medios de comunicación masivos, resultando en un crecimiento numérico exponencial, a la vez que generando un movimiento que atravesó a toda la gama de iglesias evangélicas que sin cambiar sus denominaciones asumieron prácticas pentecostales.
Haber sido desde el inicio una minoría acentuadamente asimétrica en un país con casi un 80 por ciento de católicos romanos, al que la Constitución Nacional sostiene explícitamente, ha marcado la historia y el perfil de las iglesias evangélicas. Tal como ocurre con las identidades, estas situaciones estimulan los esfuerzos por encontrar temas comunes para hacer frente a las dificultades políticas, sociales y económicas, como cualquier otro tipo de minoría. Nuevas propuestas cristianas, en una sociedad cristiana, hicieron que las iglesias evangélicas se nutrieran de la conversión de católicos. No hay que volar muy alto para imaginar el maremágnum de conflictos entre ambas iglesias, que suman numerosas páginas de anécdotas, algunas de ellas trágicas, problemas que la historia fue, en algunos casos, diluyendo y en otros consolidando. El de la igualdad religiosa en la vida cívica es uno de los temas en el que convergen trabajando de manera conjunta amplios sectores evangélicos más allá de sus diferencias. Las dinámicas institucionales dieron origen a muchas organizaciones, con variadas magnitudes de alcance, con el objetivo de potenciar y mancomunar esfuerzos y ganar en visibilidad e impacto público.
Excurso
Hay tres razones por las que consideramos realizar una breve descripción de la Iglesia Evangélica Unida Argentina (IEUA)[6]: en primer lugar, los miembros que componen esta iglesia son, casi con exclusividad, integrantes de la comunidad Toba (o Qom)[7]; en segundo lugar, la ciudad de Rosario cuenta con la población Toba más importante del país en números, fuera de su territorio originario; y, por último, de la totalidad de la población toba en la Argentina, su amplísima mayoría adscribe religiosamente a alguna iglesia evangélica.
La IEUA es definida por Orlando Sánchez[8], desde adentro, como una organización de “indígenas” evangélicos. Desde fuera, el antropólogo Pablo Wrigth, que ha estudiado la religiosidad de esta comunidad por muchos años, la define como la primera organización pan-toba que intentó vincular todas las comunidades indígenas de la región, y considera que condensa la forma indígena contemporánea de expresión religiosa (Wrigth, 2002, p. 72).
La IEUA, considerada una “denominación” evangélica, surgió de un proceso llevado adelante por un grupo de líderes religiosos entre los años 1955 y 1960, año en que quedó constituida formalmente con sede formal en el Chaco y veintinueve filiales adheridas en el momento de su creación. En Rosario, la primera filial fue abierta por el pastor Felipe Ávalos en la zona oeste, en uno de los primeros asentamientos ubicado en la zona de Lima y Pasco. En la entrevista[9] que realizamos, nos cuenta que llegaron en familia en el año 1979 y ya formaban parte de la IEUA en el Chaco, inmediatamente organizaron cultos en su casa, cubriendo así una necesidad sentida por muchos de los migrantes instalados en la zona. Tuvo muy buena recepción –dice el pastor Ávalo- tanto que “la fama llegó hasta el chaco”, con el que ellos tenían un vínculo estrecho. Junto con las noticias llegó la formalización como filial de IEUA, que levantó en el año 1980 un templo en el predio que se usaba como cancha de fútbol. El inicio de las actividades, y el movimiento que estas generaron, tuvieron un impacto grande en toda la comunidad. Relata que gran parte de la gente que había migrado antes que ellos, no conocían o no se daban a conocer como indígenas, y fue a partir de la presencia de la iglesia que fueron integrándose y formando parte de la comunidad, reconociendo su identidad.
En Rosario, hay cuatro filiales de IEUA: una la ubicada en calle Lima entre Pasco y Cerrito, una segunda, en el barrio Municipal de calle Rouillon, otra en el barrio Empalme Granero en la calle Juan José Paso, y la última, abierta recientemente, en barrio La Esperanza. Todas funcionan como filiales, pero con autonomía respecto a la sede central del Chaco. Todas coincidentes con los agrupamientos de personas provenientes del Noreste argentino, y mayoritariamente perteneciente a los pueblos originarios de esa región.
No es la única “denominación” evangélica con relevancia presente en la comunidad toba. En la entrevista[10] realizada a Tiburcio Romero, pastor de la IEUA del barrio municipal, nos cuenta que en el proceso de construcción del barrio, se decidió por pedido de los representantes de la comunidad, reservar en la planificación tres espacios para la construcción de iglesias. Hoy el barrio cuenta con más de tres iglesias, todas ellas evangélicas y con perfil Pentecostal. Además, siempre hubo personas que se afilaron y participaron de las iglesias evangélicas existentes por fuera de la comunidad y alejadas de su barrio.
La IEUA no tiene el objetivo de ser una iglesia étnica, es decir, que esté formada sólo por gente toba, existe una distinción clara entre pertenecer a la comunidad y pertenecer a la iglesia. Referirse a “nuestra iglesia como iglesia toba –dice el pastor Romero- está mal y me incomoda, la iglesia es para todos los seres humanos.” Desde su fundación el objetivo fue preservar el liderazgo de la iglesia y sus filiales en manos de pastores de la comunidad –prosigue el pastor Romero-, pero, si una filial tiene mayoría de miembros criollos, entonces el pastor puede ser criollo. Este tema aparece como problema desde el comienzo, tanto es así que en la cuarta convención convocada en el año 1959, en pleno proceso de creación, se realizó una enmienda en el documento final que cambiaba el nombre de Iglesia Evangélica Unida Toba por el de Iglesia Evangélica Unida Argentina.
Si bien, durante la primera mitad del siglo XX, estos grupos étnicos fueron objeto del trabajo misionero católico romano, no quedó de ello casi rastro alguno. Hay variadas hipótesis que intentan explicar la adhesión de los tobas a las iglesias evangélicas. La respuesta que ensaya el pastor Romero, no acentúa los aspectos históricos y antropológicos, él parte de su experiencia personal y la de otros testimonios que relatan los miembros de la iglesia, para argumentar a partir del ethos evangélico de conversión y cambio de vida. La IEUA nació en este contexto de los pueblos originarios “no por nacer no más –señala el pastor Romero- hay algo que conmueve a la gente”. Hacerse cristiano, para él, es lo mismo que hacerse evangélico y significa que el que robaba, no robe más; el que era borracho, no tome más; el que se drogaba, no se drogue más; el que estaba enfermo, se cura… Esta propuesta, tan exigente como contundente, con muchos resultados positivos relatados y sostenidos por los testimonios de conversión, es la que los diferencia de la iglesia católica romana y es lo que Tiburcio Romero entiende ha hecho que las iglesias evangélicas fueran exitosas y consiguieran la adhesión de la mayoría de la comunidad
Referencia Bibliográfica
BLOOM, H. (2009): La religión americana. Buenos Aires, Taurus.
GEERTZ, C. (2002): Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos. Buenos Aires, Paidós.
IRAZABAL, A. (2003): “Posprotestantes: Introducción”, en Forni, Mallimaci y Cárdenas (Comps.), Guía de la diversidad religiosa de Buenos Aires. Buenos Aires, Biblos.
MONTI, D. (1976): Ubicación del Metodismo en el Río de la Plata. Buenos Aires, La Aurora.
TAYLOR, Ch. (2004): Las variedades de la religión hoy. Buenos Aires, Paidós.
WRIGHT, P. (2002) “‘Ser católico y ser evangelio’: tiempo, historia y existencia en la religión toba”, Revista ANTHROPOLÓGICAS, año 6, Vol. 13(2), pp. 61-68.
[1] La Iglesia Metodista Episcopal tuvo su origen en Inglaterra en el siglo XVIII como un desprendimiento de la Iglesia Anglicana y tuvo un gran desarrollo en los Estados Unidos de Norteamérica a partir de su independencia en que se consolidó como iglesia autónoma.
[2] Agradezco los datos aquí consignados a la pastora Nélida Estala, a cargo de la Primera Iglesia Evangélica Metodista de Rosario, relevados directamente de documentos parroquiales: libros de actas y cartas personales.
[3] HOWAT, J. La nueva historia de la Iglesia Anglicana San Bartolomé Rosario. En celebración del 125º aniversario en el año 1993, 3a edición para la web, York, Inglaterra, 2003.
[4] Para una consulta en detalle de los datos sobre el tema en la Argentina véase “Primera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas en la Argentina”, Dir. MALLIMACI, F. (2008) Buenos Aires, CEIL PIETTE – CONICET.
[5] Traducción castellana: JAMES, W. (1986) Las variedades de la experiencia religiosa. Barcelona, Península.
[6] Agradezco profundamente a los pastores Tiburcio Romero y Felipe Ávalos, la buena disposición, la cordialidad y la franqueza que me brindaron durante las entrevistas.
[7] Toba es el nombre usado popularmente para nombrar una serie de grupos del tronco lingüístico guaycurú del Nordeste argentino, incluso usado por la gente de la misma comunidad, aunque el nombre apropiado sea Qom. A finales del siglo XIX, este grupo étnico fue forzado a iniciar un proceso de sedentarización en el que, entre otros, tuvieron participación distintas iniciativas religiosas; y, a partir de mediados del siglo XX comenzó una migración interna a las ciudades de Santa Fe, Rosario y Buenos Aires, que continúa en forma muy dinámica hasta hoy. El término Toba en Rosario se usa, de manera genérica, para identificar los distintos asentamientos y barrios de la ciudad con gente migrante del Chaco y Formosa, sin distinción de las variadas etnias allí representadas.
[8] Orlando Sánchez es un escritor y recopilador toba que en el año 2003 realizó un trabajo que él mismo tituló “CRONOLOGÍA DE LA FORMACIÓN Y CRECIMIENTO de la IGLESIA EVANGÉLICA UNIDA en el norte de la ARGENTINA”. Este trabajo no ha sido publicado hasta el momento y es de circulación informal.
[9] Entrevista realizada por el autor el 21 de enero de 2012, en la sede de la iglesia de Lima y Pasco.
[10] Entrevista realizada por el autor el 6 de diciembre de 2011, en la sede de la iglesia en calle Rouillón.