Teología e Historia, Volumen 8, Año 2023, pp. 68-83 ISSN 1667-3735
Aunque nuestra iglesia sostiene, como cualquier otra, que este universo, debe ser el dominio feliz y bendito de nuestro Señor Jesucristo, y busca este objetivo fielmente, no encuentra incompatibles, que sus miembros puedan asociarse con los hombres del mundo para el logro de los altos fines e ideales.
Rev. Alberto Tallon, Buenos Aires, 1913.
Resumen
¿Cómo se involucra la Iglesia con el mundo no cristiano?. ¿Para qué se supone es la iglesia?. ¿Existe una misión que va más allá de hacer discípulos? Estas preguntas, simples o no, implican per se una afirmación teológica que desafía las respuestas tradicionales, especialmente las que se centran en la misión sólo para hacer la iglesia más grande, pero no para hacer su misión más fiel. Las palabras citadas en el epígrafe, viene a resolver con claridad y de una manera sencilla una viejo dicotomía sin resolver, que por desgracia aún hoy para muchos cristianos lo sigue siendo. Esas palabras provienen de un tiempo bastante controversial en el que el metodismo se reconoce a sí mismo como parte activa de una nación todavía en construcción. El metodismo argentino no encontró incompatible, en esa situación, asociarse con “los hombres del mundo” para la reforma de la Nación, y con los hombres de fe para difundir la santidad bíblica a través de la tierra, tomando prestado la frase programática de Juan Wesley. Todo dependía de la meta que se persiguiera. Discutiremos hacia el final los conceptos de “identidad y relevancia” como una falsa dicotomía que paralizó el accionar de la misión en los últimos años.
En este estudio nos centraremos en la teología pública del metodismo en Argentina en el final del siglo XIX y las alianzas que construyeron con otros grupos “para alcanzar altos objetivos e ideales”. En la búsqueda de este objetivo, las alianzas del metodismo con grupos no cristianos no se definieron por la pureza de una doctrina, ni por un interés egoísta, sino por el interés común de reformar la Nación. En las últimas páginas de este documento, expondré algunas reflexiones finales sobre la actual misión metodista, y los términos por los que busca construir su identidad.
Contexto histórico
La situación en Argentina en la primera mitad del siglo diecinueve, en cuanto a los vínculos entre el Estado y la Iglesia católica era crítica. Estos lazos históricos eran una especie de renovado Patronato (Patronato Regio), una institución heredada de la Edad Media que dispensaba el beneficio mutuo, el poder de la Iglesia y del Estado por igual. [1]El Imperio Español durante la conquista de América, empujó a la Iglesia a renunciar a algunas atribuciones de poder absoluto, compartiéndolos con los reyes, por ejemplo: el poder de crear y sostener nuevas diócesis y la elección de los obispos, la construcción de edificios, etc. Esa fue una estrategia en orden a que la Iglesia pudiese llegar a toda la extensión geográfica del nuevo continente gracias al apoyo y la iniciativa del poder imperial. En retribución, los monarcas recibían el diez por ciento de los ingresos de la iglesia. De esta manera el Imperio español, no sólo recibió permiso de la iglesia para representarla, sino en la mayoría de los casos, la reemplazó. Iglesia y el Estado fueron dos caras de una misma poderosa moneda! Por momentos uno tenía la supremacía, otras veces el otro. Pero poder temporal y espiritual estaba vinculandos y fueron dependientes entre sí durante todo el período colonial. En la Argentina en tiempos de la Revolución de la Independencia (1810-1850), la Iglesia recupera la supremacía sobre el Estado, debido, por un lado a la disminución del poder español Real a causa de la presencia napoleónica en Europa por el otro, la República recién nacida poseía aún un perfil difuso y un Estado aún no consolidado. La influencia Católica Argentina alcanzó todos los rincones de la vida pública y privada. Fue una presencia totalizadora, en un marco de intolerancia hacia las diferencias en cuanto a la doctrina, las costumbres, las tradiciones y la vigilancia moral.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo 19, sobre todo en 1848, durante el período de las revoluciones liberales en Europa, el mundo occidental, en general, y la región del Río de la Plata, en particular, sería el escenario del despertar de los ideales románticos del liberalismo progresista que, en ese momento, estaba consolidado como una alternativa política válida con muchas posibilidades de acceder al gobierno. Como acto defensivo, la Iglesia católica retomó su práctica conservadora y contra-reformista. El Papa Pío IX (1846-1878) abrió las puertas para la batalla ideológica contra el modernismo, reforzando la autoridad papal a través del Dogma de la Inmaculada Concepción (1854), y la infalibilidad papal (1870). Mientras tanto, la encíclica Quanta Cura y el Syllabus en 1864, fueron los máximos exponentes de esta política de defensa del viejo orden en contra de “los errores del modernismo”.[2]
En Argentina, la reacción de los gobiernos liberales fue un plan de secularización profunda a lo largo de más de una década. En el ámbito de la educación pública, en 1882, el Congreso Nacional Pedagógico decidió eliminar la instrucción religiosa de las escuelas públicas. En 1884, el gobierno argentino expulsó al delegado Papal del país. Otro factor irritante para la Iglesia Católica fue la iniciativa del Gobierno de invitar de los Estados Unidos a maestras protestantes para trabajar en Escuelas para Mujeres en Buenos Aires y la ciudad de Rosario. En 1888, durante el gobierno de Juárez Celman, fue promulgada la Ley de Matrimonio Civil, que en uno de sus artículos se estipula una pena de prisión para los clérigos que celebren bodas sin la firma previa de un juez civil. Esta ley afectó enormemente la sensibilidad, los beneficios económicos y las prerrogativas que poseía hasta entonces la Iglesia Católica.[3] Durante todo este tiempo, el metodismo fue una fuerza activa, entre otras, en la propagación de la atmósfera progresista para la ruptura con aquel orden colonial.
Los términos de la alianza
El bloque liberal,[4] fue construido entre varios sectores de la sociedad: el gobierno, los pensadores libres y la intelectualidad de los campos literarios y ciencias, los miembros de las sociedades secretas (masones y carbonarios[5])[6]y los protestantes quienes en muchos casos confundían sus lealtades entre su pertenencia a las Logias o a la Iglesia Metodista. Se articuló una alianza estratégica contra lo que llamaron “Romanismo”, “oscurantismo” y “papismo”. El principal objetivo operativo de esta alianza fue la clara separación de Iglesia y Estado. La alianza del metodismo con estos sectores del liberalismo y la masonería debe interpretarse no sólo como una comunión de ideas, sino también, como un esfuerzo mutuamente beneficioso.[7] A partir de esta alianza, los metodistas, que no tenían raíces en absoluto en las instituciones del país, lograron contactos oficiales y un cierto privilegio que de otro modo no habrían podido obtener, especialmente en el área educativa. Por otro lado, los liberales y masones, les convenía esta alianza , porque representaba tanto su brazo religioso contra la supremacía del catolicismo, pero también para facilitar contactos que los protestantes poseían en el exterior y además por la posibilidad de hacer proselitismo entre las bases metodistas para ganarlos políticamente y para la causa masónica.
De hecho la misión metodista ha estado estrechamente vinculada con la masonería, no sólo por los acuerdos externos (que son muy difíciles de encontrar), sino por una profusa presencia masónica en las propias filas metodistas. Durante el siglo dieciocho la masonería había dejado de ser especulativa para convertirse en logias operativas para alcanzar fines políticos sin aparecer en la superficie. [8]A finales del siglo XIX en el Río de la Plata la batalla ideológica de la masonería se centró en tres temas: la separación de Iglesia y Estado, el reconocimiento de los derechos civiles a los que no profesan la religión católica y la educación laica. Esas aspiraciones programáticas eran también coincidentes con las del metodismo. En este marco, la fraternidad masónica había ocupado un lugar importante dentro del metodismo, no sólo ayudando a la inserción del metodismo en la región del Río de la Plata, sino también en el diseño de algunas de sus políticas, especialmente en la política de enfrentamiento con la Iglesia católica.
Se sabe, por ejemplo, el hecho de que la primera casa Metodista de culto en la ciudad de Montevideo fue un salón provisto por masones locales, gracias a los contactos Rev. John F. Thomson como lo recuerda cuarenta y cinco años más tarde. [9]De acuerdo a una investigación realizada para este trabajo, el origen de la relación entre Argentina metodismo con la masonería debe rastrearse en las poderosas logias del Rito Escocés presentes en Delaware, Ohio, a mediados del siglo 19. Delaware ha sido coincidentemente, durante un largo período, un punto de referencia para los jóvenes estudiantes de teología metodista argentinos que desde Thomson en adelante (1860), fueron educados en la Universidad Wesleyana de Ohio.[10] Por lo que no es de extrañar que esta ciudad y su entorno intelectual han sido fundamentales para la visión del mundo de un buen número de líderes metodistas de la región rioplatense. .
Esta cercanía entre metodista y masones también tenía sus peligros; uno de ellos era la difuminación de sus propios perfiles. Esto podría plantear un conflicto de lealtades. Este fue un tema de discusión recurrente para el metodismo del fines de siglo diecinueve. Es muy común encontrar declaraciones públicas que defienden la masonería, pero al mismo tiempo afirma que:
Aunque muchos [Metodistas] pueden estar vinculados por lazos más o menos cercanos a los objetivos de las dos instituciones, son diferentes afirmando que mientras la Francmasonería lucha con la Iglesia por razones de la vida política del pueblo, el Metodismo lucha para arrebatar almas de la oscuridad de error haciéndoles ver la verdad y así, sean salvos.[11]
La estrategia de los líderes metodistas, con el fin de justificar la alianza, destacaba el hecho de que la Masonería no es una religión, de esa manera, no había conflicto de lealtades, ambos pueden trabajar juntos e incluso compartir sus membresías. Tal es la afirmación del reverendo JG Froggatt, en este sentido:
Los frutos del papismo son el engaño, la pereza y la oscuridad, mientras que los frutos de la Masonería son la caridad, la luz y la hermandad. La Masonería no es una religión, ni será nunca su pretensión usurpar el lugar de la verdadera religión, tal como se revela en el Nuevo Testamento, pero miles de cristianos más inteligentes, nobles y generosos están inscritos en sus filas.[12]
Cuando el Papa León XIII promulga la encíclica Rerum Novarum en 1891, a través de la cual los ataques del Vaticano se centran ferozmente sobre el Socialismo y la masonería. El Rev. JF Thomson desde el púlpito de la Primera Iglesia Metodista de Buenos Aires asume la defensa y confiesa públicamente su pertenencia a la logia:
No sé si mis oyentes han leído la famosa encíclica del Papa sobre la Masonería. Pocas veces he visto una pieza de literatura papal tan groseramente injuriosa y tan obviamente falsa. Si tuviera mi residencia en Roma trataría de acercar al ciudadano Pecci (también conocido como León XIII) delante de los tribunales civiles como vulgar calumniador. Porque está demostrando que lo que dijo contra la masonería, lo ha dicho contra de todo masón, …. Hace 18 años que soy masón y desde que recibí el grado 18 juro que nunca he encontrado nada de lo que se denomina en el presente apartado, además, declaro que entre los ministros del Evangelio mayores y respetados que he conocido en mi vida , muchos eran masones! … ..Esta Encíclica es la mentira más infame que se ha publicado alguna vez!![13]
El Metodismo había tejido una gran red de alianzas, no sólo con los liberales y masones; más tarde en otras etapas de su desarrollo en el país, podemos verle trabajar con los socialistas y radicales, contra los vicios, el alcohol, las guerras y en la época contemporánea denunciando violación de los Derechos Humanos y la lucha contra la dictadura militar.
En todas estas alianzas que forjó el metodismo, no se persiguió un ideal abstracto y pasivo de comunión de pensamiento, se trataba de alianzas estratégicas, para lograr un objetivo. Podemos ver en esta cita, una clara afirmación pragmática:
Como argentino y cristiano e asocio con todos los que buscan la libertad de conciencia de la humanidad, la igualdad ante la ley y su aplicación, la libertad de los lazos entre la Iglesia y el Estado, y además de todo lo que es bueno para la humanidad en general o para individuos particulares, sin preguntar a la persona con la que me asocio, lo que hacen los que piensan o no piensan, sino lo que persigue .[14]..
Esta es una declaración muy interesante sobre las que podríamos extraer muchas conclusiones. Hasta el momento, sólo señalar el hecho de que los objetivos perseguidos por el metodismo se consideraron parte constitutiva de su misión evangélica. Eso nos permitirá ver apreciar el amplio rango de conciencia asociativa que el metodismo tenía, la apertura de tolerar ayudantes en la misión que no tenían lenguaje religioso y algunos de ellos menos aún fe.
Misión en las afueras de las murallas
Metodismo quería salvar almas y reformar la sociedad a la vez. Pero las almas se salvarían, como hemos visto, “arrebatándolas de las tinieblas del error, haciéndoles ver la verdad”[15]. Por supuesto, la “oscuridad de error” no era una referencia mística del infierno, sino era la Iglesia Católica y sus enseñanzas. La estrategia misionera anticlerical del metodismo vinculado ambas cuestiones, que en realidad era la misma: “hacer que la gente vea la verdad” también significaba “reformar la sociedad”.
En esa búsqueda, el metodismo declaró explícitamente su teología pública mediante el apoyo al gobierno mientras que este continuara con la campaña de secularización.
Como cristianos evangélicos un deber sagrado sobre nosotros: hacer justicia a los gobiernos que no sólo promover la libertad de conciencia, pero también tiene la valentía de dar la espalda a los acantilados peligrosos que pueden comprometer el honor, el futuro y la dignidad nacional “[16]
Aunque el objetivo principal del metodismo fue la separación de la Iglesia y el Estado, sabían que un antiguo camino debe ser transitado. Ese fue el lento movimiento entre los intereses políticos con el fin de aprobar las leyes que poco a poco abrirían el camino hacia la separación definitiva. Eran conscientes también de que “un pájaro en la mano sería mejor que dos volando”. De hecho, la separación definitiva y total de la Iglesia y el Estado sería un tema demasiado grande contra el cual luchar (aún hoy no se ha realizado completamente!) Por lo tanto, era más inteligente empezar por algunas leyes que fueran guiando de a poco al objetivo mayor.
Así, se indicó en las páginas de El Estandarte, el periódico oficial del metodismo:
En nombre de la libertad de conciencia, creemos que la declaración de la separación de la Iglesia y el Estado es el más radical de los abusos del clericalismo necesitamos poner en libertad a la sociedad moderna de la regresión que esta unión ha condenado … Pero para que esta medida produzca resultados beneficiosos, debe estar precedida por otros pasos como se ha hecho en otros países … es necesario deshacerse de la influencia clerical, nuestro gobierno debe establecer actas de matrimonio civil y Estado Civil … y declarar eliminados los restos de los tribunales eclesiásticos y de su competencia que no tienen razón de ser.[17]
El Metodismo participó, y alentó activamente esas leyes; las páginas de “El Estandarte” se convirtieron en un reflejo de lo que estaba sucediendo en el país en ese momento. Allí se puede ver claramente la posición de los principales líderes metodistas sobre los temas más relevantes:
Todo cristiano, todo hombre amante de las libertades de su país deben cooperar con los esfuerzos de un gobierno que sabe cómo desafiar los poderes ocultos que aún pretenden ahogar las libertades de las personas en el nombre de Dios.[18]
Uno de los primeros triunfos fue la ley de Enseñanza Laica, gratuita y obligatoria para niños de 6 a 14 años, promulgada en 1882. Esta ley impedía a la Iglesia Católica el monopolio que hasta ese momento había ejercicio en la educación.
No podía ocultarse la alegría metodista cuando la ley fue promulgada, ya que esta abría nuevas posibilidades para su labor educativa, como de hecho sucedió:
El pasado lunes fue un día glorioso, por 48 votos contra 10, se aprobó el proyecto de educación secular (Ley 1420). Gracias a Dios la última dificultad para promulgar la Ley ha sido derrotado el jueves …. Fue el triunfo del progreso, del liberalismo, la democracia, fue el triunfo de la libertad sobre la sofística y el absurdo los ultramontanos ‘… es la victoria del evangelio de la libertad!! [19]
Mientras tanto, la Iglesia Católica resistió la ley, alegando que la nueva legislación era “sin Dios y atea” y sus defensores eran “herejes”[20]. La reacción del Vaticano, a través del Nuncio Apostólico en Buenos Aires no se hizo esperar, y esto tensó la relación a un punto de ruptura. El presidente Nicolás Avellaneda echó al Nuncio Apostólico de ARgetina, pero tal fue la reacción de vastos sectores del catolicismo que tuvo que dar marcha atrás y el Nuncio pudo retener su oficina.
También fue necesario acelerar la Ley de Matrimonio Civil, debido a la presencia en Buenos Aires de una gran masa de inmigrantes que llegaban al país con diferentes creencias. Estos no católicos no habían podido aún legalizar sus matrimonios. El metodismo fue un fuerte aliado para inculcar la conciencia de esta necesidad y la promoción de sus beneficios. El editor de El Estandarte fervientemente proclamó:
Los estados de ánimo de las masas están dispuestas a introducir alguna mejora en favor del ideal al que aspiran, sintetizada en el eslogan “ley para todos”. El matrimonio civil es una necesidad hoy proclamada por todos los ciudadanos, las labores oscurantistas en vano sacuden el espíritu de las masas, se preparan a una lucha sin cuartel …. Es en vano porque el dominio de la fuerza termina donde comienza el dominio de la conciencia …[21]
Por último, la Ley de Matrimonio Civil fue promulgada en 1889. La intelectualidad católica junto con los obispos, amenazaron a la población acusando a los promotores de la ley de ser traidores a la Patria, porque “el matrimonio civil es un atentado contra los fundamentos esenciales de la civilización nacional”[22]. De todos modos todo el mundo sabía que todos los esfuerzos que hacía la Iglesia católica eran sólo para mantener un control simbólico del dominio público, el cua se le estaba yendo de las manos poco a poco.
A finales de la década de los 80 las leyes seculares más importantes habían sido promulgadas. Como en una imagen simbólica, las cuatro etapas más significativas de la vida humana habían sido cubiertas por las leyes civiles: Nacimiento (Registro de Estado de Derecho Civil 1885), Educación (gratuita, laica y obligatoria Educación Ley de 1882), Matrimonio (Ley de Matrimonio Civil, 1889) y Muerte (Ley Cementerios Seculares, 1882). El Metodismo ha sido un activo promotor de cada una de estas leyes.
Sólo una ley fue derrotado por la fuerte presión de la Iglesia, fue la Ley de Divorcio vincular que se presentó, entre 1884 y 1902, varias veces para ser promulgada, , sin éxito. En la defensa de esta ley, el metodismo mostró claramente el fundamento de su misión pública:
En el nombre de Cristo, en nombre de la moral, en el nombre de muchas criaturas inocentes e indefensos pedir el divorcio absoluto, la posibilidad de anulación absoluta de los lazos matrimoniales para una buena causa .[23]
Definitivamente la Iglesia Metodista había adoptado como propia la campaña de la ley de divorcio y aunque el proyecto fue derrotado, el metodismo estaba dispuesto a mantener sus convicciones sobre el asunto. En la Conferencia Anual de 1904 el metodismo asume oficialmente su extraño credo divorcio:
Creemos que el matrimonio es una institución divina …..
Creemos que la humanidad es de una sola especie, este hecho junto con la experiencia hace que se estableció la monogamia ..
Sin embargo, en vista de las condiciones anormales introducidas por el hombre, admitimos la disolución del matrimonio “[24]
La declaración teológica de toda esta presencia pública del metodismo puede parecer ingenua y sin duda lo es, pero en este contexto debe ser leído, teñido, sin duda, con la emoción ideológica del momento, y también como el desarrollo de un proceso de construcción discursiva que demuestra una permeabilidad absoluta a las cuestiones candentes de su tiempo. Campo político y social no eran extraños para el metodismo del siglo. Tomaron el riesgo, como Wesley también lo hizo, de sumergirse en las situaciones históricas para impulsar el Evangelio y su influencia liberadora, sin conocer de antemano cual puede ser el resultado. Al hacerlo, se encontraron con otros hombres y mujeres en la misma carretera y se asociaron con ellos para el logro de altos objetivos e ideales.
Esto es claramente un desafío para los metodistas de hoy.
Reflexiones finales
Podríamos considerar estos acontecimientos como simplemente una interesante historia contemplada desde la distancia, sin otra importancia que un recuerdo anecdótico. Sin embargo, este compromiso evangélico moral de estar en las trincheras de la historia, donde se juegan cuestiones candentes y el destino de una nación se está forjando, es un paradigma de la misión que tiene que ser revisado por el metodismo en cada etapa de su viaje presente y futuro .
Tal vez este paradigma sea la “marca” más clara de la misión del metodismo de tiempos de Wesley: salir al mundo, al fin y al cabo este es nuestra parroquia, dando la mano a los que andan conmigo, no importa lo que piensan, pero sin duda importa hacia dónde quieren ir. Este es un reto difícil, un imperativo histórico problemático para nuestra misión actual.
La cosmovisión medieval católica en nuestras colonias expresaba un imperialismo cultural, contra el cual luchó el metodismo en el nombre de un evangelio de la libertad y la democracia con ideas, argumentos, acciones y alianzas. En aquellos tiempos la mayor parte del metodismo argentino fue formado bajo una interpretación común de la situación, fueron capaces de captar toda la imagen (el imperialismo cultural colonial católico era una madeja compleja de cuestiones que conformaban el conjunto) con el fin de deconstruirla con el objeto de poder encontrar esos temas “neurálgicos”, sostenedores del conjunto, e este caso era la relación Iglesia y Estado).
Todo este impresionante despliegue en el espacio público no fue asumido por el liderazgo metodista como un “hobby” para el tiempo libre, sino como una paradigma certero de su concepción de lo que significa la misión de la iglesia, e incluso la evangelización. Ellos no dividían la misión entre una espiritual y otra social, ni tampoco querían aumentar el número de miembros a cualquier precio, sino siendo fiel al compromiso moral del Reino de Dios y su justicia. La discusión sobre la misión de hoy (120 años después de esas acciones) se ha dividido en varias contradicciones ficticias que no permiten un enfoque completo sobre el real problema. Sólo me referiré a uno de ellos:
Identidad o Relevancia: un falso dilema
Una misión fuera de las paredes, lado a lado con los no cristianos, ha sido estigmatizada como una alternativa peligrosa para la propia identidad del mensaje cristiano. Como si el espacio público fuera un campo extraño para los cristianos. Jurgen Moltmann en su “El Dios crucificado”, se debate en la tensión dialéctica entre “identidad” y “relevancia” en la misión. Tal vez esta es la mejor expresión de lo que yo prefiero llamar un “falso dilema”, en lugar de una “tensión dialéctica”.
Sin querer profundizar en esto, quiero dejar en claro el punto de que la identidad amenazada que Moltmann defiende, está expresa sólo en términos de doctrina. Esa vieja fórmula de Lutero: “omnia probat Crux” [25](La Cruz lo prueba todo) citado por Moltmann, es de por sí un punto de partida doctrinal. Por eso el dilema que sostiene se convierte en uno irreductible. Desde esta perspectiva, desde un punto de partida doctrinal, la relación entre ambos términos “identidad de relevancia” se relacionan efectivamente en una ecuación inversamente proporcional: mientras uno se vuelve más fuerte, el otro debe disminuir.
¿Tiene que ser así? La tradición metodista, dice que no. Mientras que la identidad cristiana se defina a través de sus dogmas o credos, será muy difícil encontrar otra posibilidad aparte de la tensión dialéctica de la que habla de Moltmann, que se caracteriza por los opuestos. El problema es que ese dilema, expresado de esa manera, está encerrado en un estrecho concepto que identifica la “identidad” en términos teóricos (doctrinales) y la “relevancia” en términos de alianzas y prácticas históricas. Peor aún, esta declaración identifica la “identidad” como “en el interior” de la iglesia, mientras que la “relevancia” es un compromiso “fuera” de la iglesia. Esta dicotomía no aborda la posibilidad de que la identidad del evangelio estuviese dada precisamente por el compromiso y la capacidad de estar “fuera de los muros”, en el lugar y momento justo de la historia en los kairos en las demandas históricas, justo allí en la intersección de los dilemas humanos.. tal es la identidad del metodismo.
“Actitudes Características ” en lugar de “Énfasis Distintivos”
En este sentido, me gustaría exhumar los conceptos que John J. Vicent afirmaba hace varias décadas, en su libro, Cristo y el metodismo, hacia un nuevo cristianismo para una Nueva Era,[26] mientras el autor discute sobre las contribuciones teológicas del metodismo, concluye que es mucho más justo para la tradición metodista hablar de “actitudes características” en lugar de “énfasis distintivos”. Y esto sin duda es plenamente aplicable al metodismo, cuyos fundamentos no son credos ni Confesiones, sino “la fe que obra por el amor”.
De esta manera, la identidad del metodismo ES SU RELEVANCIA. Estos no son dos términos opuestos que luchan entre sí por la supremacía, sino que uno se define gracias al otro otra. La actitud práctica define la identidad metodismo. Por lo tanto, a mayor relevancia, identidad más fuerte. ¿Quiere decir que no hay teología, ni doctrinas? No, en absoluto, sino que esta viene después, como diría el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo, en su libro Liberación de Teología,[27] el compromiso histórico de “la fe que obra por el amor” es lo primero, la reflexión teológica sobre esa experiencia viene después.
El punto de partida no debe ser una teoría, sino una práctica histórica. John Wesley sabía perfectamente bien este método, porque su “divinidad práctica” no consistía en empujar dogmas dentro de la vida cotidiana, sino por el contrario, consistía en descubrir la acción de Dios en la historia, incidiendo en la liberación de los pobres, inspirando a los abolicionistas, investigando en la ciencia, la economía, la política, y al hacerlo estaba construyendo su teología.
Esas eran “actitudes” características del metodismo que alimentan su identidad.
Este tipo de prácticas identitarias, son un reto para el metodismo de hoy que en la actualidad no se enfrenta a aquel antiguo Patronato Regio, sino a un régimen totalitario que mucho peor, impuesto por un imperialismo financiero mundial, que hunde a millones en la pobreza con sólo un clik de una tecla de computadora. ¿Qué debe hacer el metodismo hoy? ¿Cómo no proclamar hoy las “buenas nuevas de salvación”? Quiénes, serán hoy esos “hombres del mundo” con el que el metodismo debiera asociarse para el logro de altos objetivos e ideales? “
* Este artículo ha sido previamente pubicado con algunas modificaciones en Methodist History, July 2014 Volume LII Number 4, p. 197-206
[1] La encíclica Unam Sanctam de Bonifacio VIII in 1302 puede ser considerada la principal expresión de la teocracia, una manera extrema de proclamar la “plenitudo potestais” (poder absoluto de la Iglesia). La bula que proclama “fuera de la iglesia no hay salvación ni remisión de pecados” establece de manera clara al poder temporal que « Por lo tanto aquí está la unidad y unicidad de la iglesia, hay una sola cabeza y un cuerpo, no dos cabezas como un monstruo”. En esta época el poder temporal debía sumirse al poder spiritual. La iglesia fue una realidad totalizadora que alcanzaba todas las esferas de la vida. La bula concluye diciendo: ” Además, declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al pontífice romano “.
[2] Jean Pierre Bastián, Historia del Protestantismo en América Latina, (México: Ed. CUPSA, 1986) , 140
[3] Ver Carlos Alberto Torres, The Church, Society, and Hegemony: A critical Sociology of Religion in Latin America. Transl, by Richard Young, (Westport, Conn.: Praeger Publishers, 1992), 125ff.
[4] El liberalism en América Latina, en particular desde 1900 en adelante, nunca jugó el rol democratizador como lo hizo el liberalismo europeo. Esto se explica porque mientras que el liberalism en Europa contaba con una sólida base económica proveniente de una creciente industrialización la cual generaba una ponderosa clase media, en América Latina el liberalismo fue una fuerza progresiva mientas disputó ciertas prebendas del catolicismo. Pero a medida que se conviertieron en una parte económicamente ponderosa de la sociedad, no industrializada se convirtieron en aliados de los grupos locales conservadores relacionados con la producción agroganadera única fuente de riqueza de Argentina y uruguay a comienzos del siglo XX. En Europa por ejemplo los liberales eran nacionalistas, mientras que en América Latina adoptaron y promovieron las costumbres foráneas. De esta manera dejaron los símbolos nacionales y patrióticos en las manos de los ultra conservadores quienes los convirtieron en una fuente de xenofobia y odio. Así, mientras el liberalismo europeo se fortaleció mediante la industrialización, el liberalismo dependiente de América Latina , pronto se convirtió en sinónimo de conservadurismo. El proyecto de exportación de productos agroganaderos que encarnó la generación del 80, condenó a la nación a posponer sus bases de industrialización y de esta manera se negó paradójicamente en la práctica los principios básicos de democratización del liberalismo. El liberalismo en Europa fue revolucionario, pero en América Latina, a partir del siglo XX fue el nuevo rostro del conservadurismo.
[5] Carbonari (palabra italiana “Carboneros”) Fue una sociedad secreta nacida en Italia en 1807 que luchaban contra la monarquía y el poder de la iglesia. Ver: Iris Zavala, Masones, Carbonarios y Comuneros, ED. Siglo xxi, Madrid, 1971.
[6] Quienes desde 1870, como consecuencia de los resultados ultra reaccionarios del Concilio Vaticano I comenzaron una active campaña anticlerical y a favor de la libertad de pensamiento y de la ilustración.
[7] El primer pacto históricamente documentado entre el metodismo y la masonería data de 1868 en Montevideo.
[8] Ver Emilio Corbiere, La Masonería, Política y Sociedades Secretas en Argentina, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998)
[9] .Juan F. Thomson, Recuerdos, El Estandarte Evangélico, año 1915, 270
[10] Ohio fue uno de los Estados donde se concentraron Logias Masónicas de varios ritos. Allí permanence la única Logia llamada Concilio Wesleyano Juan Wesley que reúne a ministros metodistas exclusivamente de la Conferencia de Ohio.
[11] El Estandarte Evangélico, Diciembre 16, 1897 p3
[12] J.G Froggatt, ¿Será la masonería lo que el fraile romanista la pinta? EEE, Agosto4, 1892. 7
[13] J.F Thomson, Sermón, Archivos Generales de la Iglesia Metodista Argentina
[14] El Estandarte Evangélico, 1913
[15] El Estandarte Evangélico, Diciembre 16, 1897 p3
[16] Declaración Pública, El Estandarte Evangélico, Agosto 16, 1883, 2
[17] La separación de la Iglesia del Estado, El Estandarte, Junio 21, 1884, 1
[18] El Estandarte, Agosto 16, 1883, 2
[19] “El triunfo seguro”, El Estandarte Evangélico, 28 Junio, 1884, p.2
[20] Emilio Corbiere, La Masonería, Política y Sociedades Secretas en la Argentina, (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998) 252
[21] Trascendental Momento”, El Estandarte Evangélico, 31 de Mayo, 1884, p 1
[22] José Manuel Estrada, citado enn Corbiere, Emilio op.cit. p 246
[23] El Estandarte Evangélico, Enero 18, 1883, p 1
[24] El Estandarte Evangélico, Enero 18, 1883, p 1
25 Jurgen Moltmann, El Dios Crucificado, Salamanca, ED. Sígueme
[26] John J.Vincent, Christ and Methodism, Towards a New Christianity for a New Age, (Nashville, Abingdong Press, 1965) 49-50
[27] Juan Luis segundo, Liberación de la Teología, Ed. Sígueme, 1975